Выбрать главу

—Nuestro movimiento no ha variado en lo más mínimo —le replicó Tuf—. El disparo que nos acertó no tuvo por efecto eliminar la velocidad de nuestro avance, pero nos ha desviado un tanto de la trayectoria previa que seguíamos con rumbo al Arca —Tuf se inclinó sobre los controles estudiando los diagramas de un verde claro que se unían y separaban en una de las pantallas pequeñas—. Temo que mi nave ha sufrido ciertos daños. No resultaría demasiado aconsejable entrar ahora en hiperimpulso, dado que la tensión nos reduciría indudablemente a fragmentos. Nuestros sistemas de apoyo vital han sufrido también daños y los cálculos indican que se nos acabará el oxígeno aproximadamente dentro de nueve horas.

Kaj Nevis lanzó una maldición y Celise Waan empezó a golpear la cubierta con los puños.

—Puedo conservar un poco el oxígeno, desconectándome otra vez —dijo en tono dubitativo Anittas, pero nadie le hizo caso.

—:Podríamos matar a los gatos —sugirió Celise Waan.

—¿Podemos avanzar todavía? —preguntó Rica Danwstar.

—Los motores principales siguen en condiciones de funcionar —dijo Tuf—, pero sin poder conectar el hiperimpulso tardaríamos aproximadamente dos años de ShanDish para llegar tan sólo a H’Ro Brana. Cuatro de nosotros pueden utilizar los trajes presurizados. Las unidades virales son capaces de regenerar el aire indefinidamente.

—Me niego a vivir dos años en un traje presurizado —dijo Celise Waan sin demasiada convicción.

—Estupendo —dijo Tuf—. Dado que sólo tengo cuatro trajes y nosotros somos seis tal decisión resulta de gran ayuda. Señora, vuestro noble auto sacrificio será recordado largo tiempo. Sin embargo, creo que antes de poner en ejecución este plan deberíamos tomar en consideración otra posibilidad.

—¿De qué se trata? —dijo Nevis.

Tuf hizo girar su asiento y les contempló durante unos instantes en la penumbra de la sala de control.

—Debemos mantener la esperanza de que los cristales de Jefri Lion contengan realmente el código de acceso adecuado y que ello nos permita abordar el Arca sin convertirnos en el blanco de su viejo armamento.

—¡Los cristales! —dijo Lion. Resultaba bastante difícil distinguirle ya que su traje de camuflaje, sometido a la oscuridad, se había vuelto de un negro total—. ¡Iré a por ellos! —Y salió corriendo de la sala de control con rumbo a su camarote.

Champiñón entró sin hacer ningún ruido en la sala y, de un salto, se acomodó en el regazo de Tuf. Éste empezó a pasarle la mano por el lomo y el gato se puso a ronronear ruidosamente. De un modo inexplicable, el sonido resultaba casi tranquilizador. Quizá, después de todo, aún tuvieran una oportunidad.

Pero Jefri Lion llevaba demasiado tiempo fuera de la sala de control.

Cuando por fin le oyeron volver, el sonido de sus pasos parecía cansino y derrotado.

—¿Y bien? —dijo Nevis—, ¿Dónde están?

—No están —dijo Lion—. He mirado por todas partes y no están. Habría jurado que los tenía a bordo. ¡Mis archivos! Kaj, te juro que tenía la intención de cogerlos. No podía traerlo todo conmigo, claro está, pero dupliqué casi todas las grabaciones importantes y todo lo que pensé que podía resultar úticlass="underline" el material sobre la guerra y el CIE, algunas leyendas del sector. La maleta gris, ya sabes a cuál me refiero. Dentro estaba mi pequeño ordenador y más de treinta cristales. ¿Recuerdas que la noche anterior estuve repasando unos cuantos antes de dormir? Estaba examinando el material sobre las sembradoras, al menos lo poco que sabemos de ellas, y entonces me dijiste que no te dejaba dormir. Sé que tenía un cristal entero lleno de viejos códigos y tenía la intención de traerlo en este viaje. Pero no está. —Se acercó a ellos y pudieron ver que en sus manos sostenía el ordenador casi como una ofrenda—. Lo estuve repasando todo cuatro veces y también miré todos los cristales que tenía sobre la cama, en la mesa, en todas partes. Pero no está aquí. Lo siento. A menos que… a menos que alguien lo haya cogido —Jefri Lion les miró pero nadie dijo nada—. Debo haberlos olvidado en ShanDellor —añadió—. Nos tuvimos que marchar tan de prisa que…

—¡Viejo estúpido! ¡Idiota senil! —dijo Kaj Nevis—. Tendría que matarte ahora mismo y ahorrar de ese modo un poco de aire para los demás.

