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Si hubiera estado interpretando un personaje más turbio, la serie podría haber sobrevivido a la cinta de sexo que salió a la luz hacia el final de la octava temporada, pero Bram interpretaba a Skip Scofield, un chico bueno y convencional que era el joven heredero de la fortuna Scofield, e incluso sus fans más fieles se sintieron indignados por lo que vieron. Pocas semanas después, Skip y Scooter se canceló y Bram se ganó el desprecio del público y el odio de todos los implicados en la serie.

La comida duró hasta que Georgie ya no pudo aguantar más. Dejó el tenedor junto al apenas probado pastel de cangrejo, consultó su reloj e intentó adoptar la expresión de que, por desgracia, el día de Navidad había llegado a su fin.

– ¡Oh… qué lástima! Tengo que irme.

Bram pinchó el último ravioli e introdujo el tenedor en la boca de Georgie.

– No tan deprisa. No puedes irte del Ivy sin haber tomado un postre.

– No te atrevas a prolongar esta farsa.

– Ten cuidado, estás perdiendo tu cara de felicidad.

Georgie tragó con esfuerzo de ravioli y volvió a estampar una sonrisa en su cara.

– Estás arruinado, ¿no? Mi padre invirtió mi dinero, pero tú malgastaste el tuyo. Por eso estás haciendo esto. Nadie quiere darte trabajo porque no eres de fiar y necesitas publicidad para volver a levantar cabeza.

Aunque Bram seguía trabajando, en aquellos momentos sólo conseguía papeles sin importancia: personajes de dudosa moralidad, esposos infieles, borrachos libidinosos… ni siquiera malos con personalidad.

– Estás tan desesperado que tienes que chupar de mi cobertura periodística.

– Tienes que reconocer que está funcionando. Skip y Scooter juntos de nuevo. -Levantó la mano para llamar al camarero, quien se acercó con diligencia-. Tomaremos la tarta de nueces de pacana con crema de dulce de leche. Dos cucharas.

Cuando el camarero se fue, Georgie se inclinó hacia delante y bajó la voz aún más.

– ¡Cuánto te odio! Te contaré por qué. Te odio por convertir mi infancia en algo miserable…

– Cuando la serie empezó tenías quince años. No se puede decir que fueras exactamente una niña.

– Pero Scooter sólo tenía catorce años, y yo era muy inocente.

– ¡Y tanto!

– Te odio por ponerme en ridículo con tus estúpidas bromas delante de los miembros del reparto, el equipo, la prensa… todo el mundo.

– ¿Quién iba a pensar que picarías el anzuelo una y otra vez?

– Te odio por todas las horas que me pasé sentada en el plató esperándote.

– Poco profesional, lo admito. Pero tú tenías continuamente la nariz pegada a los libros, así que deberías darme las gracias por tu educación superior.

– Y te odio por tu despreciable comportamiento, que hizo que cancelaran la serie y a mí me costó millones.

– ¿A ti? ¿Y qué hay de los millones que yo me costé a mí mismo?

– Al menos eso me hace sentirme bien.

– Muy bien, ahora me toca a mí… -Su sonrisa tenía un contorno suave-. Eras una mojigata engreída, cariño, y una chivata asquerosa. A la menor queja, te asegurabas de que papá Paul acudiera a los productores y montara un escándalo. Su princesita tenía que tenerlo todo a su gusto.

Georgie no dejó de sonreír, pero sus ojos brillaron de rabia.

– Eso no es verdad.

– Además eras una actriz egoísta. Todo tenía que ajustarse al guión, nada de improvisaciones. Era asfixiante. -Bram volvió a acariciarle la barbilla.

Georgie le propinó una fuerte patada en la pantorrilla, donde nadie podía verla. Él esbozó una mueca y ella le dio una palmadita en la mano.

– Tú sólo querías improvisar porque no te habías aprendido el papel.

– Siempre que intentaba llevar la serie un poco más allá de su zona de comodidad, tú me saboteabas.

