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Tenía que largarse de allí. Georgie dirigió la mirada hacia las puertas que comunicaban con el interior de la casa, pero en las cenizas de su autoestima todavía quedaba un débil rescoldo de dignidad, así que no podía dejar que él la viera salir huyendo.

– ¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó a Bram-. Seguro que no se trata de una coincidencia.

Él señaló la jarra con la cabeza.

– No estaréis bebiendo esa mierda, ¿no?

– Seguro que te acuerdas de dónde guardo el alcohol de verdad.

Trev miró a Georgie con preocupación.

– Después -respondió Bram, y se sentó en la tumbona que había frente a la que había utilizado Georgie.

La arena que tenía pegada en la pantorrilla brilló como diamantes diminutos. La brisa jugueteó en su espeso pelo castaño claro. A Georgie se le revolvió el estómago. Un hermoso ángel caído.

La imagen procedía de un artículo escrito por un conocido crítico de televisión poco después de la debacle que terminó con una de las series más exitosas de la historia de las telecomedias. Georgie todavía se acordaba del artículo.

Nos imaginamos a Bram Shepard en el cielo. Su cara es tan perfecta que los otros ángeles no se deciden a echarlo, aunque se ha bebido todo el vino sagrado, ha seducido a las preciosas ángeles vírgenes y ha robado un arpa para reemplazar la que perdió en una partida de póquer celestial. Lo vemos poner en peligro a todo el grupo por volar demasiado cerca del sol y, a continuación, lanzarse en picado con temeridad hacia el mar. Pero la comunidad angélica está hechizada por los campos de lavanda de sus ojos y los rayos de sol que se entrelazan con su pelo, así que le perdonan sus transgresiones… hasta que su último y peligroso descenso los zambulle a todos en el barro.

Bram apoyó la cabeza en el respaldo de la tumbona. Esa posición resaltó contra el cielo su perfil, que seguía siendo perfecto. A la edad de treinta y tres años, los suaves contornos de su juventud hedonista se habían endurecido haciendo que su belleza deslumbrante y perezosa resultara todavía más destructiva. Reflejos castaño dorados adornaban su rubio cabello, el cinismo enturbiaba sus ojos lavanda de niño de coro y la sorna flotaba en las comisuras de su boca perfectamente simétrica.

El hecho de que alguien tan carente de escrúpulos hubiera oído su conversación con Trevor ponía enferma a Georgie. No podía huir, todavía no, pero sus piernas empezaban a flaquear.

– ¿Qué haces aquí?

Georgie se dejó caer en una de las sillas tulipán.

– Había empezado a contártelo -respondió Trev-. A veces, Bram utiliza la otra casa que tengo un poco más abajo en la playa, la que estoy intentando vender. Como ha conseguido que nadie quiera darle trabajo, no tiene nada mejor que hacer que holgazanear por aquí y molestarme.

– No es que nadie quiera darme trabajo. -Bram cruzó sus tobillos cubiertos de arena. Incluso los arcos de sus pies tenían una curvatura tan perfecta como la hoja de una cimitarra-. Justo la semana pasada me ofrecieron humillarme a mí mismo en un nuevo reality show televisivo. Si no hubiera estado tan colocado cuando me llamaron, es probable que hubiera aceptado. Pero ya está bien así. -Sacudió una de sus elegantes manos-. Demasiado trabajo.

– Sí, lo que tú digas -contestó Trev.

Georgie escudriñó con nerviosismo la playa en busca de fotógrafos. Aquélla era una playa privada, pero la prensa haría cualquier cosa con tal de conseguir una fotografía actual de ella y Bram juntos. ¡Skip y Scooter juntos en público después de tanto tiempo! Se le revolvió el estómago al pensar en la posibilidad de que alguien tan predeciblemente malvado como Bram Shepard formara parte de su pesadilla pública.

Bram se reclinó en la tumbona y volvió a cerrar los ojos. Parecía un aristócrata aburrido tomando el sol. Una imagen engañosa, pues Bram no había terminado el instituto y fue criado en el South Side de Chicago por un padre que era un auténtico gorrón.

