Salí en «reob» con Essine y Ulna. Supe que Mis-san había sido muy buen estudiante y que Azzlen hubiese querido alejarle de la guerra, pero las leyes eran formales, en caso de alerta ningún voluntario podía ser rechazado y Missan se había presentado voluntario.
Era huérfano de padre y madre, pero tenía una hermana, Assila, «ingeniero» en una gran fábrica de alimentos.
Su casa estaba situada en la isla de Bressié, a seiscientos brunns al norte de la «Casa de Jos Sabios». Olvidé decirte que en Ela no hay continentes pero sí una gran cantidad de islas de superficie varia, entre la de Australia y la isla de Jersey, sin contar los islotes. Mi nuevo «hogar» era una casita roja situada en una colina cara al mar.
Essine me presentó a mi «hermana», una chica de piel verde claro y de mirada extraña: sus ojos en vez de ser gris verde, como acostumbran a ser los de los Hiss, eran de un color esmeralda. Me acogió como si verdaderamente fuese su hermano, con las manos en copa delante de la cara, saludo que sólo se usa entre los miembros de una misma familia.
Los funerales Hiss son de una sencillez impresionante. El cuerpo de Missan fue colocado sobre una plataforma de metal delante de su casa, bajo el cielo. Un sacerdote Hiss pronunció unas breves oraciones. Luego, guiado por Essine, cogí de la mano a Assila, nos acercamos y movimos conjuntamente una palanca, dimos un paso atrás. Se produjo una llamarada y la plataforma quedó vacía. El sacerdote se volvió hacia los asistentes y dijo:
— ¿Dónde está Missan?
— Se fue hacia la Luz — contestaron. Y eso fue todo.
Siguiendo la costumbre permanecí cinco días en la casa. Ulna y Essine se marcharon por la noche y me quedé solo con Assila. Aunque parecía tranquila yo estaba seguro de que sufría, y no sabía qué decirle, ignorando lo que se solía decir en tales circunstancias. Entonces comprendí cuan superficial era mi asimilación. Anduve solitario por la casa furioso contra mí mismo y contra esta costumbre Hiss.
Las horas pasaron y no me decidí a acostarme en aquella cama que de ahora en adelante sería la mía. Todo estaba silencioso. Assila estaba sentada en la sala común y ni un sonido salió de su boca. Me senté frente a ella y así pasamos la noche.
Al llegar el día, habló. Sin lágrimas, sin llanto, me hizo el relato de la vida de «nuestro hermano», tan bueno, inteligente y que el destino se había llevado para siempre en su primer combate; ya eran once los familiares muertos en la lucha contra los Misliks. Tenía grandes remordimientos por no haberle acompañado y no haber muerto allí con él. Recordaba sus éxitos en la Universidad, los juegos de su infancia y su primer amor. Y de todo no quedaba nada. Sólo aquella frase sagrada:
«Se fue hacia la luz»…
A medida que iba hablando, las barreras que me separaban aún de los Hiss se derrumbaron. Me hablaba con palabras que había podido pronunciar cualquier mujer de la Tierra y ello me hizo comprender que en todo el Universo las penas y las angustias eran las mismas. Encontré palabras de consuelo y olvidé completamente los millones de años-luz que nos separaba. Luego, con la sangre fría de los Hiss, se levantó y preparó nuestra comida.
Me quedé junto a ella cuatro días más y luego regresé a la Península de Essanthem. Cada ocho días iba a ver a Assila y poco a poco consideré aquella casa como la mía. Tengo la seguridad de que ahora, de vez en cuando, Assila, «mi hermana», pregunta a los Sabios si volveré pronto.
Mientras tanto, los planetas Seis y Siete habían sido limpiados de Misliks, pero desgraciadamente era demasiado tarde para Kalvenault, que se iba apagando poco a poco. Los escasos Misliks que habían logrado escapar a algún planeta helado de El-Toea, fueron exterminados con la suficiente prontitud para salvar aquel sol. En cuanto a Asselor, no poseía planetas y su espectro recuperó su forma normal sin que ningún sabio pudiese explicarse el motivo.
