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La tienda de golf estaba decorada como un viejo pub inglés con madera oscura, artículos de latón y una alfombra de pelo corto de cuadros verdes y azules. Pirámides de palos de golf montaban guardia entre percheros perfectamente organizados de ropa de golf, zapatos y viseras con el logotipo del club. La tienda estaba vacía por un pulcro chico detrás del mostrador que golpeaba desesperadamente su móvil. Cuando se acercó, leyó su nombre en su identificación: Mark. No era tan alto como ella, estaba hacia los finales de los veinte, de constitución delgada, el pelo castaño claro perfectamente cortado y buenos dientes: un chico de antigua fraternidad que, a diferencia de ella, se sentía como en casa llevando un polo con el logotipo del club estampado.

Mientras ella se presentaba, él levantó la vista de su móvil. -Has elegido el peor día para empezar a trabajar aquí -, dijo. -Dime que has hecho de caddie antes, o al menos has jugado.

– No. Soy la nueva chica de los carritos.

– Sí, comprendo. Pero tú has hecho de caddie, ¿no?

– He visto Caddy Shack. ¿Cuenta?

Él no tenía un gran sentido del humor. -Mira, no tengo tiempo para bromas. Un cuarteto muy importante va a llegar en cualquier momento -. Después de la conversación de anoche, no necesitaba pensar mucho para saber quiénes eran los miembros del famoso cuarteto. -Acabo de saber que todos nuestros caddies excepto uno están con una intoxicación alimenticia, al igual que la mayoría del personal. La cocina sirvió ayer ensalada de col en mal estado a los empleados en la comida, alguien va a perder el trabajo por esto.

A ella no le gustaba la dirección que estaba tomando la conversación. No le gustaba en absoluto.

– Voy a necesitar caddies para nuestros VIP -, dijo saliendo de detrás del mostrador. -Lenny, que es uno de nuestros habituales, odia la ensalada de col y está de camino ahora mismo. Skeet es el caddie de Dallie, como de costumbre, así que es un gran alivio. Pero todavía necesito un caddie, y no hay tiempo para encontrar a alguien.

Ella tragó saliva. -El buen hombre que regaba las rosas donde la bandera…

– No habla inglés -. Comenzó a dirigirse a una puerta trasera de la tienda de golf.

– Seguro que hay alguien en todo el personal que no comió ensalada de col.

– Sí, nuestro barman, que tiene un tobillo roto, y Jenny de facturación, que tiene dieciocho años -. Mientras abría la puerta y le hacía un gesto para que pasara, sintió que la estaba evaluando. -No creo que tengas problemas llevando una bolsa durante dieciocho hoyos.

– Pero nunca he jugado al golf y no sé nada sobre ello. Ni siquiera respeto el juego. Todos esos árboles talados y los pesticidas provocan cáncer en la gente. Será un desastre -. Más de lo que él se podía imaginar. Sólo unos minutos antes, había estado pensando como mantenerse alejada de la vista de Ted Beaudine. Y ahora esto.

– Te diré algo. Hazlo bien y ganarás mucho más que conduciendo el carrito de las bebidas. El salario de un caddie principiante es veinticinco dólares, pero todos esos hombres dan buenas propinas. Conseguirás por lo menos cuarenta más -. Él sostuvo la puerta para ella. -Esta es la sala de los caddies.

El desordenado espacio tenía un sofá hundido y algunas sillas plegables de metal. Un tablón de anuncios, que no mostraba ninguna señal del juego, colgaba sobre una mesa plegable con una baraja de cartas y algunas fichas de póquer dispersas por encima. Se volvió hacia la televisión y cogió un DVD de la estantería. -Este es un video de entrenamiento que mostramos a los niños en el programa junior de caddies. Míralo hasta que vuelva a por ti. Recuerda el palo lo suficientemente cerca del jugador, pero no tan cerca como para distraerlo. Mantén un ojo en la bola, sus palos limpios. Lleva una toalla todo el tiempo. Repara las chuletas [2] de la calle, las marcas del green, mírame. Y no hables. No a menos que uno de los jugadores te hable.

– No soy buena en eso de no hablar.

– Será mejor que lo seas hoy, especialmente respecto a tus opiniones sobre los campos de golf -. Se detuvo en la puerta. -Y nunca te dirijas a un miembro del club de otra forma que "señor". No uses nombres de pila. Nunca.

