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– ¿Qué estás pensando? -preguntó Nelson con las cejas ansiosamente levantadas mientras observaba a su hermana.

– Nada.

– Procura comportarte bien, Trisha, y escucha lo que tenga que decirnos -dijo él sin creerla-. Prepárate. Es igual que nuestra querida madrastra hace veinte años.

Entraron en el estudio y Trisha estuvo a punto de tropezar cuando su mirada se detuvo en aquella mujer, una hermosa mujer. El parecido era sorprendente, y a pesar de que aquella muchacha no tenía la innata sensualidad felina de la mujer de la que afirmaba ser hija, era prácticamente el vivo retrato de Kat.

Alguien, probablemente Nelson, colocó un vaso en las manos de Trisha y ella tomó un trago. Zach los presentó, pero Trisha no prestó demasiada atención; estaba demasiado envuelta en los recuerdos de su madrastra. Sintió un nudo en la garganta. Cielos, ¿sería posible? ¿Era aquella mujer de verdad su hermanastra? Tomó otro relajante trago de su bebida y apagó el cigarrillo. Jason estaba hablando…

– …de manera que os hemos esperado para verla juntos. Adria asegura que esta es la prueba que necesitamos. -Metió la cinta de vídeo en el magnetoscopio y pulsó el botón de encendido. Trisha apartó su atención de aquella mujer que tanto se parecía a Kat y la dirigió hacia la pantalla.

Zachary volvió a su posición al lado de la ventana. El ambiente en la habitación era tenso, pero a él le pareció divertido ver las miradas de reojo que se intercambiaban sus hermanos. Adria los había conmovido. A todos ellos. Ahora estaban preocupados. Por primera vez en casi veinte años.

Oyó una voz y dirigió su atención hacia la pantalla del televisor, en la que se veía a un hombre demacrado, completamente calvo, tumbado en una cama de hospital y hablando con evidente dificultad.

– Supongo que debería haberte dicho esto antes, pero por razones que te contaré después, razones egoístas, Adria, mantuve la historia de tu nacimiento en secreto. Cuando me preguntabas al respecto, lo juro por Dios, yo todavía no sabía la verdad, y después… bueno, no supe encontrar el mejor momento para decírtelo.

»Tanto yo como tu madre, que en paz descanse, quisimos siempre tener hijos, pero, como tú bien sabes, Sharon no podía quedarse embarazada. Aquello era un continuo tormento para ella, que, por alguna razón, pensaba que Dios la estaba castigando, a saber por qué. Yo nunca lo entendí. De modo que cuando te encontramos a ti… cuando llegaste a nuestras manos, aquello fue la bendición por la que tanto había estado rezando.

»Te adoptamos por medio de mi hermano, Ezra. Probablemente apenas te acordarás de él, pues murió en el año 1977. Pero fue él quien te trajo hasta nosotros. Era abogado y trabajaba en Bozeman. Sabía que tu madre y yo estábamos desesperados por tener hijos. Los dos habíamos cumplido ya cincuenta años, y con las deudas que teníamos en la granja no se nos consideraba las personas más adecuadas para una adopción por medio de las vías legales usuales.

El hombre hizo una pausa para tomar un trago de agua de un vaso de vidrio que tenía en la mesa que había junto a la cama, se aclaró la garganta y volvió a mirar a la cámara.

– Ezra me dijo que había llegado a un arreglo con una de nuestras primas hermanas lejanas. La muchacha, Virginia Watson, estaba divorciada y sin dinero, y tenía una hija de cinco años de edad a la que no podía ofrecer los cuidados adecuados. Lo único que ella quería era que la niña, Adria, estuviera con una buena familia que la quisiera. Ezra era soltero. No quería tener hijos a su cargo, pero sabía que Sharon y yo no deseábamos otra cosa.

»Y lo hicimos. La adopción fue secreta y los papeles… bueno, la verdad es que no fueron muchos. No queríamos que el Estado metiera las narices, sabes. De modo que, simplemente, Virginia vino a casa y te dejó aquí. Y desde aquel día siempre te consideramos nuestra propia hija.

