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Trat de conservar la serenidad. Estaba descompuesto y hasta plido. Mientras observaba el rostro de intriga que apareca en lvaro, dije: Cjanlo, llvenlo al Sin cerca del parchecito y hagan lo que siempre se hace en estos casos. Me par de un solo envin, colgu y le dije a lvaro: Me tengo que ir.

Cmo me descompuse, que me apoy en lvaro Jimnez, que, en ese instante, era un amigo circunstancial. l no me quera, ni me querr jams! Me desped, sal hacia el aeropuerto y alquil un avin. Durante el viaje slo pensaba: Le cuento a mi familia o lo mantengo en secreto? Contrselo es decrselo al pas.

Sin la decisin tomada, me acerqu hasta la finca Jaragay donde lo escondan. Al principio llegu a pensar en una traicin, pero los hombres que lo acompaaban eran como hermanos. Decid ocultar la muerte de Fidel, y las cinco personas presentes nos comprometimos a no contarlo a nadie y a nuestra madre menos, por Dios. Lo enterramos en el parchecito, rezamos dos Padres Nuestros, un Ave Mara y un Credo. Semanas despus le llevamos algunas flores y le tributamos un pequeo homenaje. All rezamos partes de la Biblia.

Sin aminorar el paso, de vez en cuando Carlos Castao me miraba como si tildara con su actitud las partes ms descollantes de su relato. Haca pausas para respirar y sostener el tono de voz que, a pesar de los kilmetros recorridos, jams cambi. Al caminar, su voz surga un poco ronca y l slo interrumpa para decir:

-Guardia, una botellita de agua, por favor!

Le llegaba a sus manos, tomaba lo suficiente para mojar la garganta y continuar.

Fidel haba muerto de una forma muy pendeja, en eso coincida con Carlos Castao. Caer en un leve intercambio de disparos a manos de unos guerrilleros que regresaban al monte despus de realizar un retn, se sala de lgica. La historia simple y difcil de creer contrastaba con la experimentada vida militar de uno de los hombres ms buscados del pas por el gobierno y la guerrilla, y perseguido a muerte por Pablo Escobar tras atreverse a enfrentarlo despus de ser su amigo.

Fidel, el creador de las Autodefensas, mora en el anonimato. As es la guerra. Ocurren sucesos inesperados.

Al arribar al borde de una va sin asfalto, dos camionetas nos aguardaban. A los cinco hombres de la escolta se unieron otros ocho; dos se quedaron con nosotros y los otros once se acomodaron en una camioneta Toyota sin techo, con sus fusiles afuera de las estacas, en un corral armado de tablas de madera. Al Toyota Rodeo blanco, de cuatro puertas, ltimo modelo y embarrado, ingres.

-Vamos, periodista. Usted se va conmigo aqu adelante.

En el esfuerzo por subirme, no alcanc a preguntar nada. Carlos Castao tom otra vez la palabra, y pensando en que habra tiempo para las preguntas, me dediqu a escucharlo:

-Contrario a lo que piensa mi familia, hoy en da creo que ocultar la muerte de mi hermano fue lo ms conveniente. Un sepelio solemne no lo soportara la organizacin.

Nos desplazbamos por aquella angosta carretera, en el filo de una serie de montaas desde donde se divisaba el oriente y occidente de Antioquia. Le pregunt:

-La muerte de Fidel lo cambi a usted radicalmente?

Revivi uno de sus silencios, trajo los momentos de su vida con las pupilas de los ojos y contest vehemente:

-Fue el nico momento en que pens renunciar a la causa antisubversiva, en dejarlo todo, irme del pas o entregarme a las autoridades. As de sencillo! No s qu me suceda. Tal vez me senta solo y confundido. Se haba muerto mi hermano, mi padrino, el inspirador y el ser querido, mi cmplice. Yo busqu un consejo en ese instante pero no lo encontr y eso que visit la Casa de Cristo.

-Cmo as que la Casa de Cristo?-le pregunt.

-Dos das despus de la muerte de mi hermano, como catlico que soy, me fui a buscar a monseor Isaas Duarte Cancino, obispo de Apartad. Le ped un cita porque l era para m lo ms cercano a Dios. En ese momento se encontraba en Medelln en la Casa de Cristo, la sede del clero en la ciudad. Recuerdo que lo encontr en una sala grande y semioscura con el padre Leonidas Moreno.

