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Bram insistió en esperar con Georgie dentro del restaurante hasta que el portero trajera el coche de ella. Georgie se preparó antes de salir y, cómo no, en cuanto pisaron la acera los chacales los rodearon. Bram deslizó un brazo supuestamente protector alrededor de los hombros de Georgie -ella sintió deseos de arrancárselo de un mordisco-, levantó la mano y ofreció a las cámaras su sonrisa más radiante.

– Sólo somos dos viejos amigos que han quedado para comer -dijo por encima del griterío-. No hagáis una montaña de esto.

– ¡Se supone que vosotros os odiáis!

– ¿Habéis enterrado el hacha de guerra?

– ¿Estáis saliendo juntos?

– Georgie, ¿has hablado con Lance? ¿Sabe que sales con Bram?

Él adoptó una expresión de descontento, aunque ella sabía que era totalmente falsa.

– Dadnos un descanso, chicos. Sólo es una comida. Y no prestéis más atención a los rumores sobre un supuesto espectáculo de reencuentro de Skip y Scooter. No va a suceder.

«¿Espectáculo de reencuentro?»

Los paparazzi se quedaron de piedra.

– ¿El guión ya se ha escrito?

– ¿El resto de los actores ya ha firmado el contrato?

– ¿Dónde lo vais a rodar?

Bram le abrió camino a Georgie hasta el coche. Ella intentó pillarle los dedos con la puerta, pero él fue demasiado rápido. Mientras arrancaban, Georgie se obligó a sonreír y saludar a las cámaras, pero en cuanto estuvieron fuera del alcance de éstas, soltó un grito.

No existía ningún espectáculo de reencuentro, ni en los rumores ni en ningún otro lugar. Bram se lo había inventado para torturarla.

Capítulo 3

El sábado por la mañana, Georgie aparcó cerca de Temescal Canyon Road, entre un polvoriento Bentley azul y un Benz Roadster rojo. Como los paparazzi todavía estaban durmiendo después de la salida de la noche anterior, no la siguió ninguna escolta indeseada.

– ¡Llegas tarde! -exclamó Sasha cuando Georgie salió del coche-. ¿Estabas demasiado ocupada besuqueándote con Bramwell Shepard?

– Sí, eso es exactamente lo que estaba haciendo. -Cerró la puerta del coche dando un portazo.

Sasha se echó a reír. Tenía un aspecto increíble, como siempre, alta y esbelta, y vestida con una sudadera blanca con capucha de la casa L.A.M.B. y pantalones grises. Se había recogido el pelo liso y moreno en una coleta y ocultaba su cara con una gorra de visera rosa.

– No le hagas caso a Sasha. -April, la mayor y la única componente verdaderamente sensata de su estrecho círculo de amigas vestía una camiseta negra de la última gira de su marido-. Acaba de llegar. Hace sólo treinta segundos.

– Me he dormido -replicó Sasha-. Esto es lo que solemos hacer los jóvenes.

April tenía cincuenta y pocos años, unas facciones bonitas y llamativas, una expresiva cara de mandíbula cuadrada y el brillo de sus ojos hablaba por sí mismo de una bien merecida felicidad. Había sido la estilista de Georgie durante años y, aún más importante, era una querida amiga suya. April sacudió su pelo rubio con mechas y le sonrió a Sasha con dulzura.

– Pues yo he dormido como un lirón. ¡Claro que ayer por la noche tuve una sesión de sexo ardiente!

Sasha frunció el ceño.

– Sí, claro, si yo estuviera casada con Jack Patriot también habría tenido una sesión de sexo ardiente.

– Pero no lo estás, ¿no? -replicó April con aires de suficiencia.

Treinta años antes, April había sido una conocida e incansable groupie de grupos de rock and roll, pero sus días de fama hacía tiempo que habían quedado atrás. Ahora era la esposa de Jack Patriot, un rockero legendario, la madre de un famoso quarterback de la liga de fútbol americano y abuela reciente. Ya no trabajaba como estilista, salvo para Georgie, como favor.

