Выбрать главу

– Entonces, ¿a qué estás esperando?

– Estoy esperando a que me lleguen los informes de los hombres que hay en los alrededores. Estamos rastreando diez manzanas a la redonda, interrogando a la gente en la calle, registrando los edificios adyacentes y peinando literalmente toda la zona. Tenemos agentes en la estación de autobuses, en la de trenes y en el aeropuerto.

– Estás perdiendo el tiempo -gruñó Witt impaciente-. Polidori…

Levantó la vista y vio que entraban en la oficina dos policías, trayendo a Zach, lleno de magulladuras y de sangre. La cara del chico estaba completamente morada y tenía un corte en la mejilla que le llegaba hasta la oreja. La nariz todavía le sangraba y estaba completamente desfigurada. Se levantó de golpe y dio la vuelta al escritorio, dirigiéndose hacia él.

– Traed al médico -ordenó a los policías y luego preguntó su hijo-¿Qué te ha pasado?

Zach miró con recelo hacia los policías. Se pasó la lengua por los labios secos e hinchados.

– ¿Qué está pasando aquí? -preguntó Zach, deslumbrado por la luz-. ¿Le ha sucedido algo a Trisha?

– ¡Cielos, no! ¿De qué estás hablando?

– Ellos, la policía, dicen que ha desaparecido… -Estaban hablando de London -dijo Witt, sintiendo que se le encogía el estómago.

– ¿London? Pero si no es más que una niña… -Zach tragó saliva con dificultad.

– ¿Estabas tú con ella?. Zach negó con la cabeza, afligido. -¡Cielos! -Todo su mundo se estaba viniendo abajo y no sabía a quién maldecir por ello. -¿Qué le ha pasado? -preguntó Zach.

– Ha desaparecido -contestó Witt.

– ¿Desaparecido? Pero estaba en la fiesta. Yo la vi. Tú también la viste.

– Sucedió más tarde. También ha desaparecido Ginny. Eso es todo lo que sabemos. -A través de su silencioso miedo, intentó dirigir su atención hacia el muchacho, al que habían golpeado hasta dejarlo casi irreconocible-. ¿Tú estás bien?

– Todavía estoy con vida -respondió Zach, apretando los dientes.

– ¿Qué te ha pasado? -preguntó Witt antes de descolgar el teléfono y marcar un número de tres cifras-. ¿Está todavía McHenry ahí? Enviaré a alguien a buscarlo. Bien, dígale que baje aquí inmediatamente. Sí, a mi oficina. ¿Qué? Ah, se trata de Zach. Está aquí, sí, pero está herido. Parece grave. -Colgó el auricular e hizo que dos de los oficiales de policía se levantaran del sofá de cuero verde-. Ven aquí, será mejor que te tumbes. Parece que has perdido mucha sangre.

– Estoy bien.

– Túmbate ahí, ¿de acuerdo? -le ordenó Witt, sintiendo que las sienes le estallaban-. Por una vez en la vida, Zach, hazme caso. Túmbate en el sofá y deja que McHenry te examine, ¡por el amor de Dios!

Pareció que Zach iba a contestarle con alguna réplica agria, pero en lugar de eso se sentó en el sofá en el momento en que el doctor McHenry ya entraba en la oficina. Era un hombre ágil, de unos setenta años. Había sido el médico particular de Witt durante muchos años, y era el mejor que se podía conseguir con dinero.

McHenry conocía sus chismes, pero se podía confiar en que mantendría siempre la boca cerrada, lo cual suponía un incalculable valor añadido.

– Me gustaría ver cómo ha quedado el otro -bromeó el doctor, mientras ayudaba a Zach a quitarse la camisa.

A Witt se le encogió el estómago al ver la fea herida, roja y sangrante, que Zach tenía en el hombro.

– Bueno, Zach, empieza a contarnos -dijo Witt apoyado en una esquina de su escritorio.

Cogió un puro nuevo, aunque el otro todavía humeaba en el rebosante cenicero. Zach, hosco y haciendo muecas de dolor mientras el doctor le curaba las heridas, no dijo ni una palabra. Como era normal en él.

– Mira, Zach, no me importa lo que pienses de mí. Demonios, nada me importa más que la seguridad de London, de modo que será mejor que me digas qué ha pasado esta noche. La vida de tu hermana puede depender de eso.