Hizo una nueva pausa, como si le costara pronunciar las siguientes palabras:

– Yo sospechaba que todo aquello no era demasiado limpio, pero no me preocupé mucho. Tu madre era feliz por primera vez en muchos años, y yo no tenía ni idea de quién eras realmente. Yo me decía que alguien no te había querido, y que nosotros sí, y eso era todo.

»Solo años después, cuando Sharon ya nos había abandonado, empecé a imaginar lo que había pasado. Te prometo que, hasta ese momento, no tenía ni idea de que podías ser la hija desaparecida de alguien. Demonios, Adria, para serte sincero, incluso si lo hubiera sabido, creo que no habría podido deshacerme de ti. Pero, en resumidas cuentas, lo que sucedió fue que yo estaba haciendo limpieza de periódicos viejos en el granero y vi uno en el que se contaba la historia del secuestro de la hija de los Danvers. La policía buscaba a la niñera, una mujer que se llamaba Ginny Slade. Aquello no significaba nada para mí, pero un par de semanas después, mientras estaba sentado en mi sillón al lado del fuego leyendo la Biblia, se abrió la página donde está el árbol genealógico de la familia y allí volví a ver aquel nombre: Virginia Watson Slade. Según el árbol, Ginny Watson se había casado con Bobby Slade, de Memphis.

El hombre se mordió los labios nervioso.

– No soy estúpido, y sé sumar dos y dos. Parecía que tú podías ser la hija desaparecida de los Danvers, pero quise estar seguro, de manera que traté de contactar con Virginia, pero nadie sabía nada de ella desde hacía años. Desde el momento en que te dejó en nuestra casa, parecía haber desaparecido. Ni llamadas de teléfono, ni cartas, ni ninguna dirección. Sus padres no sabían si estaba viva o muerta y no tenían ni idea de dónde podía estar Bobby Slade. Era como si se la hubiera tragado la tierra, y lamento admitirlo, pero me sentí aliviado. No quería perderte.

Victor parpadeó y tomó otro trago de agua. Su voz parecía sincera, pero Zach no iba a dejar que aquel espectáculo de feria le convenciera. Para él, Adria era una farsante.

– Ya sé que esto suena cruel -dijo Víctor en un susurro apagado-, pero no podía soportar la idea de perderte. Tú eras todo lo que tenía en el mundo. Y en cuanto a la familia Danvers, imaginaba que el daño ya estaba hecho. Yo no podía deshacer el secuestro. Y tenía que considerar el hecho de la adopción. En la época en la que llegaste a casa, ya sabíamos que no se habían rellenado todos los papeles, que la adopción no había sido del todo legal. Cielos, probablemente incluso era ilegal. Tenía miedo de verme implicado de alguna manera en un crimen, incluso aunque no tenía ni idea de dónde venías. Pero he decidido que no quiero morir sin compartir contigo este secreto, y dejaré este vídeo en un lugar seguro al lado de mi cama. Por si alguien se cuestiona la autenticidad de este vídeo, diré que Saúl Anders me prestó el equipo, colocó el trípode y vigiló que tuviera suficiente intimidad. Él no tiene ni idea de lo que hay en la cinta y me ha prometido que no la verá.

Los viejos ojos se volvieron vidriosos por un momento.

– Bueno, chiquilla, esto es todo lo que yo sé. Espero que te sirva de ayuda. Creo que a lo mejor te quise demasiado para decirte la verdad. Te echaré de menos, mi niña…

El hombre forzó una sonrisa y luego la pantalla se quedó en blanco.

Nelson dejó escapar un suave silbido.

Jason se quedó mirando su vaso vacío.

Trisha aplaudió como si estuviera en una función de teatro.

– Bueno, si esto no es lo peor de la historia del vídeo… ¿Realmente imaginas que vamos a creernos esta historia sensiblera?

– No lo sé -dijo Adria con voz ronca y con un brillo en los ojos que no había estado allí antes-. Pero es la verdad.

Zach se dijo que todo aquello era parte de un plan elaborado, que el hombre del vídeo posiblemente era un actor, o su propio padre intentando sacar tajada de la riqueza de los Danvers.