—¡Estamos muertos! —gimoteó Celise Waan—. ¡Muertos!, ¡muertos!, ¡muertos!

—Señora —le replicó Haviland Tuf acariciando todavía a Champiñón—, sigue usted pecando de precipitada en sus palabras. No está usted más muerta ahora de lo que se aproximaba a la riqueza hace un rato.

Nevis se volvió hacia él.

—¿Oh, sí? ¿Alguna idea, Tuf? —Ciertamente —dijo éste.

—¿Y bien? —le apremió Nevis.

—El Arca es nuestra única salvación —dijo Tuf. Debemos entrar en ella. Sin el cristal de códigos de Jefri Lion no podemos acercarnos más para el atraque por el temor de que se nos dispare de nuevo, esto me parece obvio. Pero se me ha ocurrido una idea interesante. —Levantó un dedo—. Quizás el Arca no despliegue tanta hostilidad contra un blanco más pequeño, ¡digamos que contra un hombre dentro de un traje presurizado e impulsado por cohetes de aire comprimido!

Kaj Nevis no pareció demasiado convencido.

—¿Y cuando ese hombre llegue hasta el Arca… qué? ¿Se supone quizá que debe llamar dando golpecitos en el casco?

—No sería muy práctico —admitió Haviland Tuf—, pero creo que poseo un método mejor para solucionar dicho problema.

Todos esperaron en tanto que Tuf acariciaba a Champiñón.

—Adelante —acabó diciendo Kaj Nevis con impaciencia.

Tuf pestañeó.

—¿Adelante? Desde luego. Me temo que debo pedir un poco de indulgencia ya que mi cerebro se encuentra muy trastornado en estos instantes. Mi pobre nave ha sufrido daños de suma consideración. Mi modesto medio de vida yace ante mí hecho ruinas y ahora, ¿quién pagará las reparaciones necesarias? ¿Lo hará quizá Kaj Nevis, quien pronto va a disfrutar de tales riquezas? ¿Pensará tal vez inundarme generosamente con parte de ellas? Ah, lo dudo. ¿Me comprarán, quizá, Jefri Lion o Anittas una nave? Es improbable. ¿Querrá la estimada Celise Waan concederme graciosamente un extra no previsto en mi tarifa original para compensar de tal modo mi gran pérdida? Ya me ha prometido que buscará compensaciones legales en mi contra, que piensa confiscar mi pobre nave y hacer que me revoquen mi licencia de aterrizaje. Entonces, ¿cómo podré arreglármelas? ¿Quién me socorrerá?

—¡Eso no importa! —gritó Kaj Nevis—. ¿Cómo podemos entrar en el Arca? ¡Dijiste que tenías un método!

—¿Lo dije acaso? —le replicó Haviland Tuf—. Bien, señor, creo que estáis en lo correcto y sin embargo me temo igualmente que el peso de mis infortunios acaba de hacer que mi pobre y trastornada mente olvide esa idea. Se me ha escapado y ahora soy incapaz de pensar en nada, aparte de mi lamentable apuro económico.

Rica Danwstar rió y le dio una sonora palmada a Tuf en la espalda.

Tuf alzó la cabeza y la miró.

—Y ahora, además, soy ferozmente golpeado por la temible Rica Danwstar. Por favor, señora, no me toquéis.

—Esto es un chantaje —graznó Celise Waan—. ¡Habrá que meterle en prisión por esto!

—Y ahora se pone en duda mi integridad y se deja caer sobre mí un diluvio de amenazas. Champiñón, ¿te parece acaso extraño que me sea imposible pensar?

Kaj Nevis lanzó un bufido.

—Está bien, Tuf, has ganado. —Miró a los demás—. ¿Hay alguna objeción a que hagamos de Tuffy un participante con todos los derechos en nuestra empresa? ¿Un reparto entre cinco?