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De: rgabriel@gmail.com

Asunto:

Fecha: 18 de abril de 2007 11.37.47 GMT + 02.00

Para: Ignacio.aran@telefonica.net

Eh, capullo, cómo va eso.

Aquí tienes mi lista, tal y como TÚ me pediste. Me dijiste que te llamara a cualquier hora del día o de la noche, pero ya te he llamado dos veces y ni caso. Bueno, no me enrollo más.

DUDAS (SON ÉSTAS, DE MOMENTO, PERO TE MANDARÉ MÁS):

1. ¿Qué es la identidad sexual? ¿Tengo que tenerla, o no es algo estrictamente necesario para funcionar normalmente? Y, en caso de que sea estrictamente necesario, ¿es como un carnet o algo así? ¿Dónde puedo conseguirlo? (¿Necesito llevar fotos?)

2. ¿Cómo puedo saber si le gusto a una chica? NOTA: He probado a preguntárselo, pero no funciona. Algo en su cerebro les dice a las chicas que no respondan con sinceridad a esa pregunta. Y a ninguna otra que un tío les pueda hacer.

3. ¿Cómo puedo estar seguro de que mi miembro viril ha terminado de desarrollarse por completo? Y en caso de que pueda estar seguro, ¿quién me dice que su tamaño es el correcto, el homologado, digamos?

4. ¿Qué debo hacer si soy virgen y no tengo esperanzas de dejar de serlo en un futuro próximo? Sé que me dirás que al menos así estoy seguro de no haber contraído enfermedades venéreas, pero no me vale esa respuesta porque tampoco me fío mucho de mí mismo.

5. ¿Cómo hago para encontrar novia en el plazo de una semana? Tengo una fiesta para entonces y me gustaría ir acompañado para joder a mis colegas. Y tengo otra fiesta dentro de un mes y…, lo mismo.

6. ¿Crees que si encuentro una novia solucionaré algunas de mis dudas, o que mis dudas aumentarán en número y gravedad?

Respóndeme enseguida, por favor. R.

Nacho estuvo a punto de estrellar el ordenador contra la pared, pero se contuvo.

– Eeeh, esto… Las contestaré mañana en cuanto pueda, ¿vale? Una por una -dijo, tragándose el malhumor.

– Ten en cuenta que me corre muchísima prisa.

– Supongo que casi tanta como a mí el trabajito que te encargué, ¿verdad? -apuntó Nacho maliciosamente.

– Ah, eso. Sí, casi se me olvidaba. Me ha costado lo suyo, no creas que todo es pan comido.

– ¿Y…? -El hombre sintió la esperanza crecer en su pecho como uno de esos pelitos tan molestos y pertinaces que se abren paso, resplandecientes los condenados, a través de un lunar.

– He usado varios programas de software. Y, bueno, un lío. Al final he encontrado uno de código abierto, porque no ando tan bien de pelas como tú y no puedo permitirme estar comprando programas por ahí en Internet, en universidades americanas o vete a saber dónde. En las islas Pescadores. Además, no me fío de usar mi tarjeta de crédito en según qué sitios. Y tampoco me has dado tiempo a hacer mi propio programa.

– Ya, ya, ya…

– He encontrado uno que puede modificarse. Creo que trabajaré en él cuando tenga un rato. Es divertido, ¿sabes? Quizás consiga que desarrolle un sistema de localización por GPS. ¡Podría patentarlo y me forraría! Imagínate la de gente que hay por ahí a la que le han robado el portátil y daría lo que fuera por localizarlo…

– Sí, sí, sí…

– Bueno, eso. Que he puesto en marcha el programa después de hacerle unos ajustes y, tío, tío… -La pasmada voz adolescente de Rodrigo sonaba embriagada. «Me encanta la gente que disfruta con lo que hace», pensó Nacho-. Tío, como un sabueso en busca de un oloroso hueso de mamut… Enseguida ha empezado a enviar datos a un servicio de servidores de San Diego. Así que ya tengo en mi poder la última dirección utilizada y los datos de los routers que se han usado últimamente para conectarse desde el ordenador del, este…, del muerto. Mañana puedo localizarlos y decirte su ubicación exacta.

