¿Quién éramos? ¿Seríamos dos o dos formas de uno? No lo sabíamos ni lo preguntábamos. Un sol vago debía de existir, pues en la floresta no era de noche. Un fin vago debía de existir, puesto que caminábamos. Un mundo cualquiera debía de existir, pues existía una floresta. Nosotros, sin embargo, éramos ajenos a lo que fuese o pudiera ser, caminantes unísonos e interminables sobre hojas muertas, oidores anónimos e imposibles de hojas cayendo. Nada más. Un susurro, ora brusco ora suave, del viento desconocido, un murmullo, ora alto ora bajo, de las hojas presas, un resquicio, una duda, un propósito que había terminado, una ilusión que ni siquiera había existido: la floresta, los dos caminantes, y yo, yo, que no sé cuál de ellos era, o si era o dos o ninguno, y asistía, sin ver el final, a la tragedia de no haber nunca más que el otoño y la floresta, y el viento siempre brusco e incierto, y las hojas siempre caídas o cayendo. Y siempre, como si por cierto hubiese fuera un sol y un día, se veía claramente, sin ninguna finalidad, en el silencio rumoroso de la floresta.
28-11-1932.
11 Nuestra Señora del Silencio
A veces cuando, abatido y humilde, la propia fuerza de soñar se me deshoja y se me seca, y mi único sueño sólo puede ser pensar en mis sueños, los hojeo entonces, como un libro que se hojea y se vuelve a hojear sin que tenga más que palabras inevitables. Es entonces cuando me interrogo sobre quién eres tú, figura que atraviesas todas mis visiones lentas de paisajes /otros/ y de interiores antiguos y de ceremoniales fastuosos de silencio. En todos mis sueños o apareces, sueño, o, realidad falsa, me acompañas. Visito contigo regiones que son tal vez sueños tuyos, tierras que son tal vez cuerpos tuyos de ausencia e inhumanidad, tu cuerpo esencial desperfilado para planicie calma y monte de perfil frío en jardín de palacio oculto. Tal vez yo no tenga otro sueño que tú, tal vez sea en tus ojos, acercando mi cara a la tuya, donde lea esos paisajes imposibles, esos tedios falsos, esos sentimentos que viven a la sombra de mis cansancios y en las grutas de mis desasosiegos. ¿Quién sabe si los paisajes de mis sueños no son mi manera de no soñarte? Yo no sé quién eres, ¿pero sé con seguridad el que soy? ¿Sé lo que es soñar para saber lo que vale llamarte mi sueño? ¿Sé si no eres una parte, quién sabe si la parte esencial y real, de mí? ¿Y sé si no soy yo el sueño y tú la realidad, yo un sueño tuyo y no tú un sueño que yo he soñado?