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– La pasión te pone de mal humor -. Cuando se alejó de la puerta, las chispas doradas fueron desapareciendo en una cascada en el aire. -Sólo estaba comprobando que estabas bien. Pareces un poco desbordada.

– El olor de demasiada colonia, y eso es mentira. Quieres alejarte de Sunny.

– No sé porque dices eso. Es una mujer realmente inteligente. Sexy, también.

– Y ella es perfecta para ti, excepto que en realidad no te gusta, pero no vas a admitir que te disgusta alguien excepto yo. Aunque si puedes arreglártelas para enamorarte de ella, antes de que te des cuenta tendrás construido ese horrible resort de golf. El mismo Spence me dijo que un emparejamiento entre tú y Sunny cerraría el trato. Esa es la razón por la que volvió a Wynette -. Ella le lanzó una sombría mirada. -Como estoy segura que ya sabías.

No se molestó en negarlo. -Wynette necesita el resort y no voy a disculparme por hacer todo lo que pueda para conseguirlo. Difícilmente hay una persona en esta ciudad que no se beneficiaría.

– Entonces vas a tener que casarte con ella. ¿Qué significa la felicidad de un hombre frente al bienestar de la multitud?

– Apenas nos conocemos.

– No te preocupes. Sunny es una mujer que va detrás de lo quiere.

Él se frotó el puente de su nariz. -Sólo se está divirtiendo.

– Au contraire [24]. Tú eres el único e irrepetible Ted Beaudine y, una simple mirada tuya hace que las mujeres…

– Cállate -. Duras palabras, gentilmente dichas. -Simplemente cállate, ¿quieres?

Él parecía tan cansado como ella se sentía. Ella se dejó caer en el sofá de damasco tapizado, apoyando sus hombros en las rodillas y la barbilla en sus manos. -Odio este pueblo.

– Tal vez. Pero también te gusta el desafío que te está proporcionando.

Levantó la cabeza inmediatamente. -¿Desafío? Estoy durmiendo en una calurosa iglesia desamueblada y vendiendo Bud Light a mimados golfistas que no se molestan en reciclar sus botes de cerveza. Oh, sí, me encanta el desafío.

Sus ojos parecían ver a través de ella. -Eso sólo lo hace más interesante, ¿no? Por fin están teniendo una oportunidad de probarte a ti misma.

– ¿Por fin? -Se levantó del sofá. -He ido en kayak por el río Mekong y he nadado con tiburones blandos en Ciudad del Cabo. No me hables de pruebas.

– Eso no eran pruebas. Es tu idea de diversión. Pero lo que está pasando aquí, en Wynette, es diferente. Por fin estás viendo lo que eres sin el dinero de papá y mamá. ¿Puedes sobrevivir en un lugar donde Spence Skipjack es la única persona impresionada por tu apellido y, seamos sincero, no le gustas a nadie?

– A Torie le caigo bien. Y a Haley Kittle -. La forma en que él la estaba estudiando le hacía sentirse incómoda, así que se giró hacia la librería y fingió inspeccionar los títulos.

Él se puso detrás de ella. -Es interesante observarte. ¿Puede Meg Koranda sobrevivir con nada más que su ingenio? Ese es el real desafío para ti, ¿no?

Eso no era exactamente cierto, pero tampoco estaba completamente equivocado. -¿Tú que sabes? Eres el prototipo de sueño americano, pero al revés. Criado con padres ricos y educado con todos los privilegios. Deberías haber terminado tan echado a perder como yo, pero no lo hiciste.

– No estás echada a perder, Meg. Deja de decir eso sobre ti misma.

Por una vez la había sorprendido. Se quedó mirando a una fila de libros importantes. -¿Qué sabes tú? Nunca la has jodido en tu vida.

– Ahí estás equivocada. Cuando era un crío, causé destrozos en la Estatua de la Libertad.

– Tú y un rotulador. Gran cosa -. Ella paso el dedo por el lomo de un diccionario.

– Oh, fue peor que eso. Me subí a la corona, rompí una ventana y saqué una bandera contra las armas nucleares.

Eso le chocó tanto que finalmente se volvió hacia él. -Lucy nunca me habó sobre eso.

