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Fairman continuó con sus números especiales. Después de la edición dedicada a los OVNI, comprometió realmente su posición reviviendo el Misterio Shaver en el número de julio de 1958 de Fantastic. ¿Acaso creyó Fairman que, complaciendo a los grupos marginales, recuperaría para Amazing la gran circulación de la posguerra? De ser así, se equivocó. La situación había cambiado por entero en el transcurso de aquella década. En 1946, Amazing era una de las seis únicas revistas de ciencia ficción existentes. Aparte de ellas, poco más había disponible. En 1958, en cambio, Amazing suponía una más entre el racimo de revistas amenazadas en su supremacía por el cine, la televisión y, lo más importante de todo, el mercado del libro de bolsillo. Fairman vivía de un modo ciertamente peligroso.

Pese al hecho de que el campo de la revista presentaba todos los síntomas de un barco a punto de zozobrar, los editores debieron de pensar que aún existía una posibilidad de salir a flote, pues, durante todo el año 1957, se produjo un flujo constante de revistas nuevas, inspirado quizá por el éxito inicial de Infinity, nacida en noviembre de 1955. En su primer número, había ofrecido The Star (La estrella), de Arthur C. Clarke, que obtuvo el Premio Hugo. Los ingresos de la revista fueron lo bastante saneados para que su editor, Irwin Stein, pensara en una publicación hermana. Su aparición provocó una inmediata confusión.

Durante los años del boom, Lester del Rey había iniciado una revista llamada Science Fiction Adventures, que, después de nueve números, desapareció en mayo de 1954, al ocupar Harry Harrison el cargo de director. En 1957, cuando aún no habían transcurrido tres años, aparecía una nueva Science Fiction Adventures, aunque en esta ocasión publicada por Larry Shaw (nacido en 1924), director de Infinity. Lo que dejó perplejos a los lectores fue que la edición estaba numerada como volumen 1, número 6… ¿Dónde se habían metido los cinco números intermedios? Si se trataba de una continuación de la antigua revista, ¿por qué no llevaba el número diez? La respuesta no se conoció de inmediato. Cuando la siguiente edición apareció satisfactoriamente numerada con el número dos, la mayoría de los lectores pensaron que se trataba de una errata y dejaron de preocuparse por el asunto.

Pero no se había producido ninguna errata. La explicación reside en la misma razón por la que Ray Palmer cambió de Other Worlds a Flying Saucers: la tan ambicionada licencia postal de segunda clase. Al mismo tiempo que lanzaba Infinity, Irwin Stein había iniciado la publicación de una revista hermana del género policiaco, Suspect. En contra de lo esperado, Infinity triunfó, en tanto que Suspect se iba al garete. Stein decidió, por lo tanto, convertir Suspect en una revista de ciencia ficción y, para evitar la pérdida de su autorización postal, se limitó a cambiarle el nombre, manteniendo la misma numeración. De modo que, tras el quinto número de Suspect, llegó el sexto de Science Fiction Adventures. Por desgracia, Correos no admitió tal engaño, y Stein hubo de atenerse a las normas. Palmer conservó la exclusiva de su fórmula de tránsito, que le permitió pasar por alto las reglas.

SF Adventures, dirigida a un público juvenil, alardeaba de ofrecer «nuevas novelas de acción completas». El uso de la palabra «novela» requirió un verdadero esfuerzo de imaginación, ya que el relato de fondo, The Starcombers (Los exploradores de estrellas), de Edmond Hamilton, sólo tenía quince mil palabras de extensión. Los otros dos, ambos colaboración de Silverberg y Garrett con diversos seudónimos, todavía eran más cortos. En su editorial, Larry Shaw se lamentaba de la pérdida de un «sentido de lo maravilloso» en la ciencia ficción, afirmando que SF Adventures lo restablecería. De hecho, la revista no difería de Imaginative Tales, con la diferencia de que, en esta última, sólo las novelas de fondo tenían cierta calidad, mientras que los cuentos de relleno se reducían a puro desecho de las fábricas de ficción. En comparación, SF Adventures parecía más sustancial, y ofrecía excelentes ilustraciones de Ed Emshwiller. Eso le proporcionaba una ventaja psicológica frente al lector, incluso antes de que éste llegara a la ficción, asimismo de mejor calidad. En ella se publicaron algunas de las mejores obras de Silverberg de aquel período, por ejemplo su serie Chalice of Death (Cáliz de muerte), firmada con el seudónimo Calvin Knox. La trilogía, que narraba el descubrimiento de la antigua Tierra miles de años después de que su imperio se hubiera esparcido por todo el universo y el subsecuente cumplimiento de la profecía según la cual aquélla recuperaría su antiguo poder, fue publicada más tarde en forma de libro con el título Lest We Forget Thee, Earth (Para que no te olvidemos, Tierra) (1958).

SF Adventures no fue la primera de la nueva nidada de revistas. Su número inicial estaba fechado en diciembre de 1956. Satellite SF había aparecido en octubre del mismo año.

Editada por Renown Publications, de la Quinta Avenida, Nueva York, Satellite SF estaba dirigida por un hombre conocido de todos en el mundo de la revista, Leo Margulies. Margulies (1900-1975) era uno de los editores más respetados por su experiencia y sus conocimientos. Después de abandonar Fantastic Universe, había fundado su nueva firma editorial por diversas razones, aunque de ninguna manera para publicar Mike Shayne's Mystery Magazine y la pretendida reedición de Weird Tales. Esta última no llegó a materializarse, al menos no en aquella época, aunque su vieja compañera, Short Stories, volvió a editarse, ofreciendo como mínimo un relato de ciencia ficción por número.

Margulies solicitó la ayuda de Sam Merwin para editar Satellite, reconstituyendo el equipo que había puesto en marcha Fantastic Universe en 1953.

La idea de Satellite no era nueva. Consistía en presentar una novela completa por número, acompañada de un puñado de cuentos. La misma estructura fue adoptada ya para las antiguas Quarterlies, aparecidas entre 1928 y 1934, y constituyó la fuerza de Starling Stories. Esta última publicación había sido prácticamente la única en la que los aficionados podían encontrar novelas legibles a un precio módico. Pero, en 1956, los libros de bolsillo inundaron el mercado, de tal forma que Satellite decidió rivalizar francamente con él ofreciendo una novela completa, incluso de extensión superior a la normal, por el mismo precio (treinta y cinco centavos). Margulies cumplió su palabra. A diferencia de las quince mil palabras de SF Adventures, el primer número de Satellite presentó The Man from Earth (El hombre de la Tierra), de Algis Budrys, con una extensión de treinta y cuatro mil palabras, y el número dos, A Glass of Darkness (El espejo de las tinieblas), de Philip K. Dick, con un total aproximado de cuarenta mil palabras.