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»Quería poder, quería imponerse a los demás. Lo intentó pero no consiguió dominar a sus hermanos. Paladine era demasiado enérgico, y Gilean estaba demasiado abstraído. Por esto nosotros, los irdas, creemos que fue a instigación de Takhisis que el mundo de Krynn y toda la vida en este plano se crearon.

»Takhisis sabe ser encantadora y muy lista cuando se lo propone, y fue a sus hermanos mayores con la idea de crear un mundo y espíritus que lo habitaran. Con Paladine hizo hincapié en cómo estos espíritus traerían el orden a un universo que, de otra manera, seguiría siendo caótico. Hacía tiempo que a Paladine lo venía incomodando el hecho de que sus existencias no tuvieran propósito alguno, ningún significado. A él y a su consorte, Mishakal, les complació la idea de este cambio y dieron su consentimiento.

»—Supongo que le habrás hablado a Padre sobre esto —dijo Paladine—, y que habrás obtenido su permiso.

»—Por supuesto, mi querido hermano —contestó Takhisis.

»Paladine debería haber sabido que su hermana mentía, pero estaba tan ansioso de poner orden en el universo que cerró los ojos a la verdad.

»Takhisis fue a ver a Gilean y le habló de las oportunidades para el estudio, una ocasión de ver cómo otros seres que no fueran ellos reaccionaban ante diferentes situaciones.

»A Gilean le resultó interesante esta idea. Al no tener consorte (no tenemos noticia de lo que ocurrió con ella), Gilean consultó con Zivilyn, un dios que venía de otro de los planos inmortales al que se lo llamaba simplemente Más Allá. Se dice que Zivilyn existe en todos los planos y en todos los tiempos.

»Zivilyn miró delante y miró detrás. Miró a su izquierda y a su derecha. Miró arriba y miró abajo, y finalmente declaró la idea como buena.

»En consecuencia, Gilean aceptó.

»—Por supuesto, habrás mencionado este asunto a Padre —dijo Gilean como si se le hubiera ocurrido de pronto, sin siquiera alzar la vista de su libro.

»—Desde luego, mi querido hermano —contestó Takhisis.

»Gilean sabía que Takhisis mentía, ya que Zivilyn le había advertido que lo haría. Pero la oportunidad de obtener conocimientos era una tentación demasiado grande, así que Gilean cerró los ojos a la verdad.

»Habiendo obtenido el consentimiento de sus hermanos, Takhisis puso en marcha su plan.

»En Más Allá vivía un dios llamado Reorx. No se sabe mucho sobre su pasado, aunque hay rumores de que alguna horrible tragedia lo había llevado a rehuir la compañía de otros inmortales. Vivía solo en su plano, en su forja, pasando el tiempo en crear cosas bellas y horrendas, maravillosas y terribles. La creación era su único placer. Ninguno de los objetos que creaba tenía utilidad y, una vez que estaban terminados, simplemente los arrojaba a un lado. Todavía los vemos, pues alguno cae de vez en cuando al suelo. Se conocen como estrellas fugaces.

»Takhisis fue a ver a Reorx y alabó sus creaciones.

»—Pero ¡qué pena —dijo— que tengas que tirarlas! Tengo un plan en mente. Crearás algo que no te aburrirá, sino que te ofrecerá nuevos retos cada día de tu vida inmortal. Crearás un mundo y lo poblarás con espíritus a los que enseñarás todas las artes que conoces.

»La idea cautivó a Reorx. Por fin su interminable creación tendría una utilidad, un beneficio. Aceptó de buena gana.

»—Habrás aclarado este asunto con Padre, ¿no? —preguntó a Takhisis.

»—No habría venido de no ser así —contestó ella.

»Reorx —sencillo y sin doblez— no tenía ni idea de que Takhisis estaba mintiendo.

»Los dioses se reunieron: Paladine, Mishakal y sus hijos; Gilean y su única hija natural, junto con sus hijos adoptivos; y Takhisis, su consorte, Sargonnas, y sus hijos. Reorx llegó, instaló su forja y, en medio de la oscura e interminable noche de Caos, colocó un trozo de metal fundido al rojo vivo y dio el primer golpe con su martillo.

»En ese momento, los dos hermanos fueron obligados a abrir los ojos.

»Takhisis no había consultado a Caos, Padre de Todo y de Nada. Consciente de que se opondría a su plan para poner orden en el universo, había mantenido su plan deliberadamente en secreto para él. Y no cabe duda de que sus hermanos lo sabían.

