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– Sí, seguro. Pero quiero que me traigas una cosa. ¿Te importa?

– Por supuesto que no. ¿El qué?

Ella señaló con el dedo índice.

– En la salita, en mi mesa, hay una caja con una tapa de seda. Dentro, hay una llave.

Turner arqueó las cejas intrigado, pero siguió sus indicaciones.

– ¿La caja verde? -gritó, desde la salita.

– Sí.

– Aquí está -dijo, mientras entraba en la habitación llave en mano.

– Ahora, si vuelves a la mesa, encontrarás una caja de madera muy grande en el último cajón.

Turner volvió a la salita.

– Ya está. Jesús, cómo pesa. ¿Qué guardas aquí? ¿Piedras?

– Libros.

– ¿Libros? ¿Qué clase de libros son tan especiales que tienen que estar encerrados bajo llave?

– Mis diarios.

Turner regresó a la habitación con la caja de madera en las manos.

– ¿Escribes un diario? No lo sabía.

– Fue una sugerencia tuya.

Él se volvió.

– No es verdad.

– Sí. Me lo dijiste el primer día que nos conocimos. Te hablé de Fiona Bennet y de lo mala que era y me dijiste que escribiera un diario.

– ¿En serio?

– Ajá. Y recuerdo exactamente lo que dijiste. Te pregunté por qué debería hacerlo y me respondiste: «Porque algún día crecerás y tu belleza igualará la inteligencia que ya posees. Y entonces podrás leer el diario y ver lo estúpidas que son las niñas como Fiona Bennet. Y te reirás cuando recuerdes que tu madre decía que las piernas te nacían de los hombros. Y quizá me reserves una pequeña sonrisa cuando recuerdes la agradable conversación que hemos tenido hoy».

Él la miró boquiabierto mientras empezaba a recordar pedazos de aquella conversación.

– Y tú dijiste que me reservarías una gran sonrisa.

Ella asintió.

– Memoricé lo que dijiste palabra por palabra. Fue lo más bonito que me habían dicho en la vida.

– Dios mío, Miranda -suspiró él, asombrado-. Realmente me quieres, ¿verdad?

Ella asintió.

– Desde ese día. Trae, dame la caja.

Turner dejó la caja en la cama y le dio la llave. Ella la abrió y sacó varios libros. Algunos tenían las tapas de piel y otros estaban forrados con papel de flores muy femenino, pero cogió el más sencillo, una libreta parecida a las que Turner usaba cuando era estudiante.

– Éste fue el primero -dijo, mientras lo abría por la primera página con mucha delicadeza-. Te he querido desde entonces. ¿Lo ves?

«2 de marzo de 1810

Hoy me he enamorado.»

A Turner le resbaló una lágrima por la mejilla.

– Yo también, mi amor. Yo también.

Julia Quinn

Durante su año superior en la Universidad de Harvard, Julia Quinn (más conocida en el ciberespacio como JulieQ) comprendió que no sabía lo que deseaba hacer con su vida. Esto la deprimió. Conseguir un trabajo parecía demasiado difícil. No tenía inconveniente en tener un trabajo, pero no sabía cómo obtener uno.

La única opción era (después de sopesar diversas Facultades) la Facultad de Medicina. Resultó que pasaron dos años antes de que pudiera entrar en la Facultad de Medicina ya que tenía que tomar todas esas molestas clases de ciencia para poder solicitar la vacante (ella tenía un título en Historia del Arte). Necesitaba encontrar algo que hacer durante ese tiempo. Fue cuando miró el libro que estaba leyendo: Era una novela romántica. «Yo podría escribir una», pensó.

Y eso fue lo que hizo. Dos años después, justo cuando Julie estaba decidiendo entre la Universidad de Medicina de Yale y la Universidad para Médicos y Cirujanos de Columbia, su agente llamó para decirle que sus dos primeros libros, Splendid y Dancing at Midnight, eran objeto de una intensa guerra de ofertas entre dos editoras.

Así que postergó por un año la Facultad de Medicina y escribió Minx. Luego postergó la Facultad de Medicina otro año y escribió Everything and the Moon.

Entonces se puso un poco nerviosa y pensó que quizá debería hacer un intento en la Facultad de Medicina. Unos meses después, comprendió que debía haber experimentado un ataque de locura temporal, se retiró de la Facultad de Medicina y escribió Brighter Than The Sun. A este libro le siguieron To Catch An Heiress y How To Marry a Marquis, que fue aclamada por la crítica.

El estilo de escritura de Julie ha ganado rápidamente una reputación por su cordialidad y su humor, y su diálogo está considerado como uno de los mejores en la industria. Ha sido tema de una reseña en la revista Time (una rareza entre escritores del romance).

Julia Quinn actualmente vive con su marido Paul en el noroeste del Pacífico.

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