– ¿No lo hizo? -Él inclinó la cabeza, así que ella no podía ver sus ojos. -Supongo que nunca hablamos de algo relacionado con eso para sacarlo a colación.

– ¿Cómo no hablasteis de algo tan importante?

Se encogió de hombros. -Teníamos otras cosas en mente.

– La experiencia debió ser al menos un poco traumática.

Su expresión se relajó y sonrió. -Fue el peor momento de mi infancia. Y el mejor.

– ¿Cómo pudo haber sido el mejor? ¿Seguro que te cogieron?

– Oh, sí -. Él miró un paisaje inglés colgado encima de la chimenea. -No conocí a mi padre hasta los nueve años, larga historia, y cuando nos conocimos, no fue bien. Él esperaba algo más de un niño, y yo esperaba un tipo de padre diferente. Los dos éramos bastante miserables. Hasta el día de la Estatua de la Libertad.

– ¿Qué ocurrió?

Volvió a sonreír. -Aprendí que podía contar con él. Eso cambió mucho nuestras vidas y, desde entonces, nada fue igual entre nosotros.

Quizás fue el vino. El hecho que los dos estuvieran cansados por un día largo y el esfuerzo de tratar con Spence y Sunny. Todo lo ella supo fue que un segundo se estaban mirando fijamente y, al siguiente, sin razón aparente, se movieron y sus cuerpos se tocaron. Ella inclinó la barbilla y él bajo la cabeza, luego él bajó los párpados y, de repente, se estaban besando.

Estaba tan sorprendida que su brazo voló hasta él y le golpeó en el hombro, pero su torpeza no detuvo a ninguno de los dos. Él cogió su cara entre sus manos e le inclinó la cabeza en el ángulo correcto. Era demasiado curiosa y estaba demasiado excitada como para alejarse.

Él sabía bien, a cerveza y chicle. Su pulgar se deslizó hasta un lugar sensible del lóbulo de su oreja, mientras su otra mano se introducía en sus rizos. No había dudas. Le estaban dando el mejor beso de su vida. Ni demasiado brusco. Ni demasiado suave. Lento y perfecto. Pero por supuesto que era perfecto. Él era Ted Beaudine y él lo hacía todo impecablemente.

No recordaba haber puesto sus brazos alrededor de sus hombros, pero allí estaban y su afilada lengua estaba obrando su magia en la de ella, se estaba derritiendo.

Fue el primero en apartarse. Ella parpadeó y cuando levantó la vista, encontró una mirada de sorpresa que debía hacer juego con la suya. Algo había ocurrido. Algo inesperado. Y ninguno de los dos estaba feliz sobre eso. Lentamente él la soltó.

Ella escuchó un ruido. Él se enderezó. La cordura volvió. Ella se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y se giró para ver a Sunny Skipjack plantada debajo de las puertas francesas con una mano en su garganta y su acostumbrada auto confianza dañada. Meg no tenía ni idea si para Ted el beso había sido un acto impulsivo como lo había sido para ella o sí él había sabido que Sunny estado allí todo el tiempo y temerariamente había iniciado el beso para desalentarla. De cualquier forma, él lo lamentaba, algo que era tan claro como el temblor en las rodillas de ella. Estaba cansado, sus defensas por una vez estaban bajas y él sabía que acababa de joderlo todo completamente.

Sunny luchó por recuperar la compostura. -Uno de esos momentos incómodos de la vida -, dijo ella.

Si Sunny se iba por esto, la gente de Wynette se aseguraría de culpar a Meg, y ya tenía suficientes problemas sin esto. Mientras miraba a Ted, volvió a poner su cara de damisela en apuros. -Lo siento, Ted. Sé que no puedo seguir tirándome encima de ti de esta manera. Entiendo lo incómodo que te hace sentir. Pero eres tan… tan… malditamente irresistible.

Levantó una ceja oscura.

Ella miro a Sunny, de novia a novia. -Demasiado vino. Juro que no volverá a pasar -. Y luego, como sólo era humana, dijo, -es tan vulnerable ahora. Tan dulce e indefenso desde el lío de Lucy. Me aproveché.

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[24] Originalmente en francés: Al contrario.