»Caos podría haber destruido a sus hijos y a su juguete allí mismo, en ese instante, pero, como haría cualquier padre, decidió que sería mejor darles una lección.

»—Crearéis el orden, en efecto —tronó—, pero me ocuparé de que el orden engendre discordia, tanto entre vosotros como entre aquellos que habiten vuestro mundo.

»No se podía hacer nada para cambiar lo que había pasado. Las chispas que hizo saltar el martillo de Reorx ya se habían convertido en estrellas. La luz de las estrellas había dado vida a los espíritus vivientes. El propio Reorx forjó un mundo en el que estos espíritus pudieran morar.

»Y fue entonces cuando la maldición de Caos se puso de manifiesto.

»Takhisis quería que los recién creados espíritus estuvieran bajo su control a fin de dominarlos y obligarlos a hacer su voluntad. Paladine quería tener a los espíritus bajo su control con intención de criarlos y conducirlos por los caminos de la rectitud. Gilean no veía ventaja en ninguna de las dos opciones, en un sentido académico. Quería que los espíritus permanecieran libres para que pudieran elegir el camino que quisieran tomar. De ese modo, el mundo sería mucho más interesante.

»Los hermanos pelearon. Sus hijos y dioses de otros planos fueron arrastrados a la batalla. Empezó la Guerra de Todos los Santos.

»El Padre de Todo y de Nada se rió, y escuchar su risa fue horrible.

»Finalmente, Paladine y Gilean se dieron cuenta de que la batalla podía destruir todo lo creado. Aliaron sus fuerzas contra las de su hermana y, aunque no alcanzaron una victoria completa, por fin la forzaron a llegar a un acuerdo. Ella accedió de mala gana a que los tres gobernaran el nuevo mundo juntos, manteniendo un equilibrio entre ellos. De este modo esperaban terminar con la maldición que su Padre, Caos, les había echado.

»Los tres dioses decidieron que cada uno de ellos regalaría a los espíritus unos dones que les permitirían vivir y prosperar en el mundo recién forjado.

»Paladine dio a los espíritus la necesidad de control. Así trabajarían para obtener control sobre su entorno y traer el orden al mundo.

»Takhisis dio a los espíritus ambición y deseo. Los espíritus no sólo controlarían el mundo, sino que constantemente buscarían mejorarlo... y mejorarse a sí mismos.

»Gilean les otorgó el don de la elección. Cada uno tendría libertad para tomar sus propias decisiones. Ningún dios poseería un poder absoluto.

»Todos estos dones eran buenos, ninguno malo... a menos que se llevaran a extremos. La necesidad de control, llevada al extremo, conduce al miedo por el cambio, la supresión de ideas nuevas, la intolerancia de cualquier cosa diferente.

»La ambición, llevada al extremo, conduce a la determinación de alcanzar el poder a toda costa, a la esclavitud. Los deseos pueden convertirse en obsesiones y llevar a la gula, la lujuria, la avaricia y la envidia.

»La libertad llevada hasta su extremo es anarquía.

»Los espíritus adquirieron forma física, brotando de la imaginación de los dioses. De la mente de Paladine surgieron los elfos, su raza ideal. Disfrutan controlando el mundo físico, dándole forma a su antojo. Viven largo tiempo y cambian poco.

»Takhisis imaginó una raza de criaturas de una belleza absoluta, todas tan ambiciosas y egoístas como ella misma. Éstos fueron los ogros y, al acrecentarse sus apetitos, su belleza se consumió. Pero son extraordinariamente fuertes y muy poderosos.

»Puede decirse que nosotros, los irdas, somos creación de Takhisis ya que fuimos los ogros originales. Vimos lo que le estaba ocurriendo a nuestro pueblo, y algunos de nosotros nos volvimos hacia Paladine, suplicándole ayuda. Nos dio capacidad para separarnos de la Reina Oscura, pero fue a un alto coste. No podíamos vivir en contacto con otras razas o sucumbiríamos a la tentación y caeríamos de nuevo. Seríamos unos seres aislados, solitarios, que al disfrutar del aislamiento perpetuaríamos nuestra propia soledad. Incluso unirnos para tener progenie nos resultaría difícil, de manera que nuestro pueblo nunca sería numeroso. Aceptamos todas estas condiciones a fin de escapar del destino de nuestros hermanos. Y, así, el mundo no sabe nada de nosotros... o lo que cree saber es falso.