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LA MUERTE DE FIDEL CASTAO

El techo que forman los rboles altos y delgados de la selva esconda el camino y la escuela de comandantes, una pequea ciudad de madera que dejamos en medio de la maraa. All se efectu mi primer encuentro con Carlos Castao Gil. Lo segu por un largo y estrecho sendero de terrn macizo que era una empinada escalera natural de tres kilmetros. Pequeos trozos de guadua incrustados servan de escalones: una deslumbrante obra de ingeniera de guerra.

Ascendamos a paso militar, apenas lograba mirarlo, pues mis ojos se concentraban en el camino. Mi estado fsico no era el mejor y me esforzaba para no perder el ritmo. En mi mente se agitaban con insistencia los detalles de la exhumacin de su hermano. La espeluznante historia que me acababa de relatar en la pequea choza de madera donde nos conocimos, la estimaba an incompleta. No exista duda de que Fidel Castao haba muerto. Pero quin lo mat? Quin dispar el M-16? Muri realmente en una selva del Darin, frontera con Panam, a manos de la guerrilla? Por cunto tiempo lo mantuvieron vivo? Fue una traicin, acaso?

Las preguntas invadan mis ideas hasta cuando record la primera y nica entrevista que se conoci de Fidel Castao. El titular en la portada de la revista Semana del 31 de mayo de 1994 rezaba: Habla Fidel Castao. Pero la noticia se public fue en mayo. Entonces me detuve. En ese instante, con cinco horas de conocidos con Castao, todava viva la confusin de cmo dirigirme a class="underline" Carlos, comandante, seor Castao, en fin. Opt por llamarlo como se me ocurriera:

-Comandante Castao!

Castao par y todos descansamos del paso infernal. Se puso las manos en la charretera. Una de ellas se apoyaba en la pistola Pietro Vereta 9 milmetros que nunca lo desamparaba. Luca un camuflado y el tradicional sombrero con un ala pegada y la otra proyectndole sombra. Me contest:

-Dgame.

Me acerqu un poco ms. Fue de la nica forma como lo pude alcanzar. Mi frente ya sudaba y tambin la de los cinco escoltas que cargaban sus fusiles, dos ametralladoras M-60 y parte de nuestros morrales.

-Si su hermano Fidel muri el seis de enero de 1994, cmo dio la entrevista en mayo del mismo ao, la nica que se conoci?

De inmediato contest:

-Ay hombre. Esa es una buena ancdota para contar.

Comenz a mover rpidamente las pupilas de sus pequeos ojos negros, como lo hace cada vez que su mente se transporta a los recuerdos. De pronto se detuvo y comenz a hablar:

-La primera entrevista, que aparece dada por mi hermano, la contest yo. Fidel ya estaba muerto. La di cinco meses despus. Yo quera mantener vivo a Fidel y no quise contar que haba fallecido porque caramba! se me crece el enemigo y yo quedara ms desamparado que nunca. Jorge Lesmes, subdirector de la revista, viaj hasta un pequeo campamento en un cerro cercano a San Pedro de Urab. Yo le dilat, por el camino, la entrevista dicindole: Fidel no alcanz a cumplirle la cita.

Al no llegar mi hermano, das despus mandaron con su abogado, Gabriel Burgos, un cuestionario que yo respond. Recuerdo que doa Margarita, la esposa de Fidel, al leer la publicacin me dijo: Carlitos, Fidel no hablaba as.

De pronto, Castao se qued callado, mirndome. A esos silencios me acostumbrara con el transcurrir de los das. Quin poda encontrar la diferencia -le dije-, si era la primera vez que Fidel hablaba desde la clandestinidad. Slo los que lo conocieron podran distinguir el lenguaje y, la verdad, fueron muy pocos.

Carlos Castao siempre permaneci como el segundo de Fidel, pero un segundo que comparta decisiones, la mano derecha que interpretaba tan bien su pensamiento que muchas veces una orden dada por Carlos Castao no se dudaba que proviniera de Fidel. As, con la anuencia de su hermano, cogobernaba. Eran aliados inseparables.

