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Maya nadó hasta donde estaba Nadia y la derribó con un abrazo impetuoso.

—Hiroko es un genio —dijo en ruso—. Quizás esté loca, pero es un genio.

—La diosa madre del mundo —dijo Nadia, y cambió al inglés mientras nadaba en el agua tibia hasta un pequeño grupo de los Primeros Cien y los issei de Sabishii. Allí estaban Ann y Sax, lado a lado, Ann alta y delgada, Sax, bajo y rechoncho, igual que en los baños de la Colina Subterránea, debatiendo esto o lo otro, Sax hablando con el rostro contraído por la concentración. Nadia rió de felicidad, y los salpicó.

Fort la alcanzó a nado.

—Toda la conferencia tenía que haber sido asi —observó—. Oh, va a estrellarse. —Y en verdad un jinete que bajaba deslizándose por la pared curva resbaló y cayó ignominiosamente en el estanque—. Miren, necesito regresar a la Tierra para poder ayudar. Además, una tataratataratataranieta se casa dentro de cuatro meses.

—¿Puede regresar tan deprisa? —preguntó Spencer.

—Sí, mi nave es rápida. —Explicó que una división espacial de Praxis construía unos cohetes que empleaban una propulsión Dyson modificada para acelerar y decelerar continuamente durante el vuelo, lo que permitía tomar una trayectoria muy corta entre los dos planetas.

—Estilo ejecutivo —observó Spencer.

—Todos pueden usarlos en Praxis, si tienen necesidad. Quizás ustedes quieran visitar la Tierra para ver con sus propios ojos en qué condiciones está.

El comentario enarcó algunas cejas, pero nadie dijo nada al respecto, ni tampoco se habló de retener a Fort.

La gente flotaba en el estanque como medusas en un lento remolino, relajados por el agua y por el vino y el kava que circulaban en unas tazas de bambú, y por haber llevado a cabo el congreso. No era perfecto, decía la gente, pero era algo, especialmente la extraordinaria naturaleza del cuarto punto, o el tercero, toda una declaración, en verdad, un principio, aunque imperfecto, sobre el sexto punto, pero se recordaría.

—Caramba, esto es pura religión —decía alguien sentado en el suelo—, y me gustan los cuerpos bonitos, pero mezclar estado y religión es un asunto peligroso.

Nadia y Maya se metieron en aguas mas profundas, tomadas del brazo, hablando con todo el mundo. Un grupo de jóvenes de Zigoto, Rachel, Tiu, Franz, Steve… les grito:

—¡Eh, las dos brujas!

Se acercaron y las abrazaron y besaron. Realidad cinética, pensó Nadia, realidad somática, realidad háptica… el poder de tocar, el dedo del fantasma latía, lo que no le sucedía desde hacía muchos años.

Siguieron a los ectógenos de Zigoto, y encontraron a Art, que estaba con Nirgal y otros hombres, todos atraídos como por un imán por Jackie, que aún acompañaba a Hiroko, a esas alturas medio verde, el pelo mojado pegado sobre sus hombros desnudos, la cabeza echada hacia atrás mientras reía, el sol crepuscular resplandeciendo alrededor de ella y dándole un cierto poder hirperreal, heráldico. Art parecía feliz, y cuando Nadia lo abrazó él le pasó un brazo por los hombros y ya no lo quitó. Su buen amigo una realidad somática muy sólida.

—Bien hecho —le dijo Maya a Art—. Es lo que John Boone habría hecho.

—No señor —replicó Jackie al instante.

—Yo lo conocí —dijo Maya, echándole una mirada feroz—, y tú no. Y digo que es lo que John habría hecho.

Se quedaron de pie, mirándose fijamente, la anciana belleza de cabello blanco, la joven belleza de cabello negro; y Nadia tuvo la sensación de que había algo primitivo en la escena, primordial, primate… Ésas son las dos brujas, deseó decirles a los hermanos de Jackie. Pero sin duda ellos ya lo sabían.