Es una suerte que para vivir los Misliks deban tomar contacto a menudo con un planeta. Pueden muy bien vivir en el Espacio, pero sólo por algunas horas. ¿Cómo se las arreglan para pasar de una estrella a otra y sobre todo de galaxia a galaxia? Todo esto es aún un profundo misterio. Todos los intentos de localizarlos en el «ahun» han sido inútiles.
Algunos científicos opinan que pueden existir varios ahuns de los que los Hiss utilizan uno, los Sinzúes otro y los Misliks un tercero. Personalmente no opino, pero me parece carente de sentido creer que puedan existir tres «nadas» distintas.
En los medios allegados a la Casa de los Sabios se empezó a comentar un gran proyecto. Tardé en saber de qué se trataba. Ni Souilik ni Szzan estaban al corriente, Assza se había vuelto como quien dice mudo y Ulna estaba tan poco informada como yo. Volvió la astronave Sinzu acompañado de otros veintinueve aparatos que aterrizaron en la isla Tnoss, a poca distancia de la «Casa de los Sabios». Estuvieron poco tiempo y despegaron con rumbo a Ressan para dejar allí a cinco mil Sinzúes que formarían la nueva colonia de Elarbor. Sólo se quedaron en Ela, Helon, Akeion, Ulna y la tripulación del Tañían. Ela estaba exclusivamente reservada a los Hiss y fue para Ulna y su familia un gran privilegio el poder quedarse allí. Para mi no había caso, ya que era un Hiss.
Por fin me pusieron al corriente del gran proyecto: se trataba de enviar un ksill de reconocimiento a una galaxia maldita, o sea, repleta de Misliks. Había sido elegida una galaxia situada más allá del Universo de los «Kaiens», los gigantes de ojos pedunculados.
La expedición al planeta Siete ya me había parecido arriesgada, pero atacar a los Misliks en sus propios dominios, me parecía una locura, sobre todo cuando Azzlem me dijo que contaba conmigo y con dos o tres Sinzúes para hacer el vuelo de reconocimiento. A pesar de mis experiencias pasadas, no me podía acostumbrar a la idea del «ahun»: considerado bajo este punto de vista el viaje hacia la galaxia maldita no era ni más largo ni más peligroso que el que nos llevó al Siete de Kalvenault.
Luego pareció que el proyecto había sido abandonado. Volví a hacer mi vida normal entre el laboratorio de biología, la Casa de los Extranjeros, la de Souilik y la «mía». Souilik había vuelto de un viaje en el «ahun» del que no habló. Supe por Essi-ne que volvía del mundo de los Kains, pero aseguró que este viaje no tenía nada que ver con el gran proyecto. Estuve algún tiempo sin verle, ya que viajaba de un universo a otro cumpliendo misiones, el Tsalnn despegó a su vez hacia Ressan dejando en Ela a Akeion y Ulna, que trabajaban conmigo. Durante mis vacaciones obligatorias — tres días cada mes —, visité con Ulna y Essine el planeta Ela. Y así tuve una Idea de la agricultura y de la industria Hiss, de las que hasta aquel momento no me había preocupado lo más mínimo.
En una franja por ambas partes del ecuador los Hiss cultivan un cereal arborescente que alcanza unos diez metros de altura. De este cereal obtienen la harina para la elaboración de sus bizcochos. Un poco al norte y al sur de estas franjas crecen plantas varias, casi todas industriales, que proporcionan productos cuya obtención sintética sería demasiado costosa.
El resto del planeta es semisalvaje o reservado para las viviendas, excepto los polos donde se ha concentrado toda la industria, a excepción de las minas. Los Hiss explotan intensamente los océanos que cubren las tres cuartas partes del planeta; un día tuve ocasión de bajar y visité las praderas, cultivos submarinos y las instalaciones pesqueras.
Su principal fuente de energía es la disociación de la materia, una disociación llevada hasta un extremo que no podemos imaginar siquiera. No emplean, como empezamos a hacerlo, lo que constituye el núcleo del átomo sino los elementos de los elementos que lo constituyen, lo que podríamos llamar los infranúcleos.