Mi horizonte no cambiaba. La pendiente continuaba all; pareca interminable. Si en el descenso me cans, qu sera de m al llegar a la carretera -pens, pero al tercer paso record que no se conoca esposa o hijos de Fidel Castao. Entonces se lo pregunt, a lo que contest corto y sin mirarme:

-Doa Margarita est totalmente apartada de la familia Castao. Ejerce su profesin de abogada. Nunca tuvieron hijos porque Fidel siempre dijo que los hombres de guerra no pueden tener hijos: son su gran debilidad.

-Cmo falleci su hermano?

-l muri a los 45 aos y de la manera ms pendeja. Esa maana viaj de Montera a Medelln en un avin privado. Antes de partir, me desped y not que transmita angustia.

A la vista no exista un porqu. Horas ms tarde, llegu a mi oficina y me enter por radiotelfono de que la guerrilla haba puesto un retn en un lugar inusual, a la salida de San Pedro de Urab, en la va que conduce a la vereda Santa Catalina. Desde all reportaban que los guerrilleros haban quemado un carro. Los hombres que acompaaban a Fidel cuentan que mi hermano se encoleriz como si un subalterno le hubiera alzado la voz. Qu pasa? -dijo-. Es que estos sinvergenzas no me respetan o no saben con quin se estn metiendo? El crea que eran guerrilleros de las FARC. Pero no, era una escuadra del EPL; un grupo que ya casi tenamos derrotado. Fidel decidi enfrentarlos y salirles al paso ms adelante. Como a media hora de camino se encontraron. Los subversivos no eran ms de diez hombres, y a mi hermano lo acompaaban slo cinco muchachos: Marlon, el Amigo, Mvil 5, Mvil 8 y un patrullero ms. De los guerrilleros, slo los separaba una zona cerrada, un monte tupido y lleno de rastrojos. A treinta metros de distancia se inici el primer contacto, un corto enfrentamiento, tirito va y tirito viene, hasta concretar las maniobras necesarias para acomodarse y seguir disparando. De repente, cerca a una maleza alta, le lleg el disparo certero, un solo tiro y justo en el corazn. Estaba de pie y apenas se logr mirar el pecho, y mientras caa le alcanz a decir a uno de sus escoltas: Marlon, me mataron. Me mataron!

El hombre que dispar fue el comandante Sarley del EPL. Le segu la pista y aos ms tarde pude enfrentarme a l. Pero mire cmo es la vida. Imagnese que este hombre hoy trabaja para m. Despus de abandonar el EPL, decepcionado de la lucha guerrillera, se rindi ante la Autodefensa con cien hombres ms. Luego tramit su reinsercin ante el gobierno del presidente Ernesto Samper y despus de estar incorporado de nuevo en la sociedad, volvi a tomar las armas pero, esta vez, de nuestro lado. Con el tiempo, ascendi por sus mritos y se convirti en comandante de uno de mis frentes. Un da le dije: Comandante Sarley, usted mat a mi hermano. Vida hijueputa! Yo no tengo nada qu reclamarle. A Fidel, como a seis de mis hermanos, los mat la guerra. Esa muerte yo la entiendo y la acepto pero la que no perdono es la de mi padre.

En ese momento, el comandante Sarley ya haba combatido para m contra las FARC en Caquet y se iba a incorporar al trabajo social de la Autodefensa. Asombrado, y creo que algo asustado, me dijo: Cuando termin ese enfrentamiento cerca a Santa Catalina, yo grit: Vmonos! Esos hijueputas van rotos. All va uno roto. Ese da no me gast ni los veinte tiros del proveedor.

El muerto era Fidel y la guerrilla nunca lo supo.

Yo estaba reunido con lvaro Jimnez, un ex guerrillero del M-19. Timbr el telfono. Contest y era la negrita Teresa, mi cuada, la esposa de uno de mis hermanos que muri en la guerra. Vea, mijo, lo llamo porque esta maana despus de que usted se fue, Jaime sigui en su campero hasta ms adelante y lo mataron.

Yo saba lo del retn y era claro a quin se refera. Pero me rehusaba a creerlo, entonces pregunt alterado: A quin?. Y ella contest fuerte y claro: Lo mataron. Yo me fui recostando en la silla y pregunt otra vez: A quin?. A Jaime, a Jaime, me dijo. Ese era el nombre de guerra de mi hermano Fidel en la zona.