—Nadie es como John —dijo, tratando de romper el hechizo. Apretó la cintura de Art—. Pero está bien hecho.

Kasei llegó salpicándolos a todos; había permanecido apartado, en silencio, y Nadia lo miro pensativa: el hombre con el padre famoso, la madre famosa, la hija famosa… El hombre que lentamente adquiría poder, entre los rojos y los radicales de Marteprimero, a la cabeza de un movimiento disidente, como el congreso había dejado claro. No, era difícil saber qué pensaba Kasei de su vida. Le echó una mirada indescifrable a Jackie —orgullo, celos, algo de reproche— y dijo:

—John Boone nos sería útil ahora.

Su padre, el primer hombre que había pisado Marte, el John alegre que Nadia recordaba, que había disfrutado nadando al estilo mariposa en la Colina Subterránea, en tardes como aquélla, sólo que entonces fueron la realidad cotidiana durante un año o así…

—Y Arkadi —dijo Nadia, tratando de quitar hierro a la discusión—. Y Frank.

—Podemos pasar sin Frank Chalmers —dijo Kasei con amargura.

—¿Por qué dices eso? —exclamó Maya—. ¡Sería una suerte para nosotros contar con él en este momento! Sabríamos cómo manejar a Fort y Praxis, y a los suizos, los rojos, los verdes, a todos. Frank, Arkadi, John… los tres nos serían útiles ahora.

Tenia un gesto duro en la boca. Les echó una mirada de fuego desafiándolos a hablar. Entonces hizo una mueca con el labio y apartó la mirada.

—Tenemos que evitar otro sesenta y uno —dijo Nadia.

—Lo haremos —dijo Art, y le dio otro achuchón.

Nadia meneó la cabeza con tristeza. Los buenos momentos pasan tan deprisa…

—No está en nuestra mano —le dijo—. No es algo que podamos controlar del todo.

—Ya veremos. Será diferente esta vez —insistió Kasei.

—Veremos.

OCTAVA PARTE

Ingeniería social

¿Dónde naciste? Denver.

¿Dónde te criaste? Roca. Boulder.

¿Cómo eras de niño? No lo se.

Dame tus impresiones. Yo quería saber por qué.

¿Eras curioso? Muy curioso.

¿Jugabas con kits de ciencia? Con todos los que existían.

¿Y tus amigos? No me acuerdo.

Intenta recordar algo.

Me parece que no tenía muchos amigos.

¿Eras ambidextro de niño? No lo recuerdo.

Piensa en tus kits de ciencia. ¿Utilizabas las dos manos cuando jugabas con ellos?

Creo que a menudo era necesario.

¿Escribías con la mano derecha?

Ahora sí. También… también lo hacía entonces. Sí. De niño.

¿Y hacías algo con la mano izquierda? ¿Cepillarte los dientes, peinarte, comer, señalar algo, lanzar pelotas?

Hacía todas esas cosas con la mano derecha. ¿Cambiaría algo si no hubiera sido así?

Bien, ya sabes, en los casos de afasia, los diestros se ajustan a un cierto perfil. Las actividades se localizan, o mejor dicho, se coordinan, en ciertas zonas del cerebro. Cuando determinamos las dificultades que el afásico experimenta, podemos precisar con bastante exactitud dónde se localizan las lesiones cerebrales. Y viceversa. Pero con los zurdos y los ambidextros no hay tales patrones. Podríamos decir que cada cerebro zurdo o ambidextro tiene una organización distinta.

Ya sabes que la mayoría de los niños ectógenos de Hiroko son zurdos. Sí, lo se. Lo he comentado con ella, pero asegura desconocer la razón. Dice que tal vez se deba al hecho de haber nacido en Marte.

¿Crees que eso es plausible?

Bien, en cualquier caso aún desconocemos que determina el dominio de una mano u otra, y los efectos de la gravedad más ligera… Tardaremos siglos en descubrirlos.

Supongo que sí.