Al pie del acantilado, en un punto donde la piedra sin estrías caía casi verticalmente hasta la arena lisa, había una puerta escondida en un hueco. Tras ella estaba el refugio llamado Prometheus, una serie de habitaciones apiladas, como las de una casa de bambú, con ventanas curvas de cristales polarizados que miraban al Cráter Wj y a la cuenca que había detrás. Los habitantes del refugio hablaban francés, y en esa lengua les habló Coyote. Eran viejos, aunque no tanto como Coyote o los otros issei, de estatura terrana, lo que los obligaba a mirar hacia arriba cuando hablaban con Nirgal, hospitalarios, en un inglés fluido aunque con acento.
—¡Así que tú eres Nirgal! ¡Enchanté! ¡Nos han hablado mucho de ti, nos alegra conocerte!
Un grupito se lo llevó a dar una vuelta mientras Coyote se ocupaba de otras cosas. El refugio no podía ser más diferente de Zigoto. A decir verdad, no era más que un montón de salas. Las más grandes estaban contra el muro. Tres de las habitaciones pegadas a las ventanas eran invernaderos, y la temperatura se mantenía muy alta en todo el refugio. Había plantas por todas partes y tapices en las paredes, y estatuas y fuentes. Era un hogar muy reducido y tórrido, pero fascinante para Nirgal. Pero sólo se quedaron un día. Coyote metió el rover en un gran ascensor en el que permanecieron una hora entera. Cuando salieron por la puerta opuesta, se encontraron en lo alto del altiplano accidentado que se extendía detrás de Promethei Rupes. Y Nirgal volvió a quedarse mudo de asombro. Desde el Mirador de Ray, el gran acantilado limitaba el panorama que tenían a la vista. Pero al mirar abajo desde lo alto del acantilado, las distancias eran tan vastas que Nirgal no podía asimilar lo que veía. El mundo se había convertido en una masa confusa de colores en movimiento: blanco, púrpura, marrón, tostado, rojizo. Nirgal sintió vértigo.
—Se acerca una tormenta —dijo Coyote, y de pronto Nirgal vio que los colores allá en lo alto eran una flota de nubes sólidas que surcaban un cielo violeta y habían dejado el sol muy atrás, en el oeste. La parte superior de esas nubes era blanca y profusamente lobulada, pero la inferior, lisa, de color gris oscuro, estaba mucho más cerca de sus cabezas que el suelo de la depresión, y parecía deslizarse sobre un suelo transparente. El mundo que se extendía debajo era una masa informe de manchas de color ocre y chocolate, las sombras de las nubes, que se movían velozmente. ¡Y esa medialuna blanca en medio era el casquete polar! ¡Podía ver el camino a casa en toda su longitud! Al reconocer el hielo Nirgal consiguió la perspectiva necesaria para que todo cobrara sentido, y las manchas de color se estabilizaron y formaron un paisaje circular desigual y accidentado, salpicado por las sombras huidizas de las nubes.
Ese vertiginoso acto de percepción sólo había durado unos segundos. Al volverse descubrió a Coyote observándolo con una sonrisa en los labios.
—¿Hasta dónde alcanzamos a ver, Coyote? ¿Cuántos kilómetros dirías tú?
Coyote rió.
—Pregúntale al Gran Hombre, chico. O calcúlalo tú mismo. Algo así como unos tres mil kilómetros. Un saltito para los grandes. Mil imperios para los pequeños.
—Quiero recorrerlo todo.
—Estoy convencido de que lo harás. ¡Eh, mira eso! Allí, sobre el casquete de hielo. ¿Lo ves? Esas llamitas que salen de las nubes son rayos.
Era la primera vez que Nirgal veía rayos: brillantes hebras de luz que aparecían y desaparecían en silencio cada pocos segundos y que conectaban los nubarrones oscuros con el suelo blanco. El mundo blanco enviaba chispas al mundo verde y lo sacudía.
—No hay nada como una gran tormenta —decía Coyote—. ¡No hay nada como estar ahí fuera con el viento! Nosotros hemos hecho esa tormenta, muchacho. Aunque creo que yo podría fabricar una aún mayor.
Pero una tormenta mayor quedaba más allá de la imaginación de Nirgal. Ante ellos se extendía un panorama vasto, cósmico, electrizado, de colores cambiantes y amplios espacios barridos por el viento. Nirgal se sintió aliviado cuando Coyote hizo girar el coche y se alejó del borde, y el paisaje brumoso desapareció y el borde del acantilado se convirtió en un nuevo horizonte a sus espaldas.
