—Reconquistar la superficie.
—¡Ya veo! —Mijail parecía sorprendido.— ¡Bien, estoy seguro de que tendrías nuestro apoyo! Durante mucho tiempo la gente ha temido incluso plantear el tema.
—Muy bien —le dijo Nadia a Art mientras continuaban viajando hacia el norte—. Si los bogdanovistas apoyan la reunión, es muy probable que se celebre. Muchos de los refugios ocultos son bogdanovistas o están muy influidos por ellos.
Después de Vishniac visitaron los refugios que rodeaban el Cráter Holmes, conocido como el «corazón industrial» de la resistencia. Esas colonias también eran bogdanovistas en su mayoría, con pequeñas variaciones sociales entre ellas, y estaban fuertemente influenciadas por los primeros filósofos sociales marcianos, como Schnelling, Hiroko, Marina o John Boone. Los utópicos francófonos de Prometheus, por otra parte, habían estructurado sus asentamientos según ideas tomadas de fuentes que incluían de Rousseau y Fourier hasta Foucault y Nemy, sutilezas que le habían pasado inadvertidas a Nirgal en la primera visita. Actualmente estaban muy influidos por los polinesios, que habían llegado a Marte hacía poco, y las grandes salas lucían palmeras y estanques poco profundos. Art declaró que aquel lugar se parecía mas a Tahití que a París.
En Prometheus encontraron a Jackie Boone; unos amigos la habían dejado allí. Ella quería regresar directamente a Gameto, pero prefería viajar con Nadia a esperar más tiempo, y Nadia estaba deseosa de llevarla. Así que cuando partieron de nuevo, Jackie los acompañaba.
La tranquila camaradería de la primera parte del viaje se desvaneció. Jackie y Nirgal se habían separado en Sabishii con la relación en el estado indefinido e incierto de costumbre, y Nirgal se sentía molesto por aquella interrupción en el desarrollo de su nueva amistad. Art parecía muy consciente de la presencia física de la muchacha: Jackie era más alta que él y más corpulenta que Nirgal, y Art la miraba de una manera que él creía disimulada, pero que todos advertían, incluida Jackie. Esto molestaba a Nadia, y ella y Jackie reñían por tonterías, como hermanas. Cierta vez, después de una de estas peleas en uno de los pequeños refugios de Nadia, aprovechando que Jackie y Nadia estaban en otra habitación, Art le susurró a Nirgaclass="underline"
—¡Es igualita a Maya! ¿No te la recuerda? La voz, las maneras… Nirgal rió.
—Dile eso y serás hombre muerto.
—Ah —dijo Art. Miró a Nirgal de reojo—. ¿Vosotros dos todavía sois…?
Nirgal se encogió de hombros. Era una situación interesante: Nirgal le había contado a Art lo suficiente para que el hombre supiese que había algo fundamental entre Jackie y él. Ahora Jackie estaba casi segura de tener a Art en el saco, de que pronto lo añadiría a su lista de siervos como hacía rutinariamente con los hombres que le gustaban o le parecían importantes. Por el momento aún no había averiguado lo importante que era Art, pero cuando lo supiese actuaría como de costumbre, y entonces ¿qué haría Art?
Por eso el viaje ya no fue lo mismo: Jackie imponía su ritmo a todo. Discutía con Nadia y Nirgal; rozaba a Art como al desgaire, hechizándolo al mismo tiempo que lo evaluaba. Se quitaba la camisa delante de él para lavarse con una esponja en los refugios de Nadia, o le ponía una mano sobre el brazo cuando le preguntaba sobre la Tierra. Pero en otras ocasiones lo ignoraba por completo, perdida en sus mundos propios. Era como vivir con un gran felino en el rover, una pantera que lo mismo ronroneaba en el regazo de uno que lo derribaba al suelo, pero en cualquiera de los casos se movía con una gracia nerviosa y exquisita.