Georgie se recogió el pelo detrás de las orejas y se puso una gorra de visera. A continuación, sacó del coche una mochila llena de botellas de agua. Ella era la única a la que no le importaba cargar con una mochila, así que llevaba el agua de todas, lo que constituía un auténtico quemador de calorías. Desde que había adelgazado tanto, sus amigas habían intentado disuadirla de que llevara aquel peso, pero ella no accedió.

A veces Georgie se preguntaba cómo podían sobrevivir las mujeres que no tenían amigas. Para ella, sus amigas eran las personas que nunca la defraudaban, a pesar de que, con frecuencia, la geografía las separaba haciendo que aquellas excursiones de los sábados por la mañana fueran escasas. Sasha vivía en Chicago y April en Los Ángeles, pero pasaba tanto tiempo como podía en el rancho de su familia, en Tennessee. Meg Koranda, la benjamina del grupo, estaba en otro de sus viajes. Ninguna de ellas sabía exactamente dónde.

Sasha las condujo hasta el inicio del sendero y refrenó su habitual paso supersónico para que Georgie, quien normalmente iba a la cabeza del grupo, pudiera seguir la marcha.

– Cuéntanos qué ocurrió exactamente con Bram -preguntó Sasha.

– Sinceramente, Georgie, ¿en qué estabas pensando? -preguntó April con el ceño fruncido.

– Fue un accidente. -Georgie tiró hacia arriba de la mochila-. Al menos por mi parte. Y algo totalmente premeditado por la suya.

Georgie les contó su plan de dejarse ver con hombres y luego explicó lo que había pasado en el Ivy. Evitó mencionar su propuesta de matrimonio a Trevor. No porque no confiara en ellas pues, a diferencia de Lance, ellas nunca la traicionarían, sino porque no quería que sus mejores amigas supieran que era todavía más patética de lo que creían. Cuando llegaron a la cresta del acantilado que dominaba el cañón, a Georgie le faltaba el aliento.

Los últimos restos del frío matutino se habían esfumado, y se veía la costa desde la bahía de Santa Mónica hasta Malibú. Se detuvieron para quitarse las chaquetas y atárselas a la cintura. Sasha sacó dos barritas de caramelo y le ofreció una a Georgie intentando que pareciera un acto casual, pero Georgie la rechazó.

– Ya he desayunado, de verdad.

– Sí, claro, una cucharada de yogur -comentó April.

– No, uno entero. Ya como más, en serio.

Ellas no le creyeron.

– Pues yo me muero de hambre -comentó Sasha.

Mientras ésta mordía su barrita de caramelo, ni Georgie ni April hicieron ningún comentario acerca de que Sasha Holiday, la fundadora del centro de salud Holiday Healthy Eating, prefiriera comer un Milky Way a una pieza de fruta o una barra energética de las que comercializaba su centro. En privado, Sasha era una adicta a la comida basura, pero eso sólo lo sabían ellas. Además, no se le notaba en el cuerpo.

Sasha guardó el envoltorio debajo de su camiseta blanca y elástica, donde formó un bulto.

– Reflexionemos sobre este asunto. Quizá no sea tan mala idea que te veas con Bram. Lo que está claro es que llamará la atención de todo el mundo y evitará que hablen de Lance y Santa Jade. -Dio otro mordisco a la barrita-. Además, Bram Shepard sigue siendo el tío malo más atractivo de la ciudad.

Georgie odiaba oír nada que fuera siquiera remotamente halagador acerca de Bram.

– Pues en las taquillas no resulta nada atractivo -contestó-. Además, tuve suerte de que su camello no se presentara mientras comíamos.

Sasha sujetó la barrita con los dientes y se colocó detrás de Georgie para abrir la mochila y sacar las botellas de agua.

– Trev me ha contado que hace años que Bram no se droga.

– Trev es muy crédulo. -Georgie abrió su botella-. No hablemos más de Bram, ¿de acuerdo? No permitiré que me estropee la mañana. -Ya le había estropeado bastantes cosas, pensó.

Anduvieron los siguientes cuatro kilómetros por un cortafuegos que transcurría entre plátanos, robles y laureles. Georgie disfrutó de la sensación de privacidad. Llegaron al cauce de un arroyo y Sasha realizó unos estiramientos.