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»—En estofado, tal vez. —Chislev suspiró—. Aun así, tienes razón. He visto la agitación creciente entre las razas, y también a mí me ha preocupado. He hablado con Gilean, ¡pero ya lo conoces! Nunca levanta la vista de ese libro. Siempre está escribiendo, escribiendo, escribiendo.

»—Pues intenta hablar con Takhisis y verás —dijo Hiddukel con gesto desdeñoso—. O está por ahí con Sargonnas, observando cómo los minotauros se machacan la cabeza unos a otros, o está ocupada provocando plagas, hambruna, inundaciones o cualquier cosa que se te ocurra pensar. Ya no tiene tiempo para los de nuestra condición.

»—¿Qué sugieres que hagamos? Presumo que tienes un plan.

»—¿Acaso no lo tengo siempre, mi querida amiga amante de los árboles? Si la Neutralidad fuera la fuerza dominante en el mundo, entonces el equilibrio sería constante, jamás se perturbaría. ¿Estás de acuerdo?

»—Supongo que sí —contestó Chislev con cautela, sin confiar en Hiddukel pero incapaz de argumentar en contra de su planteamiento—. Pero no veo qué...

»—¡Ah! Ve a hablar con Reorx y pídele que cree una gema que guarde en su interior la esencia pura de la Neutralidad. Esta gema servirá de pilar a la posición neutral, que así se convertirá en la fuerza mayor de Krynn, superando a los dos extremos opuestos. Estarán dominados por el centro, incapaces de desviarse mucho de él.

»—¿Y qué hacemos con esa joya una vez que haya sido creada? ¿Dártela para que la guardes a buen recaudo? —Chislev era una diosa afable, pero tenía tendencia a mostrarse sarcástica, sobre todo con Hiddukel.

»—¡Cielos, no! —El dios parecía espantado—. ¡No querría tener semejante responsabilidad! Lo más razonable sería entregársela a uno de los vuestros para que la guarde, ¿no?

»Chislev miró a Hiddukel fijamente, pero el dios soportó su escrutinio con una expresión de total inocencia, mostrando una sincera preocupación por el destino del mundo. Se rumorea que la propia Takhisis ha salido perdiendo en muchos tratos con Hiddukel.

»El resultado de esta conversación fue que Chislev salió de su bosque y recorrió el mundo en forma de mortal. Lo que vio le causó gran desasosiego. Forjas de acero ardían al rojo vivo en medio de la noche; los elfos pulían sus recién adquiridas espadas; los humanos contaban sus ganancias; los ogros hacían prácticas como si cortaran cabezas. Afligida, Chislev decidió que había que hacer algo.

»Se planteó hablar del asunto con su consorte, Zivilyn, el dios que podía ver todos los planos, en todo momento, futuro y pasado. Pero Chislev sabía por experiencia que era difícil obtener un "sí" o un "no" sin rodeos como respuesta de Zivilyn, que siempre estaba decidiendo hacer una cosa, para después mirarla desde otro ángulo y cambiar de parecer una y otra vez hasta que por fin acababa sin hacer nada.

»Este asunto necesitaba acción, y Chislev estaba decidida a emprender alguna. Fue a ver a Reorx.

»Ninguno de los dioses visitaba nunca a Reorx, una de las razones por las que pasaba tanto tiempo de compadreo con los humanos. Se quedó sorprendido y se sintió complacido por la visita, máxime tratándose de alguien de belleza tan delicada y temperamento tan dulce como Chislev.

»Ella, por su parte, se quedó impresionada por la amabilidad y atención de Reorx, que iba de acá para allá por su desordenada morada preparando pasteles, tropezando con los muebles, tirando la tetera, ofreciéndole cualquier cosa del universo que deseara tomar.

»Chislev sintió una punzada de remordimiento pues comprendió la soledad del dios, y se reprochó el haber descuidado su trato. Prometiéndose que lo visitaría más a menudo en el futuro, Chislev se tomó el té y planteó su petición.

»Reorx accedió de muy buena gana. ¿Que quería una gema? Pues la tendría. ¡Un centenar de ellas! ¡Las mejores del universo!

»Chislev, sonrojada, contestó que sólo quería una gema, una gema corriente, una gema que guardara en su interior la esencia de la Neutralidad.