– El desacuerdo no es lo mismo que el sabotaje.

– Me pusiste verde ante la prensa.

– ¡Sólo después de la cinta de sexo!

– ¡Menuda cinta de sexo! ¡Pero si yo estaba vestido!

– ¡Pero ella no! -Georgie enfatizó su huidiza sonrisa-. Di la verdad. Aborrecías que yo ganara más dinero que tú y que tuviera más poder como artista.

– Sí, claro. ¿Cómo podría olvidar tu memorable reposición de Annie?

– Mientras tanto, tú te escaqueabas del colegio y merodeabas por las esquinas. -Apoyó la barbilla en el dorso de la mano-. ¿Por fin conseguiste graduarte?

– Vaya, vaya… ¡Esto sí que es interesante!

Los dos estaban tan absortos en su discusión que no se dieron cuenta de la alta y adusta rubia que se acercaba a su mesa. Rory Keene, con su moño clásico y sus facciones largas y patricias, parecía más una habitual de la sociedad de la Costa Este que una poderosa ejecutiva de un estudio, pero durante la única temporada que trabajó como modesta asistente de producción en Skip y Scooter ya resultaba un poco intimidante.

Bram se puso de pie de golpe y le dio un frío beso en la mejilla.

– Rory, ¡qué alegría verte! Estás guapísima, como siempre. ¿Has disfrutado de la comida?

– Mucho. No me puedo creer que estéis sentados a la misma mesa sin llevar sendas armas cargadas.

– Yo llevo la mía en el bolso -respondió Georgie con una sonrisa a lo Scooter.

Bram apoyó la mano en el hombro de Georgie.

– Las aguas están en calma. Hace tiempo que hicimos las paces.

– ¿De verdad? -Rory se subió el asa del bolso al hombro y le lanzó a Bram una mirada dura-. Cuida bien a Georgie. Esta ciudad tiene una provisión limitada de personas buenas y no podemos permitirnos perder a una de ellas.

Hizo un breve saludo con la cabeza, se dio la vuelta y se alejó.

La amable sonrisa de Bram se desvaneció y miró con desafío a Georgie.

– ¿Desde cuándo Rory y tú sois tan buenas amigas?

– No lo somos.

Sin previo aviso, él cruzó la terraza siguiendo a Rory.

Estar con Bram resultaba tan agotador como siempre, y Georgie se alegró de disponer de unos minutos para recargar sus pilas. El postre llegó, pero a ella se le revolvió el estómago y apartó la mirada. Entonces recordó el día que su padre le dio el guión piloto de Skip y Scooter para que lo leyera. Ella no tenía ni idea de que, a partir de entonces, su vida cambiaría para siempre.

La sencilla idea original era perfecta para una comedia de situación. Scooter Brown era una simpática huérfana de catorce años que se presentaba en la lujosa mansión Scofield, en el elegante barrio de North Shore, en Chicago. Quería localizar a una hermanastra suya que había trabajado allí para evitar que la destinaran a una familia de acogida, pero su hermanastra había desaparecido mucho tiempo atrás. Al no tener ningún lugar adonde ir, Scooter se escondía en la mansión, pero Skip, el estirado heredero de quince años de la fortuna Scofield, la descubría. Él, junto con los sirvientes, se veía envuelto a regañadientes en una confabulación para esconder a Scooter de los adultos de la familia Scofield.

Nadie esperaba que la serie durara más de una temporada, pero se produjo una química excepcional entre los actores y los guionistas idearon tramas muy ingeniosas. Y, aún más importante, consiguieron que los personajes principales fueran más profundos que los estereotipos iniciales.

Georgie le sonrió maliciosamente a Bram, que había vuelto.

– ¿Ya has acabado de hacerle la pelota a Rory?

– He ido a comprar cigarrillos.

– ¡Sí, claro!

– A comprar cigarrillos y a hacerle la pelota a Rory. Me gusta hacer varias cosas a la vez. ¿Nuestra maldita comida por fin se ha acabado?

– Incluso antes de que empezara.