—¿Puedes explicarme qué es un rayo?
—Bien, el rayo… caramba. Tengo que confesar que es uno de esos fenómenos que no acabo de entender del todo. Me lo han explicado cientos de veces, pero siempre se me escapa. Electricidad, desde luego, algo sobre electrones o iones, positivos y negativos, cargas que se concentran en los cúmulos y que se descargan hacia el suelo, o en los dos sentidos a la vez, creo recordar. ¿Quién sabe? ¡Ka bum! Eso es el rayo, ¿no?
El mundo blanco y el mundo verde, frotándose uno contra otro y chisporroteando a causa de la fricción. Así de sencillo.
Había muchos refugios en el altiplano al norte de Promethei Rupes, algunos ocultos en escarpes y bordes de cráteres, como el proyecto de túneles exteriores de Zigoto diseñado por Nadia, y otros simplemente en el interior de los cráteres, bajo tiendas-cúpula transparentes, expuestos a los ojos de la policía espacial, si la había. La primera vez que Coyote se detuvo en el borde de uno de esos cráteres y miraron a través de la tienda transparente el pueblo bajo las estrellas, Nirgal se quedó estupefacto. También allí había edificios como el de la escuela, los baños y la cocina, y también árboles e invernaderos; todo le resultaba familiar y por eso mismo se preguntaba cómo era posible que consiguieran vivir así, al descubierto. Era desconcertante.
Y había mucha gente. Nirgal sabía que en los refugios del sur vivían muchas personas, unas cinco mil, decían, todos rebeldes derrotados en la guerra de 2061. Pero una cosa era saberlo y otra muy distinta encontrarse con tantos de golpe y comprobar que era cierto. Y estar en un refugio al descubierto lo ponía muy nervioso.
—¿Cómo es posible? —le preguntó a Coyote—. ¿Por qué no los arrestan y se los llevan?
—Me has pescado, chico. Puede suceder. Pero de momento no ha sucedido, y por eso piensan que no vale la pena ocultarse. Ya sabes que requiere un gran esfuerzo: hay que instalar todo el dispositivo de eliminación termal y reforzar los sistemas electrónicos, y mantenerse fuera de la vista todo el tiempo. Es un engorro. Y algunos sencillamente no están dispuestos a hacerlo. Se llaman a sí mismos el demimonde. Tienen planes de emergencia por si los investigan o los asaltan: túneles de escape, como los nuestros, e incluso armas escondidas. Pero se figuran que al estar en la superficie en realidad no hay razón para que los investiguen. Los habitantes de Christianopolis le comunicaron a la UN que tenían la intención de instalarse aquí en el sur para salirse de la red. Sin embargo, coincido con Hiroko en que algunos tenemos que andarnos con un poco más de cuidado. La UN anda detrás de los Cien Primeros, ¿sabes? Y de su familia también, por desgracia a vosotros, chicos. En fin, ahora la resistencia incluye el movimiento clandestino y el demimonde, y las ciudades al descubierto son de gran ayuda para los refugios ocultos, así que me alegro de que existan. En estos momentos, dependemos de ellas.
En aquella ciudad, como en todas, ocultas o expuestas, Coyote fue recibido efusivamente. Tras las salutaciones se instaló en una esquina del gran garaje del borde del cráter e inició un ajetreado intercambio de bienes, desde semillas a software, bombillas, piezas de recambio y maquinaria pequeña. Todo esto al cabo de largas sesiones de consulta y regateo con sus huéspedes que Nirgal no pudo entender. Después de una breve visita a la ciudad en el fondo del cráter, que se parecía extraordinariamente a Zigoto bajo la brillante cúpula púrpura, partieron de nuevo.
Camino de otro refugio Coyote intentó explicarle, con poco éxito, esos regateos.
—¡Estoy liberando a la gente de su ridícula noción de la economía, eso es lo que estoy haciendo! La economía del regalo está muy bien, pero no está lo suficientemente organizada para nuestra situación actual. Hay artículos esenciales que todo el mundo necesita, y la gente tiene que darlos, lo cual es una contradicción, ¿no es cierto? Por eso estoy tratando de crear un sistema racional. En realidad son Vlad y Marina quienes lo están elaborando, pero yo intento mejorarlo, lo que significa que me llevo todas las quejas.