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Cassyll hizo una pausa, pareciendo arrepentido.

—Ahora que reflexiono sobre ello, sospecho que aún unos labradores borrachos de cerveza entienden lo ocurrido igual o mejor que yo. Toller, todo eso que te explicaron a través de la mente, sin hablar… ¿No recuerdas nada, ni siquiera una pista, de lo que significaba el término espacio-tiempo? Me encantaría saber por qué dos palabras que no tienen ninguna conexión lógica pueden unirse de esa manera particular.

—No puedo ayudarte —dijo Toller con un suspiro—. Cuando Divivvidiv me hablaba dentro de la cabeza yo entendía todo lo que decía; pero sus mensajes estaban escritos en el humo. Todo se ha desvanecido. Busco significados, y sólo encuentro vacío. No un verdadero vacío, sino un vacío poblado de ecos, una sensación intensa de que unas enormes puertas se están cerrando para siempre, de que yo voy demasiado lento y llego demasiado tarde. Lo siento, padre. Ojalá no fuese así.

—No importa, haremos el viaje sin ayuda —Cassyll trajo una manta gruesa hasta el sofá y la extendió sobre Toller—. Las noches son más frías ahora.

Toller asintió y se puso cómodo, abandonándose a la fastuosa sensación de ser bien atendido y no tener responsabilidades inmediatas. Notaba una pulsación caliente en la pierna, y los médicos habían predicho que de ahora en adelante cojearía; pero eso le daba aún más derecho para relajarse como un niño al abrigo del calor, seguro bajo una manta que, mejor que la más sólida armadura, le protegía contra todos los elementos del mundo exterior.

Dentro de aquel refugio seguro, con la mente nublándose por la modorra, Toller trató de definir su posición en aquel universo desconocido. Cuánto se había perdido… La Reina estaba muriéndose, incapaz de enfrentar o siquiera comprender la realidad de que el planeta en el que había nacido —y al que tanto ansiaba volver— ya no existía. Su sueño de una sola nación que abarcase dos planetas se había desintegrado en sólo un instante. Era un bonito sueño, con el cual Toller había congeniado instintivamente; pero ya no existían las astronaves, con su carga comercial y cultural, recorriendo las invisibles rutas mercantiles entre Land y Overland. ¿Qué habría ahora, en vez de eso?

Más cansado de lo que creía, Toller se sintió incapaz de seguir reflexionando sobre los misteriosos y esquivos enigmas del futuro. Comenzó a entrar y salir del estado consciente, y en cada retorno a la lucidez el cielo se hacía más oscuro y las estrellas más abundantes, y parecían más brillantes de lo que esperaba. El balcón estaba también oscuro, porque su padre y Bartan Drumme se encontraban en aquellos momentos ocupados en realizar cálculos y comparaciones.

Toller escuchó la susurrante actividad durante un tiempo indeterminado… dormitando a ratos, comprendiendo a medias los fragmentos lejanos de la conversación… y poco a poco su humor comenzó a cambiar. Ahora veía que, posiblemente por la impresión de la batalla y el extremo cansancio, se había dejado intimidar por el nuevo cielo, se había dejado abatir y desalentar por él. Se había preguntado si Kolkorron encontraría alguna vez campeones capaces de afrontar la hostilidad del negro vacío, y en el momento de plantearse la pregunta el pesimismo lo había cegado demasiado para darse cuenta de que ya estaba en compañía de esos héroes.

Cassyll y Bartan eran dos hombres de mediana edad, cuya inversión en el antiguo orden de las cosas había sido mucho mayor que la suya, y cuya apuesta por un futuro inquietante tendría que ser proporcionalmente menor, pero… ¿acaso se habían dedicado a la autocompasión? ¡No! Su reacción había sido la de desenvainar sus espadas, las espadas de la mente; y en ese mismo momento, tranquilamente y sin ninguna fanfarria, se habían lanzado a la nada despreciable tarea de sentar las bases para una nueva astronomía.

A medio camino entre la vigilia y el sueño, Toller comenzó a sonreír.

Su padre y Bartan Drumme hablaban en voz baja para no turbarle el descanso, pero los susurros penetraban en las casi realidades de la mente soñolienta con más facilidad que los gritos:

—…cinco planetas observados en el sistema local hasta el momento, Bartan… contando el planeta doble como uno, o sea… si hemos localizado cinco en tan poco tiempo, es bastante lógico suponer que habrá otros, ¿no crees?…

«Tengo que levantarme ahora mismo y tomar parte en lo que está pasando…»

—…casi parece imposible: un planeta de color crema circundado por un gran anillo…

«…pero quizás ya habré hecho suficiente por hoy…»

—…confirmo tus cálculos iniciales, Cassyll… algo muy cercano a una inclinación de veinte grados, lo que significa que Overland tendrá estaciones a partir de ahora…

«Jerene estará conmigo mañana por la mañana, y con su ayuda pronto seré capaz de trabajar…»

—…el pueblo, especialmente los granjeros, deben prepararse para afrontar los cambios producidos por las estaciones…

«…estaciones y razones, razones y estaciones…»

—…tengo una curiosa premonición sobre el planeta del anillo, Bartan; tiene un aspecto tan excepcional, tan portentoso, que debe estar destinado a jugar un papel importante en nuestros asuntos futuros…

Toller cayó fácilmente en un sueño profundo, tranquilo y reparador.

Cuando se despertó, el balcón estaba silencioso y desierto, signo de que la noche estaba bastante avanzada. Descubrió que le habían cubierto con más mantas, para protegerle del frío creciente del aire. El cielo tenía exactamente el mismo aspecto que la primera vez que lo vio. Allí arriba, suspendida, había una constelación desconocida; y un tinte de luz nacarada en el horizonte empezaba a superponerse a la mas pálida de las escasas estrellas.

Esta vez la atención de Toller fue captada por lo que parecía ser un planeta doble que se hubiera elevado sobre la radiación de luminosidad previa al amanecer. En un impulso apartó las mantas y trató de ponerse de pie, frunciendo los labios en silencio cuando la herida de la pierna le exigió su correspondiente tributo de dolor. Cogió las muletas y avanzó trabajosamente a través del suelo embaldosado hasta el telescopio más cercano. Su lesión le complicó la tarea de dirigir y enfocar el instrumento; pero al cabo de unos segundos consiguió mirar a través del ocular.

Y allí, suspendido ante él en la negrura aterciopelada, había un brillante planeta acompañado por una gran luna. El integrante mayor del par era de un color azulado, y mientras sus ojos estaban absorbidos por el radiante espectáculo, Toller sintió una especie de frío misterioso y furtivo que le recorrió la espina dorsal.

—Puede que tengas razón sobre el planeta del anillo, padre —susurró—. Pero, por alguna razón, me pregunto…

FIN

Titulo originaclass="underline" The Fugitive Worlds

Traducción: Pilar Alba

© 1989 by Bob Shaw

© 1990 Editorial Acervo SRL Julio Verne 5 — Barcelona

ISBN: 84-7002-434-5

Edición digitaclass="underline" Carlos Palazón

Revisión: abur_chocolat