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– Comprendo.

Georgie estampó una alegre sonrisa en su cara y se imaginó a los paparazzi disparando sus cámaras y obteniendo unas estupendas fotografías de la fotogénica Madison Merrill junto a una escuálida Georgie York, sentada sola en una mesa para dos.

– Skip y Scooter también era fantástica. -Madison retrocedió un paso para que la sombrilla de la mesa no le ensombreciera la cara-. Era mi serie favorita cuando tenía unos nueve años.

La chica era demasiado tonta para ser sutil. Tendría que trabajarse ese aspecto si quería seguir destacando en Los Ángeles.

Madison contempló la silla vacía.

– Tengo que volver con mis amigas. Si no vas a comer con nadie ¿podrías sentarte con nosotras? -Convirtió la invitación en una pregunta.

Georgie jugueteó con uno de sus pendientes ámbar.

– ¡Oh, no! Lo han entretenido en una reunión. Le he prometido que lo esperaría. ¡Hombres!

– Sí, claro.

Madison saludó a los fotógrafos y regresó a su mesa.

Georgie se sentía como si una flecha de neón resplandeciente señalara la silla vacía que había al otro lado de la mesa. Miles de hombres de todo el mundo, millones, darían cualquier cosa para comer con Scooter Brown, y ella había tenido que elegir a su informal y antiguo mejor amigo.

El camarero de Georgie se acercó por tercera vez.

– ¿Está segura de que no quiere pedir la comida, señorita York?

Georgie estaba atrapada. No podía quedarse y tampoco irse.

– Otro té helado, por favor.

El camarero asintió.

Georgie levantó la muñeca y observó de forma patente su reloj. No podía alargarlo más. Tenía que hacer ver que recibía una llamada. Sería su acompañante para decirle que había sufrido un percance de tráfico. Al principio se fingiría preocupada y después exhibiría alivio porque nadie hubiera resultado herido. A continuación, se mostraría totalmente comprensiva.

«¡Plantada! Hombre misterioso no se presenta a la cita con Georgie»

Ya podía ver la fotografía de ella sola en aquella mesa. ¿Cómo podía un plan tan sencillo haber fallado tan deprisa? Debería empezar a salir a la calle con un séquito, como hacían muchos famosos, pero ella siempre había detestado estar rodeada por acompañantes de pago.

Cuando se disponía a sacar el móvil, fue consciente de una leve agitación en la atmósfera, una corriente eléctrica invisible que recorría la terraza. Levantó la vista y se le heló la sangre. Bramwell Shepard acababa de llegar.

Todas las cabezas giraron de un extremo al otro de la terraza, como en una partida de ping-pong, de Bram a ella y de nuevo a él, que iba vestido como el segundo y ocioso hijo de un monarca europeo exiliado, con una americana de diseño, seguramente de Gucci, unos vaqueros de calidad que enfatizaban su metro noventa de estatura y una camiseta negra desteñida que significaba que todo le importaba un cuerno. Dos hombres que eran modelos se lo comieron con ojos de envidia. Madison Merrill se medio incorporó para interceptarle el paso, pero Bram se dirigió directamente hacia Georgie.

Los frenos de los coches chirriaron conforme los paparazzi zigzagueaban entre el tráfico para cruzar la calle y conseguir la fotografía de la semana, quizá del mes, pues nadie los había visto juntos desde que se dejara de transmitir la serie. Bram llegó a la mesa, se inclinó por debajo de la sombrilla y le dio a Georgie un leve beso en los labios.

– Trev no ha podido venir. -Mantuvo la voz baja para evitar ser oído-. Ha tenido un contratiempo inevitable de última hora.

– ¡No puedo creer que estés haciendo esto!

Pero sí que podía creerlo. Bram quería conseguir algo de ella, ¿quizás una escena en público? Georgie obligó a sus helados labios a curvarse esperando que las cámaras lo captaran como si fuera una sonrisa.

– ¿Qué le has hecho a Trevor?

– ¡Qué suspicaz! El pobre se ha lesionado la espalda al salir de la ducha.

Bram se sentó en la silla enfrente de Georgie, mantuvo la voz tan baja como ella y esbozó su sonrisa más seductora.

– Entonces, ¿por qué no me ha telefoneado cancelando la cita? -preguntó ella.

– No quería despertar malos recuerdos. Como cuando Lance el Perdedor canceló vuestro matrimonio. Trev es muy considerado en ese sentido.

Georgie amplió su sonrisa, pero su susurro era puro veneno.

– Me estás tendiendo una trampa. ¡Lo sé!

Bram fingió reírse por estar pasándoselo bien.

– Mira que eres paranoica. Y desagradecida. Aunque Trev se estaba retorciendo de dolor, no quería que estuvieras sentada aquí sola. Puede que no lo sepas, Scoot, pero todos los habitantes de esta ciudad ya sienten lástima por ti y Trev no quería avergonzarte más de lo que ya lo has hecho tú misma. Por eso me ha llamado.

Georgie apoyó la mejilla en la mano y contempló a Bram con afecto fingido.

– Mientes. Trev sabe mejor que nadie lo que siento por ti.

– Deberías agradecerme que haya querido ayudarte.

– Entonces, ¿por qué has llegado media hora tarde?

– Ya sabes que siempre he tenido problemas para ser puntual.

– ¡Y una mierda! -Georgie sonrió a las cámaras hasta que las mejillas le dolieron-. Querías hacer una gran entrada. A mi costa.

Bram también siguió sonriendo y ella inclinó la cabeza a un lado y se echó a reír. Entonces Bram alargó el brazo y le acarició la barbilla, y fue como si volvieran a ser Skip y Scooter otra vez.

Cuando el camarero apareció, el montón de fotógrafos de la acera llegaba hasta la calle y el estómago de Georgie se había convertido en un nudo. En cuestión de minutos, aquellas fotografías estarían en millones de pantallas de ordenadores de todo el mundo y el circo sería un auténtico hervidero.

– Pastel de cangrejo para Scooter -pidió Bram con un elegante gesto de la mano- y un whisky con hielo para mí. Laphroaig. Y unos raviolis de langosta.

El camarero se alejó.

– ¡Dios, cuánto necesito un cigarrillo!

Cogió la mano de Georgie y le rozó los nudillos con el pulgar, una caricia indeseada que a ella le quemó la piel. Georgie notó que él tenía un callo en la base del dedo y no pudo imaginar cómo se lo había hecho. Bram podía haber crecido en un barrio difícil, pero no había trabajado duro en toda su vida. Georgie soltó una risotada alegre.

– Te odio.

Bram bebió un sorbo de su té helado y los cincelados bordes de su boca se curvaron en una sonrisa.

– El sentimiento es mutuo.

Él no tenía ninguna razón para odiarla. Ella había sido la actriz disciplinada mientras que él solito había arruinado una de las mejores series de la historia de la televisión. Durante los dos primeros años de Skip y Scooter, Bram sólo se había portado mal ocasionalmente, pero con el tiempo se volvió más y más incontrolable, y cuando la relación entre Skip y Scooter empezó a volverse romántica, él sólo se preocupó de pasárselo bien. Se gastaba el dinero tan deprisa como lo ganaba, comprándose coches de lujo, ropa de diseño y manteniendo un ejército de parásitos de su infancia. El equipo de rodaje no sabía, de un día para otro, si se presentaría en el plató sobrio o ebrio, ni siquiera si se presentaría. Bram destrozaba coches y salas de baile y se burlaba de cualquier intento de frenar sus temeridades. Nada ni nadie estaba a salvo de él, ni las mujeres ni las reputaciones, y tampoco las provisiones de drogas de algún miembro del equipo.