Выбрать главу

En el verano de 1957, alcanzó su punto culminante el renacimiento de la revista de ciencia ficción. Una resurrección muy breve. Lo que debería haber sido su momento de gloria se convirtió en el tañido del toque de difuntos. Los devotos de la ciencia ficción pensaron que seguramente las cosas buenas estaban aún por venir. No había por qué mirar al pasado. La humanidad se aprestaba a entrar en la era espacial.

El 4 de octubre de 1957, la Unión Soviética puso en órbita terrestre el primer satélite artificial, Sputnik 1, al que siguió, el 3 de noviembre, el Sputnik II, llevando en su interior la perrita Laika, la primera criatura viviente que salió de la Tierra. El 31 de enero de 1958, le llegó el turno al americano Explorer 1, y en poco tiempo, multitud de satélites circundaron nuestro planeta. El interés del público en general por los viajes espaciales se intensificó de manera indudable. La gente quería saber más. Sí, se iniciaba un nuevo boom de la ciencia ficción y, sin duda alguna, las revistas del género bogarían en la cresta de la ola…

Y así nació Star SF a finales de 1957, si bien fechada en enero de 1958. No podía decirse que fuera una aventura nueva. Se trataba de la conversión en revista de la lograda serie de antologías originales publicada por Ballantine Books y dirigida por Frederick Pohl. La primera de tales antologías había aparecido en febrero de 1953, seguida por otras tres en 1954. Pero Pohl se sentía restringido por los límites de una antología anual y quiso experimentar con un formato de revista. Tras años de disputa con Ian Ballantine, éste acabó por acceder. Sin embargo, la revista sólo salió a la venta después de numerosos retrasos adicionales. Las narraciones eran de la calidad que se esperaba, e incluían la primera publicación americana de Brian Aldiss, Judas Dancing (El baile de Judas). No obstante, la presentación dejaba mucho que desear y las ilustraciones de William Powers resultaban deplorables. De todos modos, no fue eso lo que mato a Star SF. Según recuerda Pohclass="underline"

«Fracasó… No recuerdo las cifras de venta, pero fueron desastrosas, debido a la resistencia en aquella época de las distribuidoras y los libreros ante cualquier tipo de revista nueva. Donde salió a la venta, obtuvo éxito, pero en la mayor parte del país, las distribuidoras nos devolvieron los ejemplares enviados en su embalaje original, sin abrir.»

Se había preparado un segundo número, que jamás apareció. No obstante, Star SF no estaba acabada. Se limitó a recuperar su antigua forma, y los relatos seleccionados para la segunda revista se publicaron en la antología Star SF Stories 4, en noviembre de 1958, con una venta triunfal.

Lo cual venía a subrayar toda la ironía de la situación. Un libro de bolsillo que contenía punto por punto lo mismo que una revista se vendía precisamente por ser un libro de bolsillo. Como revista no tenía ningún porvenir. Pero ¿en qué residía la diferencia? La diferencia residía en el estigma asociado a la revista en general, en el legado de la mayoría de las deficientes revistas juveniles.

Prácticamente lo mismo le aconteció a Vanguard SF, una revista muy competente dirigida por James Blish, que contenía un puñado de excelentes relatos, en especial Reap the Dark Tide (Recolectad la oscura marea), de Cyril Kornbluth, una de sus típicas y sombrías visiones de un mundo futuro devastado por las armas nucleares.

La narración se conoce más en su versión revisada, Shark Ship (Nave tiburón). Con casi entera seguridad, fue el último de los relatos que el autor vio publicados. Vanguard, fechada en junio, se distribuyó a los quioscos a finales de marzo, la víspera del lanzamiento del satélite americano Vanguard 1. Cinco días más tarde fallecía Cyril Kornbluth, a consecuencia de un ataque cardíaco, en el duro clima de invierno de su ciudad natal. Sólo tenía treinta y cuatro años.

La muerte de Kornbluth llegó sólo unas semanas después del fallecimiento de otro de los grandes de la ciencia ficción, Henry Kuttner, también joven, a los cuarenta y tres años. Si la contribución fundamental de Kuttner al género había tenido lugar en los años cuarenta, la de Kornbluth seguía en pleno auge. Sus numerosos y excelentes relatos breves, además de sus colaboraciones con Judith Merril y las más abundantes con Frederick Pohl, se han convertido en clásicos, y el hecho de que su talento se truncara en plena juventud supuso uno de los peores golpes que la ciencia ficción hubo de sufrir. Kornbluth fue uno de los escasos talentos creativos y originales de los últimos años de la década de los cincuenta. Al faltar él, el campo de la ciencia ficción dio un paso atrás en el camino del progreso.

Para el aficionado a la ciencia ficción, la situación se tornaba cada vez más lóbrega. No sólo desaparecían las revistas, sino que morían los grandes escritores. El veterano Bob Olsen, un nombre legendario de los días de Gernsback, falleció en 1956, seguido por Ray Cummings y por el dibujante J. Allen St. John, en 1957. Ajeno al género, pero asimismo un talento creativo, Lord Dunsany moría en octubre del mismo año.

Lo que debería haber sido un momento triunfal para las revistas de ciencia ficción, el amanecer de la era espacial, degeneró en una terrible época de aflicción. Apenas sorprende que cada vez más aficionados se pasaran al floreciente campo del libro de bolsillo, que no sólo reimprimía numerosos clásicos perdidos de los años treinta y cuarenta -antes sólo en posesión de los más fervientes coleccionistas-, sino que los autores de ciencia ficción producían más y más novelas, destinadas en concreto a dicho campo editorial. 1956 vio la edición de The Green Odyssey (La odisea verde), de Philip José Farmer, y The World Jones Made (El mundo que creó Jones) ambas obras maestras reconocidas, ninguna de las cuales fue publicada primero en una revista.

Y así, el infortunio se abatió sobre el mundo de la revista, que entabló una lucha feroz por la supervivencia.

3

El éxodo de la ciencia ficción

No causa sorpresa alguna que la primerísima víctima de la desgracia fuera la única revista sobreviviente de formato normal; Science Fiction Quarterly, que apareció por última vez en febrero de 1958. Si bien su literatura se mantuvo siempre a un nivel de amenidad, en los últimos tiempos su calidad había mermado. Pero, más que a eso, su caída se debió a que ese tipo de revistas se había convertido en un completo anacronismo. No tenían cabida en la era espacial. No obstante, lo que al principio pareció una calamidad, acabó por derivar en fortuna. El editor Louis Silberkleit aprovechó la oportunidad de cerrar SF Quarterly para aumentar la periodicidad de sus otras dos revistas, Science Fiction pasó a mensual a partir de mayo de 1958. Este logro quedó aminorado en parte por el hecho de que, en febrero de 1957, Fantastic se había transformado asimismo en mensual manteniendo dicho ritmo de publicación.