Y proseguía el canto: era una invocación al Dios creador, a la Luz. Se hizo el silencio. Aquellos seres de mundos diversos permanecieron un rato ensimismados. Nadie se movía. Finalmente Azzlem hizo un gesto con la mano y la multitud empezó a abandonar la sala.
— No sabía — dije a Souilik — que hubierais convertido a vuestra religión a todas esas humanidades.
— Pero, ¡es que no las hemos convertido! No ha habido evangelización. Esta música fue compuesta siglos atrás por Rienss, nuestro genio musical número uno. Sus notas bastan para hacernos entrar en trance y se da el caso que actúa asi mismo sobre las demás humanidades. ¿Acaso tú no has sentido nada?
— No. Ni creo que vuestro himno haya afectado lo más mínimo a los Sinzúes.
— No digas tal cosa, o por lo menos ahora, ya que mis compatriotas son muy susceptibles en este punto. Los Hombres-Insectos dijeron lo mismo y, al principio, eso les acarreó serias dificultades. Incluso se habló de excluirles por ello de la liga. Claro que vuestro caso es distinto. Sois nuestra última esperanza en la lucha contra los Misliks.
El Consejo duró once dias más, pero no hubo más sesiones plenarias, hasta el último día. Los trabajos se desarrollaron en diversas comisiones técnicas, en varias de las cuales participé como delegado hiss. Después de la ceremonia de clausura regresamos a Ela, mientras, con gran pesar mió, los Sinzúes se quedaban en Ressan.
Reanudé mi vida anterior. Seguí viviendo en casa de Souilik y todos los días, con Assza y Szzan, me dediqué a interesantes experimentos de biología comparada, en los laboratorios de la Casa de los Sabios. Assza consiguió reproducir artificialmente la radiación mislik. Jamás pude comprender con claridad la naturaleza de este rayo, pero puedo afirmar que nada tiene que ver con las radiaciones electromagnéticas.
Me había aclimatado perfectamente a la vida de Ela. Hablaba con bastante corrección el idioma hiss, lo que me permitía prescindir del uso continuo del amplificador, tenía amigos, relaciones y un trabajo interesante. Como miembro extranjero, formaba parte de la «Sección de biología aplicada a la lucha antimislik» y como tal colaboraba con Szzan v Rassenok Y dirigía un equipo de diez jóvenes biólogos hiss. Hasta tal punto había llegado mi adaptación a la vida eliense, que un día en el laboratorio, hablando con Assza, me referí a «nosotros los Hiss»… lo que provocó una risotada general.
Un mes después llegó la astronave Sinzu y tuve la satisfacción de contar en mi equipo con la colaboración do Ulna y Akeion.
Mi jornada transcurría por lo general de la siguiente manera:
Al salir lalthar, después de desayunar en compañía de Souilik, me dirigía al laboratorio. Al llegar, pasaba antes por el astronave a recoger a Ulna y a su hermano. Trabajábamos hasta medianoche y comíamos, ya en la Casa de los Extranjeros ya en el astronave, cosa que ocurría con harta frecuencia. Después volvíamos al laboratorio y permanecíamos allí hasta dos horas antes de la puesta del sol. Si el tiempo era bueno, íbamos a bañarnos en la bahía. Souilik y Essine se unían a nosotros frecuentemente en ese momento. Los Hiss son unos maravillosos nadadores, basta decir que Souilik hizo varias veces los cien metros en cuarenta y siete segundos, ridiculizando, sin esfuerzo, nuestro record mundial.
Tanto los Hiss como los Sinzúes practican normalmente los ejercicios físicos y, aunque mucho menos robustos que nosotros, nos superan en agilidad y elasticidad. Cansado de verme vencido en natación, carreras a pie y saltos, introduje el lanzamiento del peso, disco o jabalina, o, para ser más exacto, resucité la práctica de estos ejercicios, pues al parecer los Hiss habían practicado tiempo atrás deportes parecidos a éstos.
Por la noche regresábamos a casa en nuestro reob. Souilik me enseñaba a reconocer las estrellas de aquel cielo y a veces permanecíamos hasta muy avanzada la noche contemplándolas.
Mientras nuestro equipo se dedicaba a buscar los medios para proteger a los Hiss de la radiación Mjjslik, Souilik y otros centenares de jóvenes comandantes de ksills se entrenaban en el manejo de las armas que debían utilizar en la gran lucha. Una isla del Mar Verde fue evacuada y sufrió un auténtico diluvio de los más diversos proyectiles variando desde la bomba atómica — modelo muy parecido al terrestre — hasta unos artefactos de destrucción que, afortunadamente, desconocemos en la Tierra, cuyos efectos ya describiré más tarde.
Un día recibí orden de aprender a manejar un ksill. Esta fue para mí una difícil tarea que me tuvo ocupado durante unos tres meses. Dirigir un aparato de ésos, no es en sí más difícil que conducir un reob.
La dificultad estriba en el paso del ahun. No conseguí más que un título de segunda clase, pero el caso es que aprendí a pasar el ahun, aunque sin ir más allá del cuarto Universo, ya que, para alejarme más, precisaba de unos conocimientos en matemáticas que, la verdad, no poseo.
Debo reconocer que nada he comprendido en la teoría del ahun y mi forma de llevar el ksill puede compararse con la de aquellas damas terrestres que, manejando aceptablemente su automóvil, desconocen lo más elemental del motor de explosión.
Aunque pueda parecer extraño, me resultó mucho más fácil conducir — como hice más tarde — la astronave sinzu. Yo lo atribuyo a que su teoría del paso del ahun — que ellos llaman Roor — difiere mucho de la de los Hiss. Ni siquiera tienen la seguridad de que se trate del mismo ahun, pues un ksill y la astronave navegando juntos en el espacio y atravesando el ahun simultáneamente y permaneciendo en él el mismo tiempo, no se encuentran en el mismo lugar cuando emergen. En trayectos largos, la diferencia puede alcanzar hasta un cuarto de año-luz.
Recuerdo perfectamente una noche de este período en que, excepcionalmente, Souilik, Essine y yo nos habíamos quedado para pernoctar en la Casa de los Extranjeros. Estábamos sentados en la playa esperando la llegada de Ulna y Akeion.
Souilik acababa de anunciarme su próxima boda con Essine, boda en la que debía interpretar el papel de «Steen-Setan», cuando Ulna llegó sola y se sentó a mi lado. El cielo era de una claridad extraordinaria y las estrellas brillaban en gran cantidad. Souilik me formuló varias preguntas y tuve que enseñarle a Oriabor, de un amarillo rojizo, Schessin-Siafan, rojo vivo, a Beroe, azulado, los tres pertenecientes a la constelación de Sissan-tor, etc.
— Ahora no vuelvas la cabeza: ¿Cuál es la gran estrella azul intenso que debe brillar detrás de ti, a unos treinta grados en el horizonte?
— ¡Kalvenault! — dije en tono de triunfo y volviéndome para verificar mi afirmación —. Aunque a decir verdad — añadí —, la encuentro menos azul que otras veces.
— Verás, eso depende un poco de su altura en el horizonte — dijo sin mirar —. Yo estuve una vez sobre un planeta de Kalvenault y puedo asegurarte que, aunque inhabitada, es extraordinariamente bella.
En aquel momento llegó Akeion acompañado de varios Sinzúes y nos pusimos a hablar de otras cosas.
Después, a menudo he pensado que debí ser el primero en observar la anomalía de Kalvenault, pues para ser una estrella muy próxima y archiconocida de todos, los Hiss la contemplan muy pocas veces, por considerar que ya no podía descubrirles nuevos secretos.