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Weiner sonrió. No existía problema, por intrincado que fuera, carente de solución. Sólo era preciso pensar un poco. Se sintió complacido consigo mismo. De haber sido cuarenta años más jóvenes, se habrían corrido una juerga para celebrarlo. Pero, ahora, no.

5

—No vayas —dijo Martell.

—¿Suspicaz? —preguntó Christopher Mondschein—. Es nuestra oportunidad de ver su tinglado. No he estado en Santa Fe desde que era joven. ¿Por qué no voy a ir?

—Es imposible saber lo que puede pasarte allí. Les encantaría ponerte la mano encima. Eres la piedra angular de todo el movimiento venusino.

—¿Crees que me van a pulverizar ante los ojos de tres planetas? Sé realista, Nicholas. Cuando el Papa visita La Meca, ya se preocupan de protegerle. No correré ningún peligro en Santa Fe.

—¿Qué me dices de los espers? Te sondearán.

—Neerol me acompañará a modo de escudo. No me sacarán nada. Me defenderá de cualquier esper. Además, no tengo nada que ocultar a Noel Vorst. Tú eres el más indicado para comprenderlo. Te aceptamos, a pesar de que te habían implantado órdenes de espiarnos. Nos interesaba contarle a Vorst hasta dónde habíamos llegado.

Martell cambió de estrategia.

—Ir a Santa Fe da a entender que nuestra orden bendice a este supuesto Lázaro.

—¡Ya pareces el hermano Emory! ¿Me estás diciendo que es un fraude?

—Te estoy diciendo que deberíamos tratarle como si lo fuera. Contradice nuestra leyenda sobre Lázaro. Tal vez sea una estratagema vorster calculada para sumirnos en la confusión. ¿Qué haremos cuando nos entreguen un Lázaro que hable y camine, y tratemos de reformar toda nuestra orden en torno a él?

—Es un asunto delicado, Nicholas. Hemos construido nuestra fe sobre la existencia de un mártir sagrado. Si de repente pierde la condición de mártir…

—Exactamente. Nos destruirá.

—Lo dudo —respuso Mondschein. El viejo armonista tocó sus branquias con un gesto nervioso—. Tu visión del futuro se queda corta, Nicholas. Admito que los vorsters nos han superado hasta el momento. Se han apoderado de este Lázaro y están a punto de devolvérnoslo. Muy embarazoso, pero ¿qué vamos a hacer? No obstante, el siguiente movimiento es nuestro. Si muere, nos limitaremos a cambiar un poco nuestras escrituras. Si vive y trata de entrometerse, revelaremos que es una especie de simulacro preparado por los vorsters para perjudicarnos, y le destruiremos. Nos apuntaremos un tanto: nuestra historia original sigue en pie y revelamos las siniestras añagazas de los vorsters.

—¿Y si en verdad es Lázaro?

Mondschein frunció el ceño.

—En ese caso, tenemos un profeta en nuestras manos, hermano Nicholas. Hemos de correr el riesgo. Me voy a Santa Fe.

6

En la Tierra, el Centro Noel Vorst bullía con una actividad inusitada mientras continuaban los preparativos para recibir el cargamento procedente de Marte. Un conjunto de laboratorios había sido dispuesto para la resurrección de Lázaro. Por primera vez desde la fundación del Centro, se había permitido que cámaras de vídeo mostraran a los planetas una ínfima parte de sus instalaciones interiores. El lugar estaba lleno de extranjeros, incluyendo una delegación de armonistas. Para vorsters de la vieja guardia, como Reynolds Kirby, era casi impensable. El sigilo se había convertido en algo rutinario para él. Sin embargo, la orden había partido del propio Vorst, y nadie pensaba discutir con el Fundador.

—Creo que ha llegado el momento de levantar un poco la tapa —había dicho.

