Hasta aquel momento, Yelén ocupaba el primer lugar en la lista de sospechosos. Pero al tener el diario era más fácil aceptar su intuición de que Yelén era inocente. Empezó leyendo los resúmenes de Yelén y las comprobaciones de Della. Si allí no descubría algo importante, el diario iba a ser una pieza de baja prioridad.
Yelén había enviado una enorme cantidad de material. Incluía unos holos de alta resolución de todos los escritos de Marta. Yelén había añadido un complemento con índices y referencias cruzadas; Wil podía escoger las páginas por el pH, si así lo quería. Una nota en el complemento decía que los originales estaban en estasis, pero podían estar disponibles al cabo de cinco días de pedirlos.
Los originales. Wil no había pensado en ellos: ¿Cómo se puede hacer un diario sin tener siquiera un bloc de notas? Unos mensajes breves podrían ser grabados a cuchillo en los troncos de los árboles o con cincel sobre las piedras, pero para llevar un diario hace falta algo parecido a papel y pluma. Marta había estado aislada durante cuarenta años, y eso representaba mucho tiempo para poder hacer experimentos. Sus primeros escritos los hizo con tinta de jugo de bayas sobre la parte blanda interior de la corteza de los árboles y dejó las pesadas páginas en un montón de piedras que impermeabilizó con barro. Cuando se recuperaron cincuenta años después, la corteza se había podrido y las manchas de tinta eran invisibles. Yelén y sus autones había estudiado los frágiles restos. Un microanálisis indicó dónde había estado las manchas de bayas, gracias a este recurso no se perdieron los primeros capítulos. Al parecer, Marta se había dado cuenta del peligro y los montones sucesivos estaban recubiertos con cañizos. La tinta de color verde oscuro se había decolorado muy poco.
Los primeros párrafos eran, principalmente, narrativos. Al final del diario, después de haber estado sola durante décadas, las páginas estaban llenas de dibujos, ensayos y poemas. Cuarenta años representan mucho tiempo si uno tiene que vivirlos en soledad, segundo a segundo. Sin contar el material que había copiado, Marta había escrito más de dos millones de palabras cuando murió (Yelén había entregado a Wil una base de datos comerciaclass="underline" Greenlnc. Wil buscó en ella algunos registros: el diario era tan extenso como veinte novelas que no guardaran relación entre ellas.) El material que había utilizado era mucho más abultado que el papel de los tiempos antiguos, y tuvo que viajar miles de kilómetros durante su vida. Cuando llegaba a alguna parte, construía un montón de piedras para guardar sus escritos. En las primeras páginas que guardaba en cada montón repetía especialmente las cosas importantes: la localización de los montones anteriores, por ejemplo. Después, Yelén pudo localizarlos todos. No se había perdido nada; a pesar de que uno de los montones había sufrido una inundación, también pudo reconstruir los escritos casi por completo.
Wil estuvo ocupado durante toda una tarde con la sinopsis de Yelén y el correspondiente análisis de Della. Allí no había sorpresas.
Más tarde, Wil no pudo resistir la tentación de buscar las referencias a él mismo. Las encontró en cuatro localizaciones distintas, la última era la que estaba listada en primer lugar. Wil la pidió por el teclado:
Año 38.137 Montón 4
Lat 14.36N Long 1.01E (ref. meridiano K)
— busque referencias heurísticas cruzadas —
Éste fue el encabezamiento que el programa complementario de Yelén imprimió en la parte alta de la pantalla. Más abajo aparecía el texto en letra cursiva verde. Una flecha roja intermitente marcaba la referencia:
«…y si no salgo de ésta, querida Lelya, por favor: no pierdas el tiempo tratando de resolver este misterio. Vive por nosotras dos, vive para nuestro proyecto. Si debes hacer algo relacionado con mi caso, delega la responsabilidad. Había aquel policía. Un tecno-min. No puedo recordar su nombre (¡Oh, la de millones de veces que he rogado una interfaz de banda, o siquiera un equipo de base de datos!). Pásale el trabajo a él y tú concéntrate en lo importante…»
Wil volvió a sentarse deseando que el buscador de contextos no fuera tan condenadamente eficaz. ¡Ella ni siquiera se acordaba de su nombre! Intentaba decirse a sí mismo que cuando escribió aquellas palabras ella había vivido casi cuarenta años después de haberle conocido. ¿Sería él capaz de recordar su nombre cuarenta años a partir de aquel momento? (¡Sí!). Pensaba en lo mucho que había analizado sus sentimientos, pensaba en lo próximos que habían parecido estar aquella última noche, y en la nobleza que él había demostrado al echarse atrás… y pensaba también que durante todo aquel tiempo no había sido para ella más que un tecno-min.