Zach le dirigió una mirada cargada de odio, pero Witt no le hizo caso. Se volvió hacia Jack Logan y le miró fijamente a los ojos.

– Y nada de lo que se diga en esta habitación saldrá de aquí, ¿de acuerdo?

Logan asintió con la cabeza, y Witt, satisfecho, volvió a sentarse en su silla.

– Somos todo oídos, Zach.

Zach cerró los ojos tratando de que la habitación dejara de dar vueltas. Quería mentir, pero no lo hizo y contó su historia con solo dos pequeños cambios. No quiso admitir que su madrastra le había provocado durante el baile, en la fiesta, y mantuvo el nombre de Jason fuera del asunto. No quiso echarle la culpa a su hermano y afirmó que la cita con Sophia la había arreglado él mismo. No estaba seguro de por qué lo hizo. Quizá quería enfrentarse él mismo a Jason. O quizá sentía algún tipo de fraternal camaradería por aquel hermano mayor que, desde que recordaba, había sido una espina en el culo para él. O puede que simplemente estuviera cagado de miedo.

El doctor McHenry no dijo ni una palabra mientras se dedicaba a curar a Zach. Hablaba para sus adentros, mientras le aplicaba pomadas y algo que le quemó como el fuego del infierno. Luego empezó a ponerle puntos en la herida del hombro y a continuación hizo lo mismo con la cuchillada que tenía sobre la oreja. Una vez hubo acabado con los puntos de sutura, empezó a trabajar con la cara de Zach.

– Te han vuelto a romper la nariz, muchacho, pero eso te imprimirá carácter cuando seas mayor -dijo el doctor, limpiándole la sangre reseca.

Cada vez que tocaba la nariz de Zach, este estaba a punto de volver a desmayarse.

– Te daré algo para el dolor. -Sacó una aguja hipodérmica de su maletín negro, bajó los pantalones a Zach e hincó la aguja en su trasero-. Y esto es para prevenir el tétanos.

Zach prefirió no mortificarse por el hecho de que McHenry le hubiese obligado mostrar el trasero a su padre y a unos cuantos policías de Logan. Le importaba un comino lo que hicieran con él su padre o el médico. Pero no había nada peor que tener que vérselas con la policía.

Al final, le tocó el turno al sargento detective Jack Logan. Zach notó el escepticismo en los ojos de Logan, mientras este le interrogaba, y se dio cuenta de la manera en que dos de sus hombres intercambiaban miradas desconfiadas cuando les habló de la prostituta. Dijera lo que dijera, sabía que ellos pensarían que estaba mintiendo.

Incluso cuando Logan empezó a preparar un informe de los hechos, grabando la conversación mientras que sus oficiales tomaban unas pocas notas a mano, Zach pudo leer la incredulidad en los oj os del viejo policía.

– Esos tipos que te atacaron -dijo finalmente Logan, mientras McHerny cerraba su maletín-, ¿Rudy y Joey?

– Así es como se llamaban entre ellos.

– ¿No los habías visto antes?

– Nunca.

– Debería ir al hospital -les interrumpió el médico.

– Mire, doctor, estamos intentando encontrar a la hija de Witt -dijo Logan sin perder la compostura- No creo que deba decirle que el tiempo es muy importante. Solo necesitamos que Zach venga con nosotros a la comisaría para echar un vistazo a unas cuantas fotografías, eso es todo.

– Yo no se lo recomendaría.

– ¿Zach? -dijo Witt, arrugando el entrecejo. Apenas podía abrir la boca, la cabeza estaba a punto de estallarle y el hombro le escocía como el mismísimo infierno, pero asintió a su padre.

– Iré.

No había nada más que McHenry pudiera hacer allí. Se llevó a un lado a Witt y le advirtió de algo al oído, pero Zach no pudo oír de qué se trataba. Fueron a la comisaría en un coche de la policía. Se sentaron en una pequeña habitación iluminada por la centelleante luz de un fluorescente, y perfumada por el olor persistente de cigarrillos y café rancio, y Zach se dedicó a repasar páginas de fotografías de matones en blanco y negro en medio de una bruma de dolor.