Kirby aportaba su granito de arena a medida que el gran día se acercaba. Le preocupaban algunas lagunas de sus recuerdos, y en virtud de su cargo de lugarteniente investigaba en los archivos vorsters para rellenarlas. El problema consistía en que Kirby no podía recordar nada sobre la trayectoria de David Lázaro antes del martirio, y presentía que era importante saber algo más de lo que contaba la historia oficial. ¿Quién era Lázaro, por ejemplo? ¿Cómo se había enrolado en las filas vorsters… y cómo las había abandonado?

Kirby había ingresado en 2077, arrodillándose ante el Fuego Azul de un reactor de cobalto de Nueva York. Como converso reciente, no le interesaba la política de la jerarquía, sino los valores que el culto ofrecía: estabilidad, esperanza de una larga vida, posibilidad de alcanzar las estrellas aprovechando las capacidades de los espers; Kirby deseaba que la humanidad explorara los otros sistemas solares, pero no centraba en ese logro el anhelo de su vida. Ni siquiera la posibilidad de vivir eternamente —el cebo que atraía a millones de conversos vorsters— le parecía tan arrebatadora.

Lo que le arrastró hacia el movimiento a la edad de cuarenta años fue la disciplina que ofrecía. Su plácida vida carecía de consistencia, y el mundo que le rodeaba constituía un caos de tales dimensiones que se evadía de él mediante una serie interminable de paraísos artificiales. Entonces apareció Vorst, brindando una nueva y fascinante creencia que arrebató a Kirby al instante. Durante los primeros meses se contentó con ser un simple fiel. Al poco se convirtió en acólito. Y después, demostrando su capacidad innata de organización, ascendió rápidamente de cargo en cargo, hasta llegar a ser la mano derecha de Vorst a los ochenta años, interesándose mucho más por su supervivencia personal.

Según la historia oficial, el martirio de David Lázaro había tenido lugar en 2090. En aquel tiempo, Kirby llevaba trece años con los vorsters, y velaba por miles de hermanos como supervisor regional.

A tenor de sus recuerdos, ni siquiera había oído hablar de David Lázaro en 2090.

Los armonistas, el movimiento herético, habían empezado a ejercer su influencia unos años más tarde, adoptando los hábitos verdes y burlándose de la astuta orientación hacia el poder civil de los vorsters. Se proclamaban seguidores del mártir Lázaro, pero ni siquiera entonces, pensó Kirby, hablaban mucho de Lázaro. Sólo después, cuando el poder de los armonistas aumentó y le robaron Venus a Vorst, se decidieron a hacer hicapié en la leyenda de Lázaro. «¿Por qué, siendo contemporáneo de Lázaro, nunca oí su nombre?», se preguntó Kirby.

Se encaminó hacia el edificio que guardaba los archivos.

Era una cúpula geodésica de color blanco lechoso, recubierta de un tejido rugoso que la dotaba de una textura similar a la piel de un tiburón. Kirby se internó por un túnel enlosado, se identificó a los guardias robots, atravesó una puerta en forma de esfínter y desembocó en la habitación pintada de color verde oliva donde se guardaban los registros. Apretó un botón en forma de signo de interrogación y solicitó información.

LÁZARO, DAVID.

En las profundidades de la tierra giraron cilindros. Cintas suministradoras de información se pusieron en movimiento, se ofrecieron al beso del analizador y enviaron imágenes flotantes que ascendieron hacia el expectante Kirby. Letras impresas en un amarillo brillante aparecieron en la pantalla.

Una biografía sucinta, reducida e insuficiente:

NACIDO: el 13 de marzo de 2051.

ESTUDIOS: Primaria y Secundaria en Chicago, licenciado en Letras en Harvard en 2072, doctorado en Filosofía (Antropología) en Harvard en 2075.

DESCRIPCIÓN FÍSICA (1/1/88): un metro y ochenta y ocho centímetros, noventa kilos de peso, ojos y cabello oscuros, sin cicatrices distintivas.