Ah, pero ésa era Jackie. Y estaba su risa, resonando en el coche por cosas que Art o Nadia habían dicho; y su belleza; y su intenso entusiasmo por discutir la situación marciana; cuando descubrió cuál era el propósito del viaje, se adhirió de inmediato. La vida era más intensa con ella cerca. Y aunque la observase embobado mientras se bañaba, Nirgal sospechaba que había algo malicioso en la sonrisa de Art mientras disfrutaba de las atenciones hipnóticas de ella. En cierta ocasión Nirgal lo sorprendió intercambiando una mirada divertida con Nadia. Por tanto, aunque le gustaba mucho y le gustaba mirarla, no estaba perdidamente subyugado. Tal vez se debiera a su amistad con Nirgal; Nirgal no estaba seguro, pero le gustó pensar que así era, porque nunca antes había sentido nada parecido, ni en Zigoto ni en Sabishii.
Por su parte, Jackie no consideraba a Art como un factor a tener en cuenta en la organización de una reunión general, como si ella misma pensara hacerse cargo de la tarea. Entonces visitaron un pequeño refugio neomarxista en las Montañas de Mitchel (que no eran más montañosas que el resto de las tierras altas del sur; el nombre era una reliquia de la era de los telescopios), y esos neo-marxistas resultaron estar en comunicación con la ciudad italiana de Bolonia y con la provincia india de Kerala. Y con las oficinas de Praxis en ambos lugares. Tuvieron mucho de qué hablar con Art, y evidentemente disfrutaron de la charla. Al final de la visita, uno de ellos le dijo:
—Es extraordinario lo que está haciendo, es usted como John Boone. Jackie dio un respingo y se volvió para mirar a Art, que rechazaba con timidez tal honor.
—No, no lo es —dijo ella.
Sin embargo, a partir de entonces lo trató con más seriedad. Nirgal no podía hacer otra cosa que reír. El nombre de John Boone era como un conjuro mágico para Jackie. Cuando ella y Nadia discutían las teorías de John, él podía entender un poco por qué Jackie se sentía así: mucho de lo que Boone había querido para Marte era sensato, y a Nirgal le parecía que Sabishii en particular era una suerte de espacio booneano. Pero para Jackie era algo más que una respuesta racionaclass="underline" tenía relación con Kasei y Esther, con Hiroko e incluso con Peter, con un complejo de emociones que la afectaban a un nivel más profundo que cualquier otra cosa.
Continuaron en dirección norte, internándose en unas tierras aún accidentadas, una región volcánica donde el rudo esplendor de las tierras altas meridionales se veía realzado por los escarpados picos de Australis Tholus y Amphitrites Patera. Los dos volcanes limitaban una región de coladas de lava en la que la roca negruzca del suelo aparecía inmovilizada en extraños montículos, olas y ríos. Una vez esas coladas habían fluido sobre la superficie en corrientes de blanco vivo, e incluso ahora, endurecidas, negras y fracturadas por las edades, y cubiertas de polvo y flores de hielo, sus orígenes líquidos seguían siendo evidentes.
Los vestigios de lava más notorios eran unas largas aristas bajas que parecían colas de dragones fosilizadas en piedra negra y sólida. Esas crestas serpenteaban a través del paisaje por muchos kilómetros, a menudo desapareciendo en el horizonte en ambas direcciones y obligando a los viajeros a dar largos rodeos. Esas dorsa eran antiquísimos canales de lava, y su roca había resultado más dura que el terreno que sepultaron, y en los eones que siguieron el paisaje fue erosionado, dejando esos cordones negros sobre la superficie, casi como el cable caído del ascensor, pero mucho más grandes.
Una de las dorsa, en la región de Dorsa Brevia, se había convertido en tiempos recientes en un refugio secreto. Nadia guió el rover por un sendero tortuoso entre las crestas de lava, y luego entró en un garaje espacioso en el flanco del montículo negro más grande de cuantos habían visto. Salieron del rover y fueron recibidos por un grupo de amables extraños, a varios de los cuales Jackie ya conocía. Nada en el garaje hacía esperar que la cámara contigua fuese diferente de las que habían visitado antes. Por eso, cuando cruzaron una gran antecámara cilíndrica y salieron al otro lado, se sorprendieron al encontrar ante ellos un espacio abierto que ocupaba el interior de la cresta. Era más o menos cilíndrico, un túnel de tal vez doscientos metros de altura y trescientos metros de pared a pared que se extendía hasta donde alcanzaba la vista en ambas direcciones. La boca de Art parecía una sección transversal del túnel.