– ¡Genial! -masculló Nacho; no quería despertar a Jacinta y hablaba bisbiseando y haciendo los ruidos de un roedor atragantándose con una nuez de hilos y pelusa debajo de la cama-. Buen trabajo. Repito: bu-en traba-jo…

– Pero eso no es todo. Mientras trabajaba en el tema… alguien se conectó a la red desde ese portátil. Entré a echar un vistazo y, ¡bingo!, el cacharro tiene webcam incorporada. Es un aparatito encantador, un modelo nuevo de Macintosh que salió a la venta hace pocos meses. Así que… Le hice una foto al usuario a través de ese agujerito tan simpático que tiene esa preciosidad en lo alto de la pantalla. Era usuaria, más bien. Una tiparraca espantosa, si puedo decirlo. Te la he mandado por mail. Si abres el otro correo que te he enviado, podrás verla en todo su antifotogénico horror.

– ¿Qué estás diciendo?

– Lo que oyes. Rodrigo Bond al servicio de su majestad. Te estoy diciendo que le he hecho una fotografía (no muy buena, pero tengo más, si te apetece verlas, otras dos más) a la persona que está utilizando ahora mismo el ordenador de un señor que está criando malvas con un cuchillo clavado en el pecho como si fuese un clavel en el traje. ¡Qué pillina, eh, la espécimen esta!

Nacho notó que le temblaban los dedos cuando pinchó el segundo mensaje del chico y lo abrió.

La foto era un documento adjunto y tuvo que teclear sobre él, de nuevo, para desplegarlo en pantalla.

El corazón le latió con más intensidad que un rato antes, mientras hacía el amor con Jacinta, porque el rostro contraído, arrugado y algo deformado por la cámara web llenaba toda la pantalla: doña Agustina Pons parecía saludarlo desde allí, con el ceño fruncido y los incisivos de raposa al descubierto, como tronchados mondadientes.

TERCER DÍA EN EL CIGARRAL

Gota de humilde rocío

delicada,

sobre las aguas del río

columpiada.

ENRIQUE GIL Y CARRASCO

LAS RELACIONES PELIGROSAS

Cuando despertó, Jacinta ya se había ido. Nacho palpó la cama a su lado, pero las sábanas estaban frías, y el hueco del cuerpo de la mujer se veía cincelado en algodón a la media luz de la mañana; semejaba la voluta de humo de una pipa. Dúctil, menudo, lleno de curvas.

Se le atragantó un bocado de aire cargado de emoción, y un hormigueo le recorrió el estómago al recordar las sensaciones de la noche pasada.

Reconoció que la echaba de menos a la manera en que sólo se puede añorar a alguien con quien hemos compartido una intimidad de las que logran traspasar las pieles.

La vería más tarde. Tenía que ducharse y afeitarse. Se alegraba de haber llevado una buena provisión de colonias caras y de ropa interior. Eran casi las siete y media, había dormido mucho para lo que era su costumbre. Y la hora evidenciaba que Jacinta había dejado su habitación antes del amanecer, quizás temerosa de que los sorprendieran juntos.

Cogió su bolsa de aseo y se arriesgó a ir al cuarto de baño. Todavía no era su hora, pero quería ir adelantando tiempo.

No había nadie, de modo que se aseó y volvió a su habitación. Terminó de vestirse -se había paseado por el pasillo solitario pertrechado tras una toalla a modo de basto taparrabos-, leyó la prensa electrónica en su ordenador (un picoteo por los titulares de las cabeceras más importantes, y algunos confidenciales que echaban chispas con el reciente crimen en el cigarral) y se dijo que estaría bien bajar a la biblioteca antes del desayuno, para echar un vistazo a aquel dossier de prensa de papel que doña Agustina iba engordando poquito a poco con las noticias publicadas respecto al asesinato de Fabio, a las que ahora se añadirían las referentes a Richard. El ámbito de la música pop estaba conmocionado por la noticia de su muerte. En Noticias Digitales recogían una serie de testimonios de profesionales, compañeros y amigos del cantante verdaderamente lacrimógenos.