Con un rápido movimiento de la mano, Wil borró las otras referencias de la pantalla. Déjalo, Wil, déjalo. Se levantó y se acercó a la ventana de su estudio. Tenía un importante trabajo que hacer. Estaba la entrevista con Ménica Raines y después la de Juan Chanson. Debería estar preparándolas.
Por este motivo retornó a su mesa… y se apresuró a poner en pantalla la primera entrada del diario de Marta:
«El diario de Marta Qih-hui Qen Korolev: Queridísima Lelya», —empezaba. Todas las entradas estaban dirigidas a Lelya.
—Greenlnc. Consulta —dijo Wil—. ¿Qué es «Lelya»? Señaló la palabra en el diario. Un encuadre lateral se llenó con las tres posibilidades más probables. La primera era: «Diminutivo del nombre Yeléna». Wil estuvo de acuerdo: también había sido ésta su primera hipótesis. Continuó leyendo en la pantalla centraclass="underline" «Queridísima Lelya, Se cumplen 181 días desde que todos os fuisteis, y esta es la única cosa que sé de cierto.
»El hecho de que empiece este diario es una especie de reconocimiento de mi derrota. Hasta ahora, he podido llevar cuenta del tiempo, ya que parecía que esto era lo único que era necesario hacer; debes recordar que habíamos previsto un ciclo de observaciones de noventa días. Ayer debía haber tenido lugar la segunda grabación, pero no pude ver nada.
»O sea que he de tomar un punto de vista más amplio (Vaya una manera suave de decirlo. Ayer no podía hacer más que llorar.) Necesito alguien con quien «hablar»
»Y tengo mucho que decir, Lelya. Ya sabes lo que me gusta hablar. Lo más difícil es tener que escribirlo. Si la literatura requiere el esfuerzo que estoy haciendo, no sé como empezó la civilización. Esta corteza se puede encontrar fácilmente, pero tengo miedo de que se deteriore muy rápidamente. Tendré que reflexionar sobre esto. La «inta»también es de fácil obtención. Pero la pluma de caña que he fabricado gotea y hace borrones. Y si me equivoco, lo único que puedo hacer es tachar con tinta los errores (ahora comprendo por qué la caligrafía era un arte tan exquisito.) Lleva mucho tiempo escribir las cosas más simples. Pero ahora tengo una ventaja: dispongo de mucho tiempo. De todo el tiempo del mundo.»
La reconstrucción del original presentaba unas letras mayúsculas raras y numerosas tachaduras. Wil especulaba sobre los años que debería haberle costado a Marta desarrollar el estilo de letra cursiva que había visto en las partes finales del diario.
«Cuando puedas leer esto, probablemente tendrás ya todas las explicaciones (¡Y confío, por lo que a mí se refiere, que te las haya podido dar directamente!), pero quiero contarte todo lo que recuerdo.
»Estábamos en la fiesta de los Robinson. Yo me había ido pronto, tan enfadada con Don que le habría escupido en la cara. Nos había hecho una cochinada, ¿lo sabes? Bueno, era después de la Hora de las Brujas y andaba por el sendero del bosque hacia casa. Fred flotaba a unos cinco metros, delante de mí; recuerdo que la luz de la luna relucía en su casco.»