Sea de ello lo que quiera, lo cierto es que nuestro poeta murió sin haber publicado el Libro del desasosiego y, lo que es peor, sin haber pasado a limpio la inmensa mayoría de sus fragmentos ni haberlos ordenado y estructurado en vistas a su publicación. No tardaré en referirme a las dificultades que para la edición de esta obra ha representado el estado de sus materiales y la falta de una organización de ellos realizada por su autor, pero creo que, antes de hacerlo, conviene referirse, aunque sea en pocas palabras, a la historia o, si se prefiere, a la crónica de dicha edición.
En 1960, Jorge de Sena, que entonces era profesor en el Brasil, inició una larga y complicada negociación con la editorial Ática, encaminada a la publicación del Libro, cuyos originales se encontraban en poder del coronel Caetano Dias, cuñado del poeta. Inmediatamente, Maria Aliete Galhoz se dedicó, en Lisboa, a compilar, descifrar y organizar hasta donde fuese posible los materiales que habían de ser puestos a disposición de Sena, cuyo propósito era dar a la luz, no una selección de la obra, sino cuantos fragmentos considerase publicables. A primeros de febrero de 1962, el primer paquete de fotocopias y transcripciones hechas por la Galhoz llegó a las manos de Jorge de Sena, quien comunicó en seguida a la editorial que «Todo es fragmentario, aunque del mayor interés; todo es de fecha insegura o de ordenación insegura; gran parte de los originales es de lectura dificilísima. Se trata de una gran aventura, en el plano de la crítica textual», con lo que definió perfectamente las principales dificultades que suponía la edición del Libro.