Yo buscaba un aliento moral y espiritual. En esos momentos es cuando nuestros pastores deben estar prestos a darnos ayuda, un consejo. Al entrar, salud y me acerqu a Monseor con quien habamos hablado ya, en tres ocasiones, de la problemtica de la regin del Urab, que viva la peor de las guerras. Consternado le dije: Monseor, mataron a Fidel y no s qu voy a hacer. Usted me ayudara a darle cristiana sepultura?

Monseor Isaas se qued callado, mir al padre Leonidas y sin conmoverse, dijo pausadamente; S Esa es la misin de la Iglesia Los sacerdotes se miraron igual a como lo hacen dos hombres que van a ofrecerle una mala propuesta a un tercero en un negocio. Ah yo no vi a nadie cercano a Dios. Intentaron seguir con los temas pero yo romp la reunin con discrecin, y sal. Lo hice con rabia y de verdad derrotado. Pens que rezaramos un Padre Nuestro o un Credo, que me iban a hablar o a decir algo. Yo aguantndome ese tramacazo, y Monseor no me crey.

Sal de la Casa de Cristo y no me detuve ante el Mercedes 280 SEL blindado verde militar en el que siempre me movilizaba. Segu caminando por la acera ms de una cuadra hasta llegar a la avenida La Playa, en Medelln y mir el vestido y la corbata azul oscuros, como preguntndome: Yo qu hago aqu?

Tena el mundo a mi espalda y se me ocurri ir donde doa Rosa, mi madre. Pero a qu? -me preguntaba. En aquel momento quise someterme a la justicia. No por justicia, sino por buscar proteccin. Yo pens que los curas me aconsejaran algo, pero nada. Ya se muri Fidel para qu vamos a seguir en esto? -pens. Buscar una salida digna para m era una opcin, pues tena mucho miedo de enfrentar esta guerra solo.

- Y de ah en adelante qu pas? -le pregunt, asombrado.

-No me qued otra opcin que asumir el mando y aqu estoy.

Carlos Castao se convirti en la cabeza de las Autodefensas a los 29 aos de edad, pero a pesar del respeto que infundaba ser el hermano de Fidel y llevar el apellido Castao, un comandante no se haca con una herencia, as hubiera ayudado a edificarla. Deba demostrar que poda ser el lder de una organizacin que contaba con trescientos hombres y vigilaba ms de veinte mil kilmetros cuadrados de tierra del acecho de la guerrilla.

-La mayora de los comandantes pensaba que la persona para asumir el mando era yo. Cuando les confirmamos la muerte de Fidel e hicimos la pregunta Quin asumir? todos me miraron. En ese momento hered la causa, pero an me faltaba demostrar que era el sucesor digno de Fidel. De esto me convenc cuando quise asegurar mi guardia pretoriana. Le coment a los escoltas ms cercanos a Fidel que el patrn, como le decan, estaba muerto. Les pregunt, despus, al Pastuso y a Javier que si ellos me seran leales si yo asuma el mando. La respuesta fue elocuente: un silencio absoluto. Entend que no slo era suficiente con llevar el apellido Castao, tena que demostrar mi condicin de comandante.

Dos meses despus, en una incursin guerrillera de las FARC en San Pedro de Urab, lleg para Carlos Castao la oportunidad de ratificarse como el nuevo lder de las Autodefensas. Los dems comandantes de la Autodefensa calificaron de suicida la defensa del pueblo aquella noche.

-Cmo fue ese combate? Fue determinante en su vida?

-Toda la regin se enter de que yo sal herido. Esto circunstancialmente me posicion. Hay comandante!, decan. Se gan confianza en la regin; en la tropa, respeto, tranquilidad y hasta admiracin. Percibieron que estaban bien representados.

Castao hizo una pausa. Supuse que continuara con la historia del combate de San Pedro de Urab, pero permaneci silencioso. Por curiosidad, indagu cmo haca para estar tan tranquilo a slo tres horas de Medelln.

-Si se presenta algn operativo con tropas del Ejrcito helicoportadas, logramos divisarlos veinte minutos antes. Tiempo suficiente para coger el monte donde no nos rastrea nadie. Es muy difcil que despus de estar enmaraados alguien nos descubra. Adems, siempre tengo anillos de seguridad de mnimo doscientos hombres. As el Ejrcito nos persiga por deber, nosotros no los atacamos. Tenemos claro que nuestro enemigo es la guerrilla. Aunque ahora han cambiado un poco las cosas. Hace un ao estamos entrenando a nuestros patrulleros para defenderse del Ejrcito con fuego cuando se encuentren en riesgo de muerte.