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– ¿Qué me dices de este? -preguntaba un policía y Zach se detenía en la foto solo para después negar con la cabeza.

Había en aquella habitación más gente de la que había estado con él en el hotel. Conforme pasaban las horas, los policías iban y venían, mirándole mientras se pasaban la mano por la cartuchera de sus armas, tomaban algunas notas o se contaban chistes verdes. -Y este, ¿qué me dices de este?

Las preguntas no cesaban, y Zach miraba una fotografía tras otra, fotografías granulosas en blanco y negro de personas a las que nunca había visto. Pasaba la página, negaba con la cabeza, y pasaba otra página más. Su padre estaba también en la habitación, andando de un lado a otro, mirando a todos como si quisiera despedazar a alguien, a cualquiera.

Le pareció que las fotografías empezaban a cobrar vida y a dar vueltas ante sus ojos. Le dolía la espalda y sintió como si no hubiera dormido durante cientos de años. Un policía se sentó en la esquina de la mesa observando sus reacciones, mientras otro salía a buscar café.

Zach se hundió en la silla y pidió un cigarrillo. El café no le servía de gran ayuda.

– Esto es todo. No tenemos nada -dijo un fornido policía bostezando, a la vez que otro, una mujer delgada que acababa de entrar de servicio, se quedaba mirando los libros de registro.

– Supongo que Rudy y Joey no habrán sido procesados nunca aquí -dijo el oficial Ralph O'Donnelly, mientras apagaba la colilla de su cigarrillo en una taza de café vacía.

– ¿ Rudy?-La mujer pasó la mirada de Logan a Witt.

– Sí, el chico dice que oyó sus nombres. -El oficial O'Donnelly se puso de pie y se estiró. La espalda le crujió con un sonido sordo.

– ¿Por qué no lo has dicho antes? -preguntó ella, buscando de nuevo entre los libros de fotografías y abriendo uno de ellos. Colocó la página abierta bajo la nariz de Zach-. Míralo de nuevo.

Todos los que había en la habitación se quedaron mirando a Zach, mientras pasaba con dificultad un dedo por debajo de las fotografías y forzaba la vista, intentando enfocar cada una de las caras. La vista se le nublaba por momentos, pero siguió mirando y notó que el aire de la habitación empezaba a ser irrespirable.

– No creo que…

– ¡Mira de nuevo! Imagínate al tipo recién afeitado o con diferente color de pelo o lo que sea -murmuró Logan con enfado-. No te pases ninguno por alto.

Zach apretó los dientes volviendo a ojear las fotografías de aquellos matones, suponiendo que en aquella página no había ni una sola pista, cuando de repente se paró en una de las fotos de la última hilera. El pelo era diferente, ahora lo llevaba más largo, y la barba y el bigote de la foto cubrían lo que le pareció que era una mandíbula picada de viruela, pero los ojos, esos ojos maliciosos, eran los mismos.

Apenas podía hacer que su garganta trabajara cuando apoyó un dedo acusador sobre la fotografía.

– Rudolpho Gianotti -dijo la mujer con una mueca de satisfacción. Y a Zach le dio la impresión de que aquella mujer estaba deseando echarle el guante al tipo por motivos personales-. Una cabeza perdida que trabaja en equipo con Joseph ViSiri.

– ¡Demonios! -gruñó Witt. Cruzó la habitación y se quedó mirando la fotografía de los matones. Con la cara roja y temblando, añadió-: Estaba seguro de que estaban relacionados con Polidori.

– Bingo -dijo la mujer-. La brigada antivicio anda detrás de ellos por drogas y prostitución, y posiblemente también por apuestas ilegales.

– ¡Te lo dije! -refunfuñó Witt, dando una patada a la pata de la mesa-. Cuando le eche las manos encima a Polidori te aseguro que se va a acordar de mí. ¡Vamonos!

– ¡Alto! -dijo la mujer policía-. No estamos hablando del viejo. Estos tipos (golpeó con un clip sobre la foto de Rudy Gianotti) están relacionados con su hijo, Mario.

A Witt se le pusieron los ojos negros como la noche. Odiaba al hijo tanto como al padre.

– Tráelo aquí, Jack. Vamos a hablar con él.

