Su forma de hablar era tan despreocupada, que la mayoría de los presentes no dieron gran importancia al asunto. Pero Jack Winocur, un joven funcionario oficial de Prensa, pensó en la trascendencia que aquello tenía. Regresó a su habitación del Palace Hotel, y al leer los periódicos no encontró mención alguna acerca de la rendición, lo cual le provocó gran extrañeza.
Aquel hecho, pensó, podía terminar con la guerra de la noche a la mañana, pero divulgar la noticia podía significar el fin de sus servicios para el Gobierno, si le descubrían. Desilusionado, se fue a dormir.
Hacia la una de la mañana del 28 de abril, le despertó una llamada telefónica de Paul Rankine, corresponsal de la Agencia Reuter.
– ¿Hay algo de interés?-inquirió Rankine-. Necesito 'noticias para la edición de la tarde.
Winocur vaciló, y al fin decidió correr el riesgo. Todos los periódicos publicarían un despacho de la Reuter, y la BBC también se haría eco. Winocur dio a Rankine los detalles de la proposición de Himmler, y le pidió que no revelase la fuente del informe.
– Desde luego -dijo Rankine.
Poco después enviaba la noticia desde la misma oficina de telégrafos situada en el vestíbulo del hotel Palace.
«Ayer se informó en círculos oficiales responsables que de acuerdo con las declaraciones enviadas a Stettinius, Eden y Molotov, les fue entregado un mensaje de Himmler garantizando la rendición incondicional de Alemania a los Gobiernos británico y americano, pero no a Rusia. Himmler manifestó a los Aliados Occidentales que está en situación de concertar la rendición incondicional, de la que él mismo se muestra partidario.
Rankine.»
El telegrama llegó a la Reuter sin censura previa. Jack Bell, corresponsal de la Associated Press en San Francisco, comprendió que era una de las noticias más notables de la guerra, y arrinconó al senador Tom Connally, delegado de la conferencia, para que le confirmase el informe. Poco después se difundía un despacho de la Associated Press encabezado con la palabra Rendición.
«SF. Abril 28 (AP). Alemania se ha rendido a los Gobiernos Aliados incondicionalmente, y se espera un anuncio de un momento a otro, según informa hoy un alto funcionario americano.»
El Call-Bulletin, de San Francisco, publicó una edición extraordinaria con el encabezamiento: «Los nazis abandonan». Algunos ejemplares fueron llevados al Teatro de la Opera, donde Molotov estaba presidiendo una reunión de la Conferencia. Los delegados comenzaron a felicitarse unos a otros animadamente, pero Molotov, tras echar una ojeada al periódico, se limitó a ajustarse las gafas y golpeó sobre la mesa con el mazo para imponer orden.
En Washington, la Casa Blanca se vio inundada de llamadas telefónicas, y la multitud que pronto se reunió, comenzó a cantar el «Dios Salve a América». Truman, que se hallaba enfrente, en Blair House, llamó por teléfono al almirante Leahy y le pidió que confirmase la noticia con el mismo Eisenhower. El almirante llamó a Bedell Smith y le dijo:
– Tenemos informes de que los alemanes han solicitado el armisticio a Eisenhower, pero oficialmente no sabemos nada. ¿Qué es lo que ocurre?
Smith manifestó que no se había recibido tal petición, y Truman tuvo entonces la seguridad de que la noticia se había basado en la oferta efectuada por Himmler a Bernadotte. Ya había anochecido cuando Truman abandonó Blair House para trasladarse a la Casa Blanca.
– Me encontraba allí, trabajando, cuando se difundió ese rumor -dijo a los corresponsales-. Recibí una llamada de San Francisco y también otra del Departamento de Estado. Acabo de ponerme en contacto por teléfono con el almirante Leahy, y él a su vez lo ha hecho con el cuartel general de nuestro comandante en jefe de Europa, y puedo decirles que no hay fundamento alguno para tal rumor. Es todo lo que puedo decir.