– Espero que hayas escondido las cuchillas de afeitar, Trev. Según se rumorea, después del duro golpe que le ha dado la vida, nuestra Scooter ha desarrollado instintos suicidas. Personalmente, creo que debería celebrar haberse librado por fin del tarado con el que se casó. Jade Gentry debe de haberse vuelto loca al dejarse embaucar por Míster América. Dime la verdad, Scoot. A Lance Marks no se le levanta, ¿no?

– Veo que sigues siendo un perfecto caballero. ¡Qué tranquilizador!

Tenía que escapar de allí sin que pareciera que salía corriendo. Intentó levantarse despacio de la tumbona y coger sus sandalias como si tal cosa, pero se dio cuenta, demasiado tarde, de que no recordaba dónde las había dejado.

Bram abrió los ojos y obsequió a Georgie con aquella sonrisa suya, despreocupada y socarrona, que había desarmado a tantas mujeres que, por lo demás, tenían buen criterio.

– Por lo que he leído, la feliz pareja ha regresado al extranjero para continuar con sus bien publicitadas obras benéficas.

Durante su luna de miel, Lance y Jade realizaron un viaje humanitario a Tailandia. Georgie nunca olvidaría su comunicado de prensa. «Queremos utilizar nuestra fama para dar a conocer la causa humanitaria preferida de Jade, la lucha contra la explotación de los niños por parte de la industria del sexo.»

Georgie no tenía ninguna causa humanitaria, al menos nada que lucra más allá de firmar algunos sustanciosos cheques. Buscó desesperadamente sus sandalias con la mirada.

Bram señaló con su estilizado dedo debajo de la tumbona en la que Georgie se había sentado antes.

– Su campaña para reforzar las leyes contra el turismo sexual con niños es enternecedora. Y, mientras ellos batallan en el Congreso, he oído decir que tú has estado dedicando tus energías a comprar en los almacenes Fred Segal.

Georgie no aguantó más y perdió su autodominio.

– De verdad te odio.

– Imposible. Scooter nunca podría odiar a su querido Skip. No después de que él dedicara ocho años de su vida a sacarla de sus locos apuros.

Georgie cogió sus sandalias y se puso una.

– Para ya, Bram -dijo Trev.

Pero Bram no había terminado.

– ¿Te acuerdas de cuando te caíste en el lago vestida con el abrigo de piel de mamá Scofield? ¿Y qué me dices de cuando abriste la jaula de aquellos ratones en su fiesta de Navidad?

Si no respondía a sus provocaciones, Bram dejaría de pincharla.

Pero a Bram siempre le había encantado la tortura lenta.

– Incluso el día de nuestra boda te metiste en problemas. Fue una suerte que no llegáramos a rodar aquel capítulo. Por lo que tengo entendido, yo iba a dejarte embarazada durante la luna de miel. Si la cadena no hubiera cortado el suministro, yo habría sido el padre de un pequeño Skip.

La rabia de Georgie explotó.

– ¡No era un pequeño Skip, sino unos gemelos! Se suponía que íbamos a tener gemelos, una niña y un niño. Es obvio que estabas demasiado colocado para recordar ese pequeño detalle.

– Sería por inmaculada concepción, seguro. ¿Te imaginas a Scooter desnuda y…?

Georgie no pudo aguantarlo más y se dirigió a la casa, con una sandalia calzada y la otra en la mano.

– Yo de ti no me iría -declaró Bram con parsimonia-. Hace diez minutos vi a un fotógrafo esconderse en los arbustos del otro lado de la carretera. Alguien debe de haber visto tu coche.

Estaba atrapada.

Él la miró de arriba abajo, uno de sus numerosos hábitos desagradables.

– Por casualidad no habrás vuelto a fumar, ¿no, Scoot? Necesito un cigarrillo y Trev se niega a tener en su casa un cartón para los invitados. Es un auténtico boy-scout. -Bram arqueó una de sus perfectas cejas-. Salvo por sus vicios con miembros de su mismo género.

Trevor intentó aliviar la tensión.