Mavens le respondió.
—Doctor Curzon, sería mejor que usted…
—No importa. Lo que fuere que estén haciendo, no importa… no en comparación con esto. —Extendió la pantalla flexible sobre la mesa. —No bien lo logré vine de inmediato para acá. Miren esto.
La pantalla flexible mostraba lo que, tomado de manera superficial, parecía ser un arco iris reducido a negro, blanco y gris; bandas desparejas de luz que formaban arcos y estaban distorsionadas, recortadas contra un fondo negro.
—Por supuesto que se ve mucho el grano —dijo David— pero, así y todo, esta primera imagen es equivalente a la calidad de las imágenes que mandaran de vuelta las primeras sondas de la NASA que hicieron vuelos de circunvalación, allá por la década de 1970.
—Eso es Saturno —dijo Mavens, extrañado—. El planeta Saturno.
—Sí. Lo que estamos mirando son los anillos. —David sonrió mostrando todos los dientes. —Establecí el punto de vista de una cámara Gusano a no menos de mil millones y medio de kilómetros de distancia. No está mal, ¿eh? Si miran de cerca hasta pueden ver un par de las lunas aquí, en el plano de los anillos.
Hiram lanzó una risa estentórea y abrazó con fuerza el corpacho de David.
—Dios mío, eso es tremendamente magnífico.
—Sí, sí lo es. Pero no es eso lo importante… ya no más.
—¿¡No es importante!? ¿Estás bromeando?
Con actividad febril, David empezó a pulsar su pantalla flexible; la imagen de los anillos de Saturno se disolvió.
—Puedo reconfigurarlo desde acá. Es así de fácil. Fue Bobby quien me dio la pista. A mí simplemente ni se me había ocurrido, como sí se le ocurrió a él. Si restrinjo el intervalo parecido al espacio a algunos metros, entonces el resto de la amplitud del agujero de gusano se vuelve parecido al tiempo…
Bobby se inclinó hacia adelante para ver. Ahora, la pantalla mostraba una imagen igualmente granosa de una escena mucho más terrena. Bobby la reconoció de inmediato: era el cubículo de trabajo de David en la Fábrica de Gusanos. David estaba sentado allí, la espalda hacia el punto de vista y Bobby parado al lado de su hermano, mirando por encima de su hombro.
—Es así de fácil —volvió a decir David, esta vez con un hilo de voz y temor reverencial—. Claro que tendremos que llevar a cabo ensayos repetibles, en los que habrá que medir adecuadamente los tiempos…
Hiram dijo:
—Eso es la Fábrica de Gusanos precisamente. ¿Y con eso qué?
—No lo entiendes. Este nuevo agujero de gusano tiene la misma… mmm… longitud que el otro.
—El que llegó hasta Saturno.
—Sí. Pero en vez de abarcar ochenta minutos luz…
Mavens completó la oración por David.
—Ya entiendo: este agujero de gusano abarca ochenta minutos.
—Sí —dijo David—, ochenta minutos hacia el pasado. Mira, padre. Nos estás viendo a mí y a Bobby justamente antes de que lo llamaras a tu oficina.
La boca de Hiram estaba completamente abierta.
Bobby sintió como si el mundo hubiera estado nadando alrededor de él, cambiando, configurándose y adoptando un cierto patrón extraño y desconocido, como si le hubieran apagado otro micro-procesador más de su cabeza. Miró a Kate, que se veía diminuta, aterrorizada, perdida por la conmoción.
Pero Hiram, al haberse disipado sus problemas, de inmediato comprendió las consecuencias. Lanzó una mirada feroz hacia el aire.
—Me pregunto cuántos de ellos nos están observando en este preciso instante.
Mavens preguntó:
—¿Quiénes?
—En el futuro. ¿No se da cuenta? Si David tiene razón, éste es un momento crucial en la historia: este momento, aquí y ahora, la invención de este, este visor del pasado. Es probable que el aire que nos rodea esté efervescente con puntos de vista de cámaras Gusano a las que enviaron a esta época historiadores del futuro. Biógrafos. Hagiógrafos. —Levantó la cabeza y desnudó los dientes. —¿Me están mirando? ¿Lo están?