4
El funcionario de Prensa de la agencia alemana de noticias, Wolfgang Boigs, ayudante de Heinz Lorenz, se hallaba en la pequeña oficina de la Deutsches Nachritchtenbüro, situada en el bunker, escuchando las emisiones de radio del enemigo. Pero antes de las nueve captó una versión del despacho de Rankine, transmitida por la BBC. Tradujo la noticia y la envió inmediatamente a la «caja de oro», sobrenombre de la sección del bunker donde se encontraban Hitler y sus allegados.
Hitler leyó el informe sin dar muestras de emoción, como si estuviese resignado a la proximidad del fin. Pidió a alguien que comprobase la traducción del despacho, y cuando tuvo la seguridad de que era correcto, despidió serenamente a Boigs. [62]
Llamó Hitler a Goebbels y a Bormann, y los tres conferenciaron a puerta cerrada. Durante todo el día Bormann había estado haciendo acusaciones de traición contra todos, y una hora antes envió a Doenitz el siguiente telegrama:
«La traición parece haber reemplazado a la lealtad.»
Por el bunker se multiplicaban los rumores. Por fin, Hitler abrió la puerta de la estancia donde se hallaba conferenciando, y ordenó que compareciese Fegelein. Este se encontraba en el piso superior del bunker, bajo la vigilancia de guardias armados. El día anterior, el oficial de enlace de Himmler había abandonado el bunker para trasladarse a su casa de los suburbios de Charlottenburg, pero fue detenido y colocado bajo vigilancia por orden personal de Hitler.
El Führer sospechaba de todos los que estaban relacionados con Himmler, incluso del cuñado de Eva Braun. En el corto espacio de una hora Fegelein fue juzgado sumariamente, declarado traidor y condenado a muerte. A continuación le llevaron al jardín de la Cancillería y le fusilaron. [63]
En el bunker aún reinaba la agitación cuando Weidling llegó para la conferencia nocturna. Informó a Hitler acerca de los últimos avances rusos, y le explicó que las municiones, los alimentos y otros suministros ya se hallaban en manos del enemigo, o bajo el fuego de su artillería. Dentro de dos días, las tropas alemanas quedarían sin municiones y no podrían resistir más.
– Como soldado, le sugiero que corramos el riesgo e intentemos romper el cerco inmediatamente.
A continuación Weidling se puso a dar detalles de su plan, antes de que Hitler pudiese hacer comentario alguno.
Goebbels pretendió ridiculizar el proyecto de Weidling, pero Krebs declaró que era factible desde el punto de vista militar.
– Como es lógico -añadió rápidamente-, tengo que dejar la decisión final al Führer.
Hitler permaneció en silencio.
– ¿Qué ocurrirá si se logra romper el bloqueo?-comentó al fin-. Simplemente saldríamos de un lugar cercado para caer en otro. En tal caso, yo, el Führer, tendría que dormir en un prado, en una granja o algo parecido, esperando que llegase el fin, ¿no es cierto? No, para mí lo mejor es permanecer en la Cancillería.
Weidling abandonó la sala de conferencias a medianoche. En la habitación adyacente sus comandantes se reunieron en torno a él. Weidling les refirió su fracaso.
– Sólo nos queda un recurso -dijo sombríamente-. Luchar hasta que el último hombre caiga muerto.
Prometió, de todos modos, que procuraría convencer de nuevo al Führer. Este salió de la sala de conferencias para visitar a Greim, que estaba herido. Con él se encontraba Hanna Reitsch. Hitler se dejó caer a un lado del lecho de Greim, con el rostro intensamente pálido, y dijo:
[62] Trevor-Roper declara que Lorenz entregó el despacho a través del ayuda de cámara de Hitler, Heinz Linge, y que el Führer se puso "blanco de indignación". La versión antedicha proviene de Boigs, el cual se halla en la actualidad trabajando para el ejército americano en Berchtesgaden.
[63] Los dos últimos días de Fegelein aún aparecen envueltos en el misterio. Se cree que cuando le detuvieron en su casa, llamó por teléfono a Eva Braun, pidiéndole que intercediese ante Hitler, y que ella se negó, indignada. Otto Günsche declara categóricamente que no hubo tal conversación telefónica, pues controló todas las llamadas. Por otra parte, dice Günsche, Eva fue a verle llorando en la noche del 28 de abril, e insistió en que el "querido Hermann" no podía haber traicionado al Führer.
Kempka afirma que el SS