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El plagio es un azote que padecen todos los editores, aunque no se produce tan a menudo como cabría suponer, al menos en el género de la ciencia ficción.

Authentic, siempre amena, gozaba de una buena clientela. Las escasas quejas se debían a que Bert Campbell ponía demasiado énfasis en los artículos científicos. Con Tubb al mando, tales artículos fueron eliminados muy pronto, o al menos reducidos al mínimo. El próximo cambio se hizo patente de inmediato. Authentic se imprimía en formato de libro de bolsillo, puesto que había nacido como una serie de novelas en rústica, las cuales adquirieron poco a poco una personalidad que aconsejó convertir la colección en revista. Tubb pensó que este detalle perjudicaba a la publicación y provocaba que pasara inadvertida en los quioscos (situación exactamente opuesta a la de Estados Unidos). A petición de Tubb, el número de marzo de 1957 se editó en un formato mayor. Tal como se esperaba, su circulación aumentó a catorce mil ejemplares.

Lo que el público no supo fue que aquél era el último recurso intentado por Tubb para salvar Authentic. Los administradores de la editorial Hamilton and Co preveían que el futuro del negocio residía en el libro económico. Gran Bretaña no carecía de ellos, cierto, pero se trataba con mucho de un terreno secundario. Después de la guerra, Gran Bretaña se había visto sumergida por un océano de libros baratos, chillones y de pobre contenido, que había sobrecargado el mercado, dando mala fama a este tipo de publicación. Sólo Penguin Books y un escaso número de otras editoriales habían logrado conservar su buen nombre. Hamilton acabó por tomar la decisión de eliminar Authentic, aunque los editores consideraron la sugerencia de Tubb de que la revista se transformara en una antología original periódica, como la serie Star SF de Pohl, para encajar en la nueva política editorial.

La situación se volvió irreversible cuando Hamilton contrató los derechos para todo el mercado británico de una obra americana muy vendida…, a un precio extremadamente alto. La editorial ya no podía permitirse el lujo de tener dinero invertido en Authentic. A Tubb se le concedieron dos meses para liquidar la revista y publicar todas las obras ya adquiridas. Authentic desapareció tras su número de octubre de 1957.

Lo irónico de la situación residía en que el libro americano que inclinó la balanza, The Blackboard Jungle (La jungla de la pizarra), que giraba en torno a la delincuencia juvenil, era obra de Evan Hunter. Y éste, tanto con ése como con su auténtico nombre, S. A. Lombino, había sido un famoso escritor de ciencia ficción durante los primeros años de la década de los cincuenta, publicado en la mayoría de las revistas estadounidenses…

Authentic incluyó en sus últimos números bastantes relatos procedentes de publicaciones americanas, y los cuentos no escritos por E. C. Tubb estaban firmados normalmente por Kenneth Bulmer, Brian Aldiss o Philip E. High. Como ejemplo de la literatura, nítida y precisa, que podía encontrarse en la revista, esta antología se inicia con Mr Culpeper's Baby, de Bulmer.

Parece un símbolo del destino que Authentic concluyera el mismo mes en que el lanzamiento del Sputnik 1 inició la era espacial, siendo así que sus consecuencias beneficiarían más a las revistas británicas que a las americanas. El libro barato no se hallaba aún plenamente en marcha, al menos en lo que respecta a la ciencia ficción. Hamilton and Co emprenderían un largo camino hasta encabezar dicha tendencia, empezando por incrementar la producción del sello Panther. En la actualidad, Panther Books posee el mayor catálogo británico de ciencia ficción en formato económico.

Al frente de Nebula, Peter Hamilton venció resueltamente los numerosos obstáculos que se oponían a la edición de revistas del género, y extendió su publicación a escala mundial. En el número de mayo de 1957, le fue posible alardear de que Nebula pasaría desde entonces a mensual, una periodicidad que sostuvo, con ligeros contratiempos, durante los dieciocho meses siguientes. En septiembre de 1957, Hamilton afirmó que Nebula era la revista de ciencia ficción más vendida de Gran Bretaña con cuarenta mil lectores y distribución en veintiséis países.

Hamilton tenía todo el derecho a jactarse, pues lo había logrado todo por si mismo, a cambio de grandes riesgos financieros y un enorme cansancio físico. Su salud empeoró mucho durante los años cincuenta -pese a ser un hombre todavía muy joven-, lo cual contribuyó a su decisión final de cerrar la revista.

Nebula ofrecía la mezcla adecuada de ficción y realidad. Relatos extensos y cortos se combinaban de manera satisfactoria con artículos científicos y secciones regulares, entre ellas la cinematográfica de Forrest J. Ackerman y la de colaboraciones del lector, a cargo de Walt Willis. La labor artística solía impresionar por las vigorosas y brillantes cubiertas, las pulidas contraportadas en blanco y negro y las fotografías interiores.

En cuanto a su contenido literario, Nebula fue la autora del lanzamiento de Brian Aldiss en mayor grado que cualquier otra revista. Hamilton había adquirido su primer relato, «, aunque no lo publicó hasta noviembre de 1956, fecha en que Aldiss aparecía ya regularmente en otras publicaciones. All the World's Tears, incluido en el Nebula de mayo de 1957, alcanzó un gran éxito. En un editorial posterior, Peter Hamilton se encargó de subrayar que tal relato constituyó el punto crítico de la reacción del lector ante Aldiss. Tras su publicación, el nombre de éste acaparó el interés de todos. (All the World's Tears se incluye en el presente volumen.) Los ojos del mundo entero se volvieron hacia Aldiss, que, en la Convención Mundial de Ciencia Ficción de 1959, recibió una placa como «Autor novel más prometedor del año».

El autor más popular de Nebula fue E. C. Tubb, que publicó en ella veintisiete relatos. Aunque los mejores aparecieron en los primeros años de la revista, hay que señalar como favorito de este período su cuento de misterio sobre extraterrestres e inmortalidad, Talk Not At All (No habléis en modo alguno) (agosto de 1958). Entre los demás que consiguieron la fama a través de Nebula, anotemos a Francis G. Rayer, con su relato catastrófico Beacon Green (El faro verde) (marzo de 1957), Robert Presshe, con Old MacDonald (El viejo MacDonald) (abril de 1958), una ingeniosa narración sobre la agricultura en Venus, y William Temple, con su serie Goliath, una guerra entre los extraterrestres y la Tierra, publicada en forma de libro con el título The Automated Goliath (El goliat automatizado) (1962).

En 1958, una huelga de los impresores retrasó la aparición de todas las revistas británicas. Sin embargo, Nebula, que se imprimía en Irlanda, no se vio afectada por ella. La circunstancia proporcionó a Hamilton la oportunidad de hacer fortuna. Por desgracia, no supo aprovecharla. Se había apoyado con exceso en sus lectores americanos, y en 1958, precisamente, la catástrofe se abatió sobre el mundo de la revista estadounidense. Nebula se resintió del golpe.

No se recuperó lo bastante y, pese a aumentar su precio de dos chelines a dos chelines y seis peniques, Hamilton supo que fin estaba próximo. La desaparición pasó de momento inadvertida para sus lectores, acostumbrados a la otrora errática periodicidad de Nebula. Al no aparecer ningún número después de junio de 1959, nadie se sintió alarmado en principio. Pero al finalizar ese año, fue obvio que Nebula había dejado de existir. No hay ningún rastro de Peter Hamilton a partir de ese momento. Ahora bien, las cuarenta y una ediciones de Nebula constituyen un monumento a lo que un solo hombre puede lograr con la suficiente determinación y entrega.