—¿Recuerdan mi nombre? Soy Hiram Patterson. ¡Ja! ¡Vean lo que yo hice, pedazo de imbéciles!
Y en los corredores del futuro, innumerables observadores se enfrentaron con la desafiante mirada de Hiram Patterson.
DOS
LOS OJOS DE DIOS
La Historia… es, en verdad, poco más que una crónica de los crímenes, insensateces y desgracias de la humanidad.
13. PAREDES DE VIDRIO
Kate estaba bajo custodia, aguardando su juicio. Llevar el caso a los tribunales estaba tomando bastante tiempo, ya que era uno bastante complejo. Los abogados de Hiram habían sostenido, en comunicación reservada a través del FBI, que el juicio se debía demorar sea como fuere, mientras se estabilizaban las nuevas facultades de ver lo pasado con que ahora contaba la tecnología de las cámaras Gusano.
De hecho, tanta había sido la vasta publicidad que rodeó al caso de Kate, que se consideraba que el fallo iba a sentar jurisprudencia. Aun antes de que hubiera un conocimiento amplio de sus posibilidades de visión retrospectiva, de la cámara Gusano se esperaba que ejerciera influencia inmediata sobre casi todos los casos penales que fueran objeto de controversia. A muchos de los juicios más importantes se los había demorado o pasado a cuarto intermedio en espera de nuevas pruebas y, en general, únicamente los casos leves o los no controvertidos se los estaba procesando a través de los tribunales.
Durante mucho tiempo, cualquiera que fuese el resultado del caso, Kate no iría a ninguna parte.
En tanto, Bobby decidió encontrar a su madre.
Heather Mays vivía en un sitio llamado Thomas City, próximo al límite entre los estados de Utah y Arizona. Bobby voló hasta Cedar City y desde ahí se desplazó en auto. En Thomas detuvo el coche unas cuadras antes de la casa de Heather y fue caminando.
Un patrullero estaba haciendo su recorrida en silencio y un policía rollizo fijó la mirada en Bobby. La cara del hombre era una luna ancha y hostil que estaba toda picada con los hoyos de múltipies carcinomas de células básales. Pero su mirada llena de ferocidad se ablandó cuando reconoció de quién se trataba. Bobby le pudo leer los labios: Buen día, señor Patterson.
Cuando el patrullero siguió su recorrido, Bobby sintió un escalofrío de timidez. La cámara Gusano había convertido a Hiram en la persona más famosa del planeta y, ante el omnividente ojo público, Bobby siempre aparecía al lado de él.
De hecho sabía que mientras se acercaba a la casa de su madre, centenares de puntos de vista de cámaras Gusano debían de estar revoloteando junto a su hombro en ese mismo instante, observando •con fijeza su cara en este difícil momento, como vampiros invisibles de las emociones.
Trató de no pensar en ello: era ésa la única defensa posible contra la cámara Gusano. Pasó caminando a través del corazón del pueblo.
Nieve de abril que caía fuera de estación descendía sobre los techos y jardines de casas de listones de madera barata, que se podrían haber conservado durante cien años. Pasó ante un pequeño estanque en el que había niños patinando, girando sin cesar y describiendo círculos apretados, riendo a carcajadas. Aun bajo el pálido sol invernal, los niños llevaban anteojos para sol y manchas de pomada con pantalla solar plateada y reflectora.
Thomas era un sitio anónimo, pacífico y arraigado, uno más en centenares iguales a él, según suponía Bobby, aquí, en el enorme corazón vacío de Estados Unidos. Era un sitio al que tres meses atrás habría considerado aburrido a muerte; si es que alguna vez se hubiera encontrado acá, es probable que se habría ido más que rápido hacia Las Vegas no bien se le hubiese dado la oportunidad. Y, sin embargo, ahora se encontraba preguntándose qué tal habría sido crecer en este lugar.