Ella se desplomó en el sofá hundido mientras él desaparecía. El video de entrenamiento se encendió. No había forma que llamara "señor" a Ted Beaudine. Ni por todas las propinas del mundo.

Media hora después, estaba de pie en la parte exterior de la tienda de golf con un nauseabundo peto verde extra largo de caddie encima de su polo, haciendo lo posible por pasar inadvertida detrás de Mark. Como era al menos cuatro centímetros más alta que él, no lo estaba consiguiendo. Afortunadamente, el cuarteto se acercaba demasiado absorto en una conversación sobre el desayuno que acababan de finalizar y la cena que planeaban tener esa noche como para fijarse en ella.

Con la excepción del hombre, que asumió era Spencer Skipjack, reconoció a todos: Ted; su padre, Dallie; y Kenny Traveler. Y con la excepción de Spencer Skipjack, no podía recordar haber visto alguna un vez un grupo de hombres tan perfectos, ni siquiera en la alfombra roja. Ninguno de los tres dioses del golf mostraba señales de transplante capilares, alzas en los zapatos o sutiles toques de bronceado. Eran hombres de Texas: altos, estilizados, de mirada acerada y fuertes; hombres viriles que nunca habían oído hablar de crema hidratante, cera en el pecho o de pagar más de veinte dólares por un corte de pelo. Eran un artículo genuino: el estereotipo de héroe americano civilizado del Oeste, con una bolsa de golf en lugar de una Winchester.

Además de poseer la misma altura y constitución, Ted y su padre no se parecían mucho. Ted tenía los ojos ámbar, mientras que los de Dallie eran de un azul brillante que no se había visto menguado por el paso de los años. Donde Ted tenía ángulos, los de Dallie se habían suavizado. Su boca era más gruesa que la de su hijo, casi femenina, y su perfil más suave, pero ambos impactaban, y con sus pasos fáciles y llenos de confianza nadie podía confundirlos por otra cosa que padre e hijo.

Un hombre canoso con una coleta gris, ojos pequeños y nariz achatada venía de lo que ella había aprendido era la habitación de las bolsas. Sólo podía tratarse de Skeep Cooper, el hombre que Mark le había dicho era el mejor amigo de Dallie Beaudine y su caddie de toda la vida. Cuando Mark se acercó al grupo, ella se agachó y simuló que se ataba una zapatilla. -Buenos días, caballeros -, escuchó decir a Mark. -Señor Skipjack, hoy seré su caddie, señor. He escuchado que tiene un buen juego y estoy deseando verle jugar.

Hasta ese preciso momento no había centrada lo suficiente como para pensar que jugador exactamente le había asignado Mark.

Lenny, el caddie que odiaba la ensalada de col, se alejó. Era bajo, deteriorado y con dientes desalineados. Cogió una de las enormes bolsas de golf que estaban apoyadas contra la estantería de las bolsas, se la subió al hombro como si fuera una chaqueta de verano y se dirigió directamente hacia Kenny Traveler.

A la izquierda… Por supuesto que iba a terminar siendo la caddie de Ted. Con su vida en caída libre, ¿qué otra cosa podía esperar?

Él todavía no se había fijado en ella comenzó a reatarse la otra zapatilla. -Señor Beaudine -, dijo Mark, -hoy tendrá un nuevo caddie…

Ella apretó su mandíbula, evocó a su padre en su papel más amenazante en la pantalla como Bird Dog Caliber, se levantó.

– Sé que Meg hará un gran trabajo para usted -, dijo Mark.

Ted se quedó totalmente inmóvil. Kenny la miró con interés, Dallie con manifiesta hostilidad. Ella levantó la barbilla, cuadro los hombros e hizo que Birdie Dog se encontrara con los helados ojos ámbar de Ted Beaudine.

Un músculo hacía tic en la esquina de su mandíbula. -Meg.

Ella se dio cuenta, que mientras Spence Skipjack pudiera oírlo, Ted no diría lo que él quería decir. Ella asintió, sonrió pero no le ofreció ni siquiera un simple "hola", nada que la obligara a llamarlo "señor". En su lugar, se dirigió a la estantería y cogió la bolsa restante.

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[2] Una pequeña porción de tierra y césped que a veces se levanta sin querer al dar un golpe.