»Reorx se atusó la barba y frunció el entrecejo, pensativo.

»—¿Y qué sería eso exactamente?

»—Vaya, pues... —Chislev parecía algo perpleja—. La esencia de la Neutralidad sería... eh...

»—¿El Caos? —sugirió Reorx.

»Chislev consideró el asunto, echando miradas a su alrededor con cierto temor, no fuera a ser que el Padre de Todo y de Nada —la encarnación del Caos— estuviera escuchando por casualidad.

»—¿Crees que podríamos apoderarnos de una pequeña parte? No demasiado, sólo lo suficiente para afianzar la Neutralidad en este mundo.

»—Considéralo hecho, señora —dijo Reorx con magnífico aplomo—. ¿Dónde he de entregar esta gema?

»Chislev había cavilado largo y tendido acerca de esto.

»—Entrégasela a Lunitari. Se encuentra más cerca del mundo, y está continuamente involucrada con los mortales y sus acciones. Será la más indicada para guardarla.

»Reorx aceptó, le besó la mano, tropezó con un escabel, derramó su taza de té y, con el rostro rojo como la grana, se marchó al punto hacia su forja.

»Chislev, disipadas sus preocupaciones, regresó a su bosque de buena gana.

»No se sabe cómo consiguió Reorx apoderarse de un fragmento de Caos e introducirlo en la gema, pero, por lo que ocurrió después, evidentemente fue capaz de hacerlo. Creó lo que llamó la "Gema Gris" y, cuando estuvo terminada, se la llevó a Lunitari para que la guardara a buen recaudo. La diosa se sintió atraída por la gema de inmediato, y la puso en el centro de la luna roja. Rara vez la perdía de vista, pues la piedra tenía el extraño efecto de hacer que cualquiera que la mirara la codiciara.

»Esto incluía, desafortunadamente, al creador de la joya, Reorx. Después de habérsela entregado a Lunitari, el dios se quedó desconcertado al descubrir que había soñado con la piedra todas las noches. Lamentando haberse desprendido de ella, fue a ver a Lunitari y le pidió humildemente que se la devolviera.

»Lunitari rehusó. También ella soñaba todas las noches con la joya y le gustaba despertar y verla brillando en la luna roja.

»Reorx se enfadó y soltó pestes, y finalmente dio con el modo de recuperar la Gema Gris para sí mismo. Adoptó forma de mortal y apareció entre la raza que había creado, los gnomos. Eligió a uno de ellos, cuyas invenciones habían sido de las menos destructivas para la vida, partes del cuerpo y bienes de valor, y le mostró —en un sueño— la Gema Gris.

»Ni que decir tiene que el gnomo deseó la joya más que cualquier otra cosa en Krynn, con la posible excepción de un destornillador de múltiples cabezas movido por vapor. Como esto último era inalcanzable (estaba atascado en comités), el gnomo decidió apoderarse de la Gema Gris. Qué fue lo que tuvo que hacer está reseñado en otras historias, pero en el intento de recuperación había involucrada una escala extensible, varios tornos y poleas, una red mágica, y un pequeño empujoncito por parte de Reorx.

»Baste decir que el gnomo capturó la Gema Gris, apresándola en la red mágica mientras Lunitari estaba al otro lado del mundo.

»—Es justo lo que necesito —dijo el gnomo, mirando la piedra con admiración—, para dar potencia a mi cuchilla rotatoria, combinación de cortador de encurtidos y recortador de barbas. —El gnomo estaba a punto de poner la gema en su invento cuando apareció Reorx bajo el disfraz de un colega gnomo y la exigió para sí mismo.

»Los dos pelearon y, durante la trifulca, la Gema Gris se escabulló de la red y escapó.

»Ésta fue la primera indicación de que la Gema Gris era algo más de lo que Reorx, Lunitari, el gnomo o cualquier otro habían imaginado.

»Reorx contempló, pasmado, cómo la joya se alejaba por el aire. Fue en su persecución (al igual que el gnomo y una multitud de parientes suyos), pero ninguno fue capaz de capturarla. La Gema Gris campó por sus respetos por todo Krynn, causando estragos a su paso. Alteró animales y plantas, afectó la ejecución de conjuros de los hechiceros, y se convirtió en un considerable fastidio.