Sacar el Cancerbero a la luz del día fue el último de los trabajos de Hércules. Un escritor inglés del siglo xviii, Zachary Grey, interpreta así la aventura:
Este Perro con tres Cabezas denota el pasado, el presente y el porvenir, que reciben y, como quien dice, devoran todas las cosas. Que fuera vencido por Hércules prueba que las Acciones heroicas son victoriosas sobre el Tiempo y subsisten en la Memoria de la Posteridad.
Según los textos más antiguos, el Cancerbero sa-luda con el rabo (que es una serpiente) a los que entran en el Infierno, y devora a los que procuran salir. Una tradición posterior lo hace morder a los que llegan; para apaciguarlo, era costumbre poner en el ataúd un pastel de miel.
En la mitología escandinava, un perro ensangren-tado, Garmr, guarda la casa de los muertos y ba-tallará con los dioses, cuando los lobos infernales devoren la luna y el sol. Algunos le atribuyen cuatro ojos; cuatro ojos tienen también los perros de Yama, dios brahamánico de la muerte.
El brahamanismo y el budismo ofrecen infiernos de perros, que, a semejanza del Cerbero dantesco, son verdugos de las almas.
EL CATOBLEPAS
PLINIO (VIII, 32) cuenta que en los confines de Etiopía, no lejos de las fuentes del Nilo, habita el catoblepas, "fiera de tamaño mediano y de andar perezoso. La cabeza es notablemente pesada y al animal le da mucho trabajo llevarla; siempre se in-dina hacia la tierra. Si no fuera por esta circuns-tancia, el catoblepas acabaría con el género humano, porque todo hombre que le ve los ojos, cae muerto".