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La reducción del albedo, un objetivo que nunca había sido perseguido con demasiado entusiasmo, había añadido otros dos grados. Los aproximadamente doscientos reactores nucleares repartidos por el planeta habían sumado un grado y medio.

Entonces Borazjani llegó al cóctel de gases de invernadero.

Pero en vez de usar los 12°K del cartel de Simmon, él estimó en 14°K el calentamiento, y citó un artículo de J. Watkins de hacía veinte años para apoyar su afirmación. Sax había visto a Berkina sentado en la última fila, cerca de él; se acercó furtivamente, se inclinó y le dijo al oído.

—¿Por qué no utiliza el trabajo de Simmon? Berkina sonrió y susurró:

—Hace algunos años Simmon publicó un artículo en el que copiaba un complejo esquema sobre la interacción rayos ultravioleta-halocarbonos de Borazjani. Simmon lo modificó un poco, y esa primera vez se lo atribuyó a Borazjani, pero después siempre que lo ha usado sólo ha citado su propio artículo. Eso puso furioso a Borazjani; de todas formas piensa que los artículos de Simmon sobre ese tema se derivan de Watkins. Por eso siempre que habla de calentamiento se remite al trabajo de Watkins e ignora los trabajos de Simmon.

—Ah —dijo Sax.

Se irguió, sonriendo por la sutil pero reveladora pequeña venganza de Borazjani. Simmon, al otro lado de la sala, fruncía el ceño.

Pero Borazjani hablaba ahora del efecto del vapor de agua y el CO2 que habían sido liberados en la atmósfera, y estimaba que habían añadido en conjunto otros 10°K de calor.

—Quizás esto podría considerarse como un efecto sinérgico —dijo—, puesto que la desorbción del CO2 es resultado sobre todo de otras estrategias de calentamiento. Pero aparte de eso, no creo que la sinergia haya tenido una repercusión importante. La suma del calor generado por los distintos métodos se corresponde con bastante precisión con las temperaturas de los informes meteorológicos por todo el planeta.

La pantalla de vídeo mostró la tabla final, y Sax hizo una copia simplificada de ella en el atriclass="underline"

De Borazjani, 14 de febrero 2, 2102:

Halocarbonos: 14

H20 y CO2: 10

Agujeros de transición: 5

Espejos pre-soletta: 5

Reducción del albedo: 2

Reactores nucleares: 1,5

Borazjani ni siquiera había incluido los molinos de viento calefactores, pero Sax los añadió en sus notas. Todo junto sumaba 37,55°K, un paso respetable, pensó Sax, hacía el objetivo de los 53° positivos. Sólo llevaban sesenta años en ello, y ya ahora, en muchos días de verano se alcanzaban temperaturas por encima del punto de congelación, permitiendo que la vida vegetal ártica y alpina floreciese, como él había podido comprobar en el Glaciar Arena. Y todo esto antes de la introducción de la soletta, que incrementaba la insolación en un veinte por ciento.

El período de preguntas había empezado, y alguien preguntó a Borazjani si creía que la soletta era necesaria, en vista de los progresos hechos con los otros métodos.

Borazjani se encogió de hombros como lo habría hecho Sax.

—¿Qué significa necesario? —replicó—. Depende de cuánto calor quiera uno. De acuerdo con el modelo estándar iniciado por Russell en el Mirador de Echus, es importante mantener el nivel de CO2 tan bajo como sea posible. Si lo hacemos así, tendremos que aplicar otros métodos para compensar la pérdida del calor que el CO2 habría aportado. La soletta podría considerarse como una manera de compensar la reducción gradual del CO2 a niveles respirables.

Sax asintió a pesar suyo.

—¿No cree usted que el modelo estándar es inadecuado, en vista de la cantidad de nitrógeno que tenemos? —preguntó otro.

—No si todo ese nitrógeno acaba en la atmósfera.

