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—No —empezó a decir ella, balbuceando—, no puede decir que… Los gatitos y las criaturas humanas no son… Son gente, ellos tienen el poder de… eso es, mentes, mentes y corazones al igual que gónadas. Son seres racionales, es su decisión, es suya, no mía… No puedo decidir por ellos… por millones, por miles de millones.

—Ciertamente —dijo Tuf. Había olvidado a la buena gente de S’uthlam y su larga historia de muy racionales decisiones. Indudablemente verán ante ellos la guerra, el hambre y la plaga y de pronto, por miles de millones, decidirán cambiar su modo de vida y, de ese modo, evitarán diestramente el oscuro abismo que amenaza con tragarse S’uthlam y sus altivas torres. Resulta muy extraño que no me haya dado cuenta de ello anteriormente.

Tolly Mune y Haviland Tuf se contemplaron en silencio.

Dax empezó a ronronear y luego, apartando sus ojos de Tolly Mune, se acercó al cuenco de Tuf para lamer la crema. Blackjack empezó a frotarse en su pierna, sin quitarle la vista de encima a Dax, al otro extremo de la estancia.

Tolly Mune se volvió muy lentamente hacia la consola y ese giro le llevó todo un día… no, una semana, un año, una vida entera. Necesitó cuarenta mil millones de vidas para completarlo, pero una vez que lo hubo hecho, se dio cuenta de que sólo había necesitado un instante y que todas esas vidas habían desaparecido cual si no hubieran existido nunca.

Contempló la fría y silenciosa máscara que la miraba desde la pantalla y en el plastiacero negro y reluciente vio reflejarse todo el horror sin rostro de la guerra y detrás de él vio arder los implacables ojos febriles del hambre y de la enfermedad. Luego tocó un control y restableció el sonido.

—¿Qué está pasando ahí? —preguntaba una y otra vez Wald Ober. Primera Consejera, no puedo oírle. ¿Cuáles son sus órdenes? ¿Me oye? ¿Qué está pasando ahí?

—Comandante Ober —dijo Tolly Mune, obligándose a sonreír.

—¿Qué ocurre, algo anda mal?

Tolly Mune tragó saliva.

—¿Mal? Nada, nada en absoluto. ¡Infiernos y maldición! Todo anda increíblemente bien. La guerra ha terminado y la crisis también, Comandante.

—¿Le están obligando a decir eso? —ladró Wald Ober.

—No —se apresuró a responder ella—. ¿Por qué piensa semejante cosa?

—Lágrimas —replicó él—. Veo sus lágrimas, Primera Consejera.

—Son de alegría, Comandante. Son lágrimas de alegría. Maná, Ober, así le llama él, maná del cielo —rió en voz baja—. Comida de las estrellas. Tuf es un genio. A veces —se mordió el labio con dureza, haciéndose daño—. A veces incluso pienso que quizá sea.

—¿Qué?

—Un dios —dijo ella. Apretó un botón y la pantalla se apagó.

Su nombre era Tolly Mune, pero en los libros de historia ha recibido muchos nombres distintos.

FIN

Título originaclass="underline" Tuf voyaging

Traducción: Alberto Soler

© 1987 by George R. R. Martin

© 1988 Ediciones B S.A.

Rocafort 104 — Barcelona

ISBN: 84-406-0012-7

Edición digitaclass="underline" Akula