Выбрать главу

Por la mañana, antes de las diez, recibes una llamada. Te invita a almorzar en cuanto puedas, a lo mejor ese mismo día. Sabes que está casado porque no te invita a cenar. Y también porque demuestra abiertamente que tiene muchas ganas. Los hombres solteros nunca demuestran abiertamente que tienen ganas de verte.

Durante el almuerzo -que es en un sitio encantador lejos de los circuitos habituales-, confirmas que está casado. No porque lo diga, sino porque omite muchas cosas de su vida.

Dice cosas como «Fui al cine» o «Fui a Europa», pero por la descripción te das cuenta de que no estaba solo. Los hombres habitualmente no se alojan solos en el Splendido de Portofino, o en el Hotel du Cap o el Edén Roe. Una cama vacía con sábanas de lino inmaculadas puede que sea tu idea del paraíso, pero habitualmente no es la suya.

Es prudente preguntarle por sus hijos. De ese modo puedes confirmar su estado marital. Si está divorciado, mencionará a la madre de sus hijos, habitualmente de modo negativo. Pero si está casado, parecerá que los ha tenido él solo.

Si todavía tienes dudas, siempre puedes preguntarle directamente: «¿Estás casado o divorciado?» El normalmente dice algo poco ingenioso como: «Ni una cosa ni otra», o «Tenemos un matrimonio abierto». Puede que sea abierto para él, pero probablemente no lo sea para ella.

Un hombre casado me dijo una vez: «Somos antiguos hippies y tenemos un matrimonio abierto desde los años sesenta». Más tarde me enteré de que esto había sido verdad veinte años atrás, pero ya no lo era, lo que probablemente explicara por qué seguían todavía casados. Otro dijo: «Mi mujer no quiere tenerme cerca, está contenta conmigo lejos». Otro dijo: «Mi mujer está en nuestra casa de Barbados con los chicos». Otro dijo: «Mi mujer está en California de viaje de negocios». Lo que implicaba era: ojos que no ven, corazón que no siente. Los hombres tienen una habilidad para compartimentalizar sus sentimientos que las mujeres ni siquiera llegan a entender.

Lleva un tiempo empezar a hacer el amor. El parece extremadamente paciente, más interesado por tu mente que por tu cuerpo. Te llama varias veces al día, pero se mantiene extrañamente en silencio después de la puesta de sol y los fines de semana. Siempre le llamas a la oficina. Ni siquiera tienes otro número de teléfono suyo. Y evitas mencionar esta omisión.

¿De verdad que quieres otro número? Tienes mucho trabajo que hacer. Te gusta estar sola en la cama, leer por la noche hasta la hora que te apetezca, tener la cocina, el cuarto de baño, el coche, limpios. Recuerdas el caos de calcetines sucios, de toallas y latas vacías de soda, y prometes: nunca más. Y sin embargo te notas despierta, viva, femenina. Es agradable tener y no tener a un hombre al mismo tiempo. Te notas serena. Puede que esto te siga apeteciendo para siempre, con toda la fuerza de tu parte.

Pero justo cuando le das la espalda para irte, el hombre enloquece por poseerte. Así está hecha la especie masculina.

El ambiente está preparado. En tu casa un fin de semana que tu hija está con su padre, en un albergue en Vermont (un fin de semana que su mujer está fuera), en una isla al sol (una semana que su mujer está en Europa o Asia).

Si te sugiere su casa, no vayas; y reconsidera la relación. Un hombre que no tiene escrúpulos para llevarse a otra mujer a la cama de su esposa no es de fiar, ni siquiera como amante ocasional. Además, quieres un hombre a tiempo parcial, no la cabeza de otra mujer en una fuente. Ella es la esposa, de modo que tú eres la amante. Ser amante tiene sus atractivos especiales.

El hombre llega ese día con pinta de tímido pretendiente. Puede que traiga flores, vino, compact-discs, o un camisolín de seda roja. (Si piensa ponérselo él, reconsidera la situación.) Puede traer todas esas cosas. Pero no joyas. No todavía. Se pregunta si eres una buena inversión. (¿Vas a rendirte demasiado pronto? ¿Deberías dejar que te siguiera persiguiendo algo más? ¿Será más fácil conseguir que traiga joyas si no te rindes? No lo sé, pero a lo mejor por eso yo no tengo joyas buenas.)

Y entonces a la cama. Es cuando el poder cambia de sentido. Si te resulta bien en la cama, estás en problemas. Si le resultas tú a él, está en problemas él. La cama es el punto de apoyo donde cambia de sentido el poder. La cama es el vaivén entre el antes y el después. Lo que pase a continuación es cosa tuya.

Si eres posesiva, lo alejarás de ti. Cuando te llame el lunes hablándote de lo sexy que eres, alarga la conversación. Eso podría ser lo más divertido que te ha pasado en la vida. Nadie le entiende mejor. Incluso usa la palabra «amor». Esa es otra razón por la que sabes que está casado. Está vacunado. Puede decir todo lo que quiera y no referirse a nada.

Los hombres son unas criaturas muy simples. Dales de comer, folla con ellos, pero conserva las llaves del castillo. Territoriales hasta los tuétanos, son más cariñosos cuando meten sus zapatos debajo de tu cama.

Estas aventuras pueden seguir durante años y dejarte sin embargo tiempo de sobra para las otras cosas de la vida. No se los debe exprimir. No necesariamente les tira el matrimonio.

Un hombre casado se tomó un respiro durante su matrimonio y alquiló una casa de campo cerca de la mía. Pero seguía yendo a casa de su mujer los fines de semana.

Cuando se produjo el ligue y quiso que le invitara a mudarse conmigo, le recordé lo mucho que le quería su mujer. No creo que se esperara eso. Pero me gusta mi libertad, y pensaba que la relación podría estropearse si yo tenía que cargar todo el tiempo con sus problemas.

¿Puede ser amor de verdad esto?

¿Por qué no? ¿Es que las mujeres no pueden amar sin tener que entregar su vida? Los hombres lo han hecho todo el tiempo.

Tendemos a creer que, como no renunciemos a todo, no estamos enamoradas de verdad. Pero no se trata de una norma que sirva después de los cincuenta años. ¿Y por qué iba a servir? Nuestra vida nos resulta más importante de lo que es para el mundo de los hombres, por lo menos.

Pero entonces yo todavía tenía cuarenta años y pico, de modo que me vi obligada a preguntarme: ¿me casaría con este hombre si deja a su mujer?

Decidí que no. De modo que mi conciencia me dijo que lo mandara a su casa, con su mujer. Ella lo quería de un modo que no lo quería yo. Era hacerle un favor mandarle de vuelta a casa.

Otras aventuras nunca terminan. Siguen intermitentemente a lo largo de años, incluso después de que uno (o los dos) se haya vuelto a reunir con su cónyuge o casado con otra persona. La aventura se convierte en un espacio privado que no tiene nada que ver, y lo tiene todo, con el resto de tu vida. No causa dolor, sólo placer, porque es, en su misma naturaleza, inestable, temporal. La fantasía suprema es la de los amantes que se ven una vez al año y encuentran un oasis fuera del tiempo, de vez en cuando.

Pero antes o después, hasta las mejores aventuras pierden interés. A lo mejor porque el tú que necesitaba aquel oasis concreto queda desplazado por otro tú. A lo mejor porque encuentras refugio en otra relación que parece lo suficientemente satisfactoria en sí misma. A lo mejor porque eres demasiado mayor y estás cansada para las inevitables decepciones. O porque decides que quieres que tu vida sea limpia y sincera.