– Lo haremos -le aseguró Logan-. Pero primero vamos a encontrar a Gianotti y a Siri. Veamos qué es lo que nos cuentan, qué es lo que saben. Y luego podremos ir a por Mario Polidori.

– Y a por el viejo.

– Quizá.

El rostro de Witt se torció con una mueca de rabia.

– Él está detrás de todo, Jack. Te lo dije desde el principio. El secuestró a mi pequeña y solo Dios sabe qué es lo que le habrá hecho.

– No te preocupes, Witt, la encontraremos.

La voz de Logan se hizo más débil y Zach no llegó a entender lo que estaba diciendo. La habitación empezó a dar vueltas a su alrededor, la cabeza se le tambaleaba y parecía que los huesos se le derretían. Parpadeó para seguir despierto, pero la oscuridad lo empezó a envolver. Con un leve suspiro resbaló de la silla y cayó al suelo inconsciente.

Dos días después Zach se despertó en una habitación de hospital, con el hombro ardiendo y un regusto a vómito en la boca. No podía respirar bien porque algo -un algodón, supuso- obturaba sus fosas nasales. Tenía vendas que le rodeaban la cabeza y le sujetaban el hombro, y todo olía a antiséptico.

– Tienes un aspecto horrible.

Se dio la vuelta rápidamente al oír la voz de Jason. Sintió un dolor que le descendía por los brazos. Los recuerdos de Sophia, de los matones, de la navaja y de London pasaron por su mente.

– Malnacido -dijo él, notándose la lengua hinchada-. Me tendiste una trampa. -Intentó incorporarse agarrándose al gota a gota que tenía conectado al dorso de la mano.

– Lo has entendido mal, Zach, lo lamento. No tenía ni idea de que…

– Mentiroso.

Jason cerró los ojos por un momento.

– Es verdad. Sabía que había un pequeño problema con el chulo de Sophia.

– ¿Llamas un pequeño problema a esos dos tipos que me querían cortar el cuello? -Tan enfurecido que apenas podía hablar, Zach se dijo en silencio que había sido un estúpido cayendo en la trampa que le había tendido Jason-. ¡Me pones enfermo!

– Yo no sabía que iban a estar allí.

– ¡ Y una mierda! -Zach se dio la vuelta y se quedó mirando hacia la ventana.

Desde allí podía ver el cielo y la estela de un avión cruzando el vasto azul. Apretó tan fuerte las mandíbulas que le dolieron. No quería mirar a su hermano. La almohada parecía áspera contra las heridas de su cara y le dolía la cabeza. Por Dios, cuánto odiaba los hospitales. Al menos tanto como odiaba a Jason en aquel momento. -Papá cree que Polidori está detrás del secuestro de London.

Zach no contestó. La enemistad entre los Polidori y los Danvers había existido durante generaciones. Witt siempre culpaba a Polidori de cualquier cosa que fuera mal en su vida, lo mereciera este o no.

– Pero aún no tenemos noticias. Ni siquiera el FBI nos ha dicho nada nuevo. Nadie ha pedido un rescate y Jack Logan teme que pueda haber sido secuestrada por algún grupo terrorista. -Logan es un idiota.

– Pero tiene sus razones. -Jason se puso a andar a los pies de la cama, colocándose en el centro de la línea de visión de Zach-. Mira, ya sé que la cosa tiene mal aspecto, Zach, y me parece que… -Su rostro se torció en una mueca, mientras buscaba las palabras adecuadas-. Bueno, la verdad es que me siento responsable por lo que te ha sucedido.

– Como debe ser.

– Pero la verdad es que no imaginé que irían contra ti.

– Pero sabías que irían allí.

– ¡En absoluto, tío! Yo solo sabía que Sophia me estaba esperando. No tenía ni idea de que su chulo estaría tan cabreado como para mandar a unos matones con navajas. -Se tiró nerviosamente de las puntas de su bigote-. Tienes que creerme, Zach… Si lo hubiera sospechado, no te habría enviado al Orion.

Zach dejó escapar un gruñido de disgusto.

– No te culpo por no creerme -dijo Jason, dejando escapar un profundo suspiro-. Aunque la verdad es que yo ya había decidido no ir a ver a Sophia. No habría jasado por allí ni loco, pero no pensé que la tomarían contigo. Pensé que podrías pasar un buen rato con ella, te lo aseguro. Tienes que creerme.