Pero eso era muy poco probable, como el mismo interrogador se apresuró a señalar. Una buena parte del total permanecería en el suelo, y en verdad era allí donde las plantas lo necesitaban. Así que andaban escasos de nitrógeno, como Sax siempre había sabido. Y si mantenían el CO2 atmosférico en los niveles más bajos posibles, eso dejaba el porcentaje de oxígeno en un nivel peligrosamente alto, debido a su inflamabilidad. Otra persona se levantó para afirmar que era posible que la falta de nitrógeno pudiera compensarse liberando otros gases inertes, como el argón. Sax apretó los labios; él había estado introduciendo argón en la atmósfera desde 2042, pues había previsto el problema y había cantidades importantes de argón en el regolito. Pero no era fácil de liberar, como sus ingenieros habían descubierto, y como otros estaban señalando ahora. No, el equilibrio de gases en la atmósfera se estaba convirtiendo en un arduo problema.

Una mujer apuntó que un consorcio de transnac coordinado por Armscor estaba construyendo una flota de transbordadores continuos para recolectar nitrógeno en la atmósfera de nitrógeno puro de Titán, licuarlo y transportarlo a Marte, y luego bombearlo a la atmósfera superior. Sax bizqueó un poco e hizo algunos cálculos rápidos en su atril. Sus cejas salieron disparadas hacia arriba cuando vio el resultado. Los transbordadores tendrían que hacer muchos viajes para conseguir algo significativo, o bien tendrían que ser enormes. Era muy curioso que alguien hubiera pensado que valía la pena la inversión.

Ahora volvían a hablar de la soletta. Era cierto que tenía la capacidad de compensar los 5 u 8°K que se perderían si eliminaban el CO2 del aire, y era muy probable que añadiese aún más calor. En teoría, Sax calculó que añadiría unos 22°K. La eliminación en sí no sería fácil, señaló alguien.

Un hombre cerca de Sax, de un laboratorio de Subarashii, se levantó para anunciar que más adelante habría una conferencia sobre la soletta y las lupas aéreas en la que se aclararían algunos de esos puntos, y antes de sentarse añadió que las graves deficiencias del modelo de fase única hacían la creación de un modelo de dos fases casi perentoria.

La gente puso los ojos en blanco al oír esto, y Borazjani señaló que la próxima conferencia tenía que empezar ya. Nadie había hecho comentarios sobre su hábil modelo, que había determinado con tanta precisión la contribución de los distintos métodos de calentamiento. Pero en cierto modo era una señal de respeto, pues tampoco nadie había puesto en duda el modelo, y la preeminencia de Borazjani en esa disciplina se daba por supuesta. La concurrencia se puso de pie, y algunos se acercaron para hablar con Borazjani. Mil conversaciones distintas se iniciaron mientras la gente se derramaba por los vestíbulos.

Sax comió con Berkina en un café al pie de Branch Mesa. Alrededor de ellos científicos de todo Marte comían y comentaban los sucesos de la mañana. «Creemos que son partes por millón.» «No, los sulfatos se comportan de un modo conservador.» Los ocupantes de la mesa contigua parecían seguros de que se abandonaría el modelo de fase única en favor del de doble fase. Una mujer dijo algo sobre elevar la temperatura media hasta los 295°K, siete grados por encima de la media terrana.

A Sax le desconcertaban esas prisas, esas ansias de calor. Él no veía la necesidad de sentirse descontento con los progresos hechos hasta el momento. El objetivo último del proyecto no era sólo el calor, sino una superficie viable. Y los resultados hasta el momento no daban motivo para la queja: la atmósfera actual tenía una media de 160 milibares según los datos, y estaba compuesta casi en la misma proporción por CO2, oxígeno, y nitrógeno, con cantidades significativas de argón y otros gases. Ésa no era la mezcla definitiva que Sax quería, pero era lo mejor que habían podido conseguir con los gases disponibles y representaba un paso sustancial en el camino hacia la mezcla final que Sax tenía en mente. Su receta personal, siguiendo la formulación de Fogg, era la siguiente: