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Llegaron a la pelota del Tano. Se detuvieron. El Tano frente a ella y Alfredo dos metros detrás de él. El Tañó golpeó. Avanzó Alfredo y golpeó su pelota. Las dos cayeron dentro del green, pero desde esa distancia no podía saberse cuál se acercaba más al hoyo. Otra vez avanzaron juntos. Alfredo usaba zapatos con clavos que se hundían en el pasto a cada paso. "Qué raro que te dejaron salir con zapatos con clavos. Yo creía que en esta cancha seguían prohibidos." "Siguen. Pero, como decía mi viejo, es más fácil obtener el perdón que el permiso. Aunque te soy sincero, a mí no me gusta pedir ninguna de las dos cosas, Tanito." Una liebre se cruzó delante de ellos como escapando y se perdió detrás de una laguna. "Che, ¿pero entonces andan bien los de Troost?", insistió. "Perfecto, como siempre. ¿Por qué te interesa tanto?" "Porque estoy haciendo algo con ellos, en realidad no con ellos sino con sus pólizas. Estoy viaticando seguros de vida." "¿Y eso qué es?" "Descontarlos. Le das la guita contra la póliza endosada a tu nombre, vos pasas a ser el beneficiario, es un procedimiento administrativo muy sencillo. Lo haces en dos minutos. Solamente lo hacemos con pólizas de aseguradoras serias y Troost siempre fue primera línea. Claro que hemos visto caer cada gigante que uno está curado de espanto, ¿no, Tanito?" "¿Y vos cuándo cobras?", preguntó el Tano. "Cuando se cobra cualquier póliza de seguro de vida, cuando el ñato se muere." A Alfredo le sonó el teléfono, se detuvo un instante, dio dos o tres instrucciones y cortó. "Y lo que tiene de bueno el sistema es que la guita la llega a disfrutar el que pagó la póliza y no los parientes. Apareció con el tema del sida, que a estos tipos le chupaba toda la guita el tratamiento… entonces, si tenían una póliza preexistente a la enfermedad, y estaba claro que ya no había vuelta de hoja, ¿me entendés?, vos le dabas la guita, el tipo vivía ese tiempo mejor, y después vos cobrabas el seguro taca taca." "No conocía el negocio." "Y, el mercado financiero es así, un flash, hay que estar buscando todo el tiempo cosas nuevas. Cuando sabes mirar, siempre aparece un nuevo nicho." "Se pudre algo y aparece otra cosa." "Tal cual, Tanito, hay que estar atento, y si es posible pegar primero. Esto de la viaticación es un negocio de esos redonditos, que si está bien evaluado no tiene riesgo. Mejor que descontar hipotecas. Le tomas la póliza al 80 por ciento y cobras al toque. Imaginate que te rinde un 20 por ciento muchas veces antes de que se cumpla un año del endoso, una tasa de la puta madre, y en dólares, Tano." "Impresionante." "Impresionante." "¿Y se lo haces sólo a gente con sida?" "No, al contrario. Ahora en ese segmento se pudrió un poco la cosa por el tema de las drogas nuevas, que les terminan alargando la vida a los pibes. Al pedo, pobres, si morirse se van a morir igual. Pero se alargó el plazo, y eso te complica mucho para fijar una tasa que rinda. El mercado está un poco enrarecido, le podes pifiar fiero. Nosotros estamos pagando mejor otro tipo de siniestros." "¿Como cuáles?" "Otras enfermedades… de ésas que nadie quiere nombrar… qué sé yo, cáncer de pulmón, hepatitis fulminante, tumores cerebrales… No sé bien, a mí esa parte del negocio me da un poco de impresión, y para eso están los asesores médicos que estudian el caso y nos pasan un informe… A mí no me saques de los números, Tanito…"

Llegaron al green. Alfredo se agachó para ver hacia dónde caía la pendiente. Estudió la caída desde distintos ángulos. El Tano lo observó y no necesitó agacharse, confió en la evaluación de su compañero de línea. Sacó su putter y avanzó hacia la pelota. "Che, Tano, ¿y vos no te quedaste con ningún listado de clientes de Troost? Porque si vos podes acercarnos pólizas para descontar, yo te puedo habilitar un porcentaje. El problema de crecimiento que tiene este negocio es que uno no lo puede salir a ofrecer masivamente, ¿me entendés?, la gente se impresiona, hasta que entra, fíjate con el tema de las parcelas de los cementerios privados, al principio te daba impresión y hoy quién no tiene una…" "Listado no, pero tengo buena memoria, y parcela en el Memorial." Alfredo festejó el chiste. "Bueno, si te interesa, avísame. Vos podrías manejar el producto de taquito, y en todo caso te damos un cursito de capacitación; como es un tema delicado hay que saber qué palabras usar para venderlo, ¿sabes? Nosotros capacitamos con gente de neurolingüística, que te ponen la palabra justa. Avísame." "Te aviso."

Alfredo pegó, suave, como correspondía según la distancia. La pelota pasó por al lado de la del Tano y entró. Un golpe menos que el par del hoyo, lo suficiente como para sentirse más que la media. Lo suficiente como para que el Tano ya no tuviera chance de ganarle. Fue hasta el hoyo y levantó su pelotita. El Tano sacó su puttery se paró frente a la suya sabiendo que ya había perdido. Aflojó las rodillas, elongó el cuello a un lado y al otro, se balanceó levemente. Estaba a punto de pegar, pero antes preguntó. "¿Che, y te acordás de quién son las pólizas de Troost que descontaste?" "No, pero las tengo anotadas en la agenda, después te digo." El Tano pegó y la pelota también entró, pero para él no fue suficiente, había perdido un golpe en la copa de los árboles. Su adversario ya le había ganado por un golpe.

Tomaron algo juntos en el bar antes de irse. Alfredo buscó en su agenda los datos de las pólizas de Troost. "Una es de una tal Margarita Lapisarreta… Y la otra de Oliver Candileu." "A Oliver lo conozco bien, es el ex marido de una mujer que trabaja en Troost." "Ojo que es confidencial, Tano, mira que es un tema… sensible." "¿Qué tiene Oliver?" "Póliza muy buena, sobre Londres, con una prima de trescientos mil dólares, pero con una cláusula de retiro anticipado muy leonina, le sacaban casi la mitad de la guita." Alfredo puso sobre la mesa la plata para pagar lo que habían tomado los dos y se levantó. "Pero él, ¿qué tiene? ¿De qué se va a morir?" "No me acuerdo, pero debe ser algo bien fulminante porque se llevó el 83 por ciento, imaginate… El descuento más alto que dimos hasta ahora. ¿Es amigo, che, te jode?" "No, no es amigo." Alfredo se cargó la bolsa de palos al hombro. "¿Me avisas, entonces?" "Te aviso." Le palmeó el hombro y se fue. El Tano se quedó un rato más en el bar, con la vista perdida en el verde inmaculado de la cancha de golf, pensando en por qué lo habrían llamado viaticación.