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Tiró el palo a sus pies y se alejó cuando los otros jugadores lo felicitaron por cruzar la calle.

– ¿Qué tal si me pasas algo de esa suerte? -el acento tejano de Skipjack no podía ser real ya que él era de Indiana, pero él era claramente un hombre al que le gustaba ser parte del grupo.

En el siguiente green, ella era el caddie más cercano a la bandera. Mientras Ted alineaba su putt [9], Mark le hizo una sutil señal. Ella ya había aprendido la lección de no hacer movimientos bruscos, así que aunque todo el mundo empezó a gritar, esperó hasta que la bola de Ted golpeó la bandera y entró antes de quitar la bandera del agujero.

Dallie gimió. Kenny sonrió. Ted bajó la cabeza y Spencer Skipjack se jactó. -Parece que tu caddie te sacó de este hoyo, Ted.

Meg olvidó que se suponía que debía estar en silencio, al igual que ser eficiente, alegre y servil. -¿Qué hice?

Mark se puso pálido desde la frente hasta el logo de su polo. -Siento mucho eso, señor Beaudine -. Él se dirigió a ella con adusta paciencia. -No puedes dejar que la bola golpeé la bandera. Es una penalización.

– ¿Los jugadores son penalizados por un error del caddie? -dijo. -Eso es una estupidez. La bola habría entrado de todas formas.

– No te sientas mal, cariño -, dijo alegremente Skipjack. -Le podía haber ocurrido a cualquiera -. Debido a su handicap [10], Skipjack conseguía un golpe extra y no intentó contener su alegría después de que todos acabasen. -Parece que mi birdie [11] nos hace ganar el hoyo, compañero -. Le dio una palmada en la espalda a Kenny. -Me recuerda a la vez que jugué con Bill Murray y Ray Romano en Cypress Point. Hablando de personajes…

Ted y Dallie estaban ahora un hoyo por debajo, pero Ted puso su cara de bueno cara al público, algo nada extraño. -Nos repondremos en el siguiente hoyo -. La mirada feroz que sólo dirigió a ella, le envió un mensaje que no tuvo problemas en interpretar.

– Este es un juego ridículo -, murmuró ella algo más de veinte minutos después de volver a dejar a Ted fuera de competición por violar otra ridícula regla. Intentando ser una buena caddie, había cogido la bola de Ted para quitarle la suciedad, sólo para descubrir que no estaba permitido hacer eso hasta que estaba en el green y contabilizada. Como si tuviera algún sentido.

– Lo bueno es que hiciste un birdie uno y dos, hijo -, dijo Dallie. -Seguro que tenemos una racha de mala suerte.

Ella no veía sentido a ignorar lo obvio. -Yo soy la mala suerte.

Mark le disparó una mirada de advertencia por violar la regla de no hablar y no llamar a Dallie "señor", pero Spencer Skipjack se echó a reír. -Al menos es honesta. Más de lo que yo puedo decir de la mayoría de las mujeres.

Fue el turno de Ted de enviarle una mirada de advertencia, ésta prohibiéndole comentar la idiotez de un hombre que estereotipaba a todo un género. A ella no le gustaba la forma en que Ted estaba leyendo su mente. Y realmente no le gustaba Spencer Skipjack, que era un fanfarrón y un estúpido.

– La última vez que estuve en Las Vegas, me encontré con Michael Jordan en una de las salas privadas…

Se las arregló para sobrevivir al séptimo hoyo sin romper más regla, pero le dolían los hombros, sus nuevas zapatillas de deporte le rozaban una ampolla en el dedo pequeño, el calor le estaba pasando factura y le quedaban once miserables hoyos a los que ir. Ser obligada a cargar con una bolsa de golf de dieciséis kilos para un campeón atlético de 1,83 m, que era capaz de hacer el trabajo por sí mismo, le parecía cada vez más absurdo. Si había hombres saludables y fuertes demasiados vagos como para llevar sus propias bolsas, ¿por qué no cogían unos coches de golf? Todas las cosas que tenían que hacer los caddie no tenían sentido. Excepto…

– Buen tiro, señor Skipjack. En realidad lo ha clavado -, dijo Mark con un asentimiento de admiración.

– La forma de jugar del viento, señor Traveler -, dijo Jenny.

– La giraste como una peonza -, ofreció Skeet Cooper al padre de Ted.

Mientras escuchaba a los caddies elogiar a los jugadores, concluyó que todo esto iba sobre el ego. Sobre tener tu propio equipo para aplaudirte. Ella decidió probar su propia teoría. -¡Wow! -exclamó en el siguiente tee cuando Ted golpeó. -Bonito drive. Realmente golpeaste eso lejos. Muy lejos. Todo el camino… hasta allí abajo.

