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– No, ¿qué libro dices?

– Es un tratado muy completo sobre el modo de hacer el té utilizando el conocimiento de dos mil años de preparación del té. Algunas de las descripciones del efecto del primer sorbo de té, y del segundo, y del tercero, son realmente tremendas y maravillosas.

– Esos tipos se colocan con nada, ¿verdad?

– Bébete el té y verás; es un té verde muy bueno.

– Era bueno y me sentí inmediatamente tranquilo y reconfortado-.

– ¿Quieres que te lea partes de este poema de Han Chan? ¿Quieres que te cuente cosas de Han Chan?

– ¡Claro!

– Verás, Han Chan era un sabio chino que se cansó de la ciudad y se escondió en la montaña.

– ¡Hombre! Eso suena a ti.

– En aquel tiempo se podía hacer eso de verdad. Vivía en una cueva, no lejos de un monasterio budista del distrito Tang-Sing, de Tien Ta¡, y su único amigo humano era Shi-te, el absurdo lunático zen que trabajaba en el monasterio y lo barría con una escoba. Shi-te era también poeta, pero no dejó nada escrito. De vez en cuando, Han Chan bajaba de Montaña Fría con su traje de cortezas y entraba en la cocina caliente y esperaba a que le dieran de comer, pero ninguno de los monjes quería darle comida porque se negaba a entrar en la orden y atender la campana de la meditación tres veces al día. Verás por qué, pues en algunas de sus manifestaciones, como… Pero, escucha, miraré aquí y te lo traduciré del chino. -Me incliné por encima de su hombro y observé cómo leía aquellos extraños y enrevesados caracteres chinos-. "Trepando a Montaña Fría, sendero arriba; el sendero a Montaña Fría sube y sube: un largo desfiladero lleno de rocas de un alud, el ancho torrente y la hierba empañada de neblina. El musgo es resbaladizo, aunque no ha estado lloviendo, el pino canta, pero no hace viento, ¿quién es capaz de romper las ataduras del mundo y sentarse conmigo entre blancas nubes?"

– ¡Estupendo!

– Claro que es mi traducción al inglés. Ves que hay cinco caracteres en cada verso y tengo que añadir las preposiciones y artículos y demás partículas occidentales.

– ¿Por qué no te limitas a traducirlo tal y como está, es decir, si hay cinco caracteres, pones cinco palabras? ¿Qué significan estos cinco primeros caracteres?

– El carácter de trepar, el carácter de sendero, el carácter de arriba, el carácter de montaña, el carácter de frío.

– Muy bien, pues entonces traduce "Trepar sendero arriba Montaña Fría".

– Sí, pero ¿qué haces con el carácter de largo, el carácter de desfiladero, el carácter de alud, el carácter de rocas y el carácter de caer?

– ¿Dónde pone eso?

– En el tercer verso. Habría que leer: "Largo desfiladero lleno alud rocas."

– Bueno, eso todavía es mejor.

– Sí, ya pensé en ello, pero tengo que someterlo a la aprobación de los especialistas en chino de la universidad y aclarar su sentido en inglés.

– ¡Chico, esto es magnífico! -dije contemplando la pequeña casa-. Y tú sentado aquí tan tranquilo a esta hora tan tranquila estudiando solo con las gafas puestas…

– Ray, lo que tienes que hacer es subir conmigo a una montaña en seguida. ¿Qué te parecería escalar el Matterhorn?

– Muy bien. ¿Dónde está eso?

– Arriba, en las Altas Sierras. Podemos ir hasta allí con Henry Morley en su coche y llevar las mochilas y empezar en el lago. Yo podría llevar toda la comida y material que necesitamos en la mochila grande y tú podrías pedir a Alvah su mochila pequeña y llevar calcetines y calzado de repuesto y alguna cosa más.

– ¿Qué significan estos caracteres?

– Estos caracteres significan que Han Chan bajó de la montaña después de vagar durante muchos años por ella para ver a sus amigos de la ciudad, y dice: "Hasta hace poco viví en Montaña Fría, etcétera, y ayer visité a amigos y familiares; más de la mitad se había ido a los Manantiales Amarillos", esto, los Manantiales Amarillos, significa la muerte, "ahora por la mañana encaro mi solitaria sombra. No puedo estudiar con los ojos llenos de lágrimas."

– Es lo mismo que tú, Japhy, estudiando con los ojos llenos de lágrimas.

– ¡No tengo los ojos llenos de lágrimas!

– ¿No los tendrás dentro de mucho, mucho tiempo?

– Sin duda los tendré, Ray…, y mira aquí: "En la montaña hace frío; siempre ha hecho frío, no sólo este año", fíjate, está alto de verdad, a lo mejor a cuatro mil metros o más, y dice: "Dentadas crestas siempre nevadas, bosques en sombríos barrancos escupiendo niebla a finales de junio, hojas que empiezan a caer a primeros de agosto, y aquí estoy tan alto como si me hubiera colocado…"

– ¡Colocado!

– Es mi traducción; de hecho dice que está tan alto como un hombre sensual de la ciudad, pero yo hago una traducción moderna y pasota.

– ¡Maravilloso! -Y le pregunté por qué Han Chan era su héroe.

– Porque -respondió- era un poeta, un hombre de las montañas, un budista dedicado a meditar sobre la esencia de todas las cosas, y también, dicho sea de paso, un vegetariano, aunque yo no lo soy, pues creo que en este mundo moderno ser vegetariano es pasarse demasiado, ya que todas las cosas conscientes comen lo que pueden. Y además, era un hombre solitario capaz de hacérselo solo y vivir con pureza y auténticamente para sí mismo.

– Eso también suena a ti.

– Y también a ti, Ray; no se me ha olvidado lo que me contaste de lo que hacías meditando en los bosques de Carolina del Norte y todo lo demás.

Japhy estaba muy triste, hundido. Nunca le había visto tan apagado, melancólico, pensativo. Su voz era tierna como la de una madre; parecía hablar desde muy lejos a una pobre criatura anhelante (yo) que necesitaba oír su mensaje. No se centraba en nada, era como si estuviera en trance.

– ¿Has meditado hoy?

– Sí, lo primero que hago por la mañana es meditar antes del desayuno, y siempre medito un buen rato por la tarde, a menos que me interrumpan.

– ¿Y quién te interrumpe?

– Bueno, la gente. A veces Coughlin, y Alvah vino ayer, y Rol Sturlason, y tengo a esa chica que viene a jugar al yabyum.

– ¿Al yabyum? ¿Y eso qué es?

– ¿No. conoces el yabyum, Smith? Ya te hablaré de él en otra ocasión.

Parecía demasiado triste para hablar del yabyum, del que supe un par de noches más tarde. Hablamos "un rato mas de Han Chan y los poemas de las rocas, y cuando ya me iba, Rol Sturlason, un tipo alto, rubio y guapo, llegó para discutir su viaje a Japón con él. A este Rol Sturlason le interesaba mucho el famoso jardín de piedras del monasterio de Shokokuji, de Kioto, que no es más que viejos cantos rodados situados de tal modo, al parecer de un modo estético y místico, que hace que todos los años vayan allí miles de turistas y monjes a contemplar las piedras en la arena y obtener la paz de espíritu. Jamás había conocido a personas tan serias y al tiempo inquietas. No volví a ver a Rol Sturlason; se fue a Japón poco después, pero no olvidé lo que dijo de las piedras a mi pregunta: "¿Y quién las colocó de ese modo tan maravilloso?"