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Ángel (…), ¿de qué materia está hecha tu materia alada? ¿Qué vida te prende a la tierra, a ti que eres vuelo nunca alzado, ascensión detenida, gesto de arrobo y de descanso?

Fin (último trecho)

II

Creemos, oh Apenas-Mía, tú por existir y yo por verte existir, un arte diferente de todo arte. De tu cuerpo de ánfora inútil sepa yo sacar /el alma de nuevos versos/ y a tu ritmo de ola silenciosa sepan mis dedos trémulos ir a buscar las líneas pérfidas de una prosa impura de ser oída.

Tu sonrisa /melodiosa/ sea, al irse, para mí símbolo y emblema visible del /sollozo callado/ del […] mundo al saberse error e imperfección. Tus manos de tañedora de arpa me cierren los ojos, los párpados cuando yo muera de haber dado mi vida construyéndote. Y tú, que no eres nadie, serás para siempre, oh Suprema, el arte querido de los dioses que nunca han existido, y la madre virgen y estéril de los dioses que nunca existirán.

7

Haré de soñarte el ser fuerte, y mi pena, cuando hable a tu Belleza, tendrá melodías de forma, curvas de estrofas, esplendores súbitos como los de los versos inmortales.

8 En la Floresta de la Enajenación

Sé que he despertado y que todavía duermo. Mi cuerpo antiguo, molido de que yo viva, me dice que todavía es muy pronto… Me siento febril de lejanía. Me peso, no sé por qué…

En un torpor lúcido, pesadamente incorpóreo, me estanco, entre el sueño y la vigilia, en un sueño que es la sombra de soñar. Mi atención flota entre dos mundos y ve ciegamente la profundidad de un mar y la profundidad de un cielo; y estas profundidades se interpenetran, mezclándose, y yo no sé dónde estoy ni lo que sueño.