Los hombres se giraron a mirarla. Hubo una larga pausa. Finalmente Kenny habló. -Estoy seguro que desearías poder golpear una bola como esa -. Otra larga pausa. -Lejos.

Prometió no decir otra palabra, y podría haber cumplido esa promesa si a Spencer Skipjack no le gustara hablar tanto. -Preste atención, señorita Meg. Voy a usar un pequeño truco que aprendí de Phil Mickelson para enviar esta justo al lado de la bandera.

Ted se tensó al igual que lo había estado haciendo cada vez que Skipjack se dirigía a ella. Esperaba que ella lo saboteara, y definitivamente lo haría si sólo su felicidad y bienestar estuviera en juego. Pero algo más estaba en juego.

Se enfrentaba a un dilema imposible. Lo último que necesitaba el planeta era otro campo de golf absorbiendo sus recursos naturales, pero era obvio incluso para ella lo mucho que estaba sufriendo el pueblo. Cada edición del periódico local informaba de otro pequeño negocio cerrado o alguna asociación de caridad en apuros por no poder mantenerse al día por el incremento de sus servicios. Y ¿cómo iba a juzgar ella a otros cuando estaba viviendo una vida que era cualquier cosa menos verde, empezando por su coche de alto consumo de gasolina? No importaba lo que hiciera ahora, sería una hipócrita, sí seguía su instinto, abandonaría unos cuantos de sus principios y jugaría al buen samaritano con el pueblo que la odiaba. -Verle golpear la pelota de golf es puro placer, señor Skipjack.

– Naw. Sólo soy un aficionado comparado con estos chicos.

– Pero ellos juegan al golf a tiempo completo -, dijo ella. -Usted tiene un trabajo de verdad.

Ella creyó oír a Kenny Traveler bufar.

Skipjack se rió y le dijo que deseaba que ella hubiera sido su caddie, incluso aunque no sabía una maldita cosa sobre el golf y él necesitara más de siete golpes para compensar sus errores.

Cuando se detuvieron en la sede del club entre los hoyos nueve y diez, el partido estaba parejo: cuatro hoyos para Ted y Dallie, cuatro para Kenny y Spencer, un hoyo empatado. Ella consiguió un pequeño descanso, no tan largo como para una siesta, pero suficiente tiempo para salpicarse agua fría en la cara y curarse las ampollas. Mark se puso a su lado y la reprendió por ser demasiado familiar con jugadores, hacer demasiado ruido en el partido, no estar lo suficientemente cerca de su jugador y mirar mal a Ted. -Ted Beaudine es el chico más agradable del club. No sé que está mal contigo. Trata a todo el personal con respeto y da grandes propinas.

De algún modo sospechaba que esto no se aplicaría a ella.

Cuando Mark se marchó para pegarse a Kenny, ella se acercó con aversión a la gran bolsa azul marino de Ted. Las fundas doradas de los palos conjuntaban con las costuras de la bolsa. Sólo dos fundas. Al parecer acababa de perder una. Ted apareció detrás de ella, frunció el ceño ante la pérdida de una funda, luego a ella.

– Te estás poniendo demasiado cariñosa con Skipjack. Da marcha atrás.

Esto por jugar al buen samaritano. Ella mantuvo su voz baja. -Crecí en Hollywood, así que entiendo a los hombres egocéntricos mucho mejor de lo que tú lo harás nunca.

– Eso es lo que tú crees -. Él le puso la gorra que llevaba puesta. -Ponte una maldita gorra. Aquí tenemos sol de verdad, no a esa mierda aguada a la que estáis acostumbrados en California.

En los últimos nueve hoyos, hizo perder otro hoyo a Ted y su padre porque arrancó unas malas hierbas para proporcionarle a Ted un mejor tiro. Sin embargo, a pesar de los tres hoyos que les había costado, y el ocasional tiro errado por Ted cuando difícilmente trataba de disimular lo cabreado que estaba con ella, todavía era altamente competitivo. -Hijo, hoy estás jugando un partido extraño -, dijo Dallie. -Momentos de brillantez mezclados con algunos momentos de locura. No te he visto jugar tan bien, o tan mal, en años.

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[9] El palo más personal de todo el equipo de un golfista.

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[10] Es el número de golpes de ventaja que tiene un jugador sobre otro o sobre el campo.

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[11] En el juego del golf, jugada en la que se logra meter la bola en el hoyo con un golpe menos que el fijado por su par