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Della tenía nueve mil años de exploración metidos en su base de datos. Cedió a la tentación de echarles un vistazo: un mundo donde las plantas flotaban en el cielo, fotografías de estrellas que coronaban desde muy cerca a algo oscuro y que se desplazaba visiblemente, una instantánea de un planeta verde y lleno de cráteres obtenida desde una órbita muy baja. En un planeta, bañado por el resplandor de un sol gigante rojizo, vio lo que le parecieron ruinas. En ninguna otra parte pudo ver señales de inteligencia. ¿Tan raro era que todo lo que Della pudo ver eran las ruinas, o los fósiles de las ruinas, de alguna civilización que había durado unos milenios y a la que se había acercado millones de años demasiado tarde? Todavía no le había preguntado lo que había visto. La solución del asesinato era su problema inmediato, y hasta hacía muy poco tiempo le había resultado difícil hablar con ella. Pero al reflexionar sobre ello, cayó en la cuenta de que era terriblemente reservada en lo que hacía referencia a sus viajes.

Sus otras investigaciones iban mejor. Había estudiado a casi todos los tecno-max. Exceptuando a Yelén y Marta, ninguno de ellos había tenido contactos especiales cuando estaban en la civilización. Esta conclusión no podía ser absoluta, desde luego. Las compañías biográficas sólo tenían un determinado número de espías. Si alguien ocultaba algo, y además estaba fuera de la vista de la gente, este algo podía permanecer oculto.

Philippe Genet era uno sobre los que había menos documentación. Wil no pudo encontrar ninguna referencia de él anterior a 2160, cuando empezó a anunciar sus servicios como contratista de obras. En aquel tiempo ya debía tener cuarenta años, por lo menos. Se tenía que vivir como un ermitaño o poseer dinero en gran abundancia para que pasaran cuarenta años sin figurar en una lista de ventas por correspondencia o sin hacerse pública la clasificación de crédito. Quedaba otra posibilidad: tal vez Genet había estado en estasis antes de 2160. Wil no había llegado muy lejos en este sentido, pero por aquí podría abrirse un nuevo abanico de posibles investigaciones. Entre 2160 y la época en que Genet dejó la civilización, en 2201, la pista era escasa pero visible. No había sido convicto de ningún crimen que implicara un castigo público. No se le había visto en los acontecimientos públicos ni escrito nada que el público pudiera conocer. Por su propaganda, y por la propaganda que se dirigía a él, era evidente que su empresa de construcciones iba bien, pero no lo bastante como para atraer la atención de los periódicos de su ramo. La calificación de su trabajo era buena pero no espectacular; quedaba bastante por debajo en las «relaciones con los clientes». En la década de los 2190, siguió la tendencia general y empezó a especializarse en la construcción en el espacio. Wil no pudo encontrar en parte alguna un móvil para el asesinato, pero por sus antecedentes como constructor, Genet era probablemente uno de los viajeros mejor armado.

Los antecedentes tranquilos y conservadores de Genet, al parecer, encajaban muy poco con los saltos hacia el futuro. Por lo menos, era una posibilidad para una entrevista preliminar, y sería agradable tratar con un tecno-max que no estaba loco.

En términos de documentación, Della Lu estaba en el otro extremo. Brierson debería haber reconocido su nombre la primera vez que lo oyó, incluso si se atribuía a su actual poseedor. Aquel nombre era muy importante en los libros de historia de la niñez de Wil. Si no hubiese sido por ella, la revolución del 2048 contra la Autoridad de la Paz habría resultado un fracaso catastrófico. Della había sido un agente doble.

Wil acababa de releer la historia de aquella guerra. Para los Pacistas, Lu era un miembro de la policía secreta que se había infiltrado entre los rebeldes. Pero en realidad, había sido todo lo contrario. Durante el asalto rebelde a Livermore, Della Lu estaba destacada en el corazón del Alto Mando Pacista. Bajo las mismas narices de sus jefes, emburbujó el puesto de mando de los Pacistas cuando ella estaba allí. Esto fue el fin de la batalla, y el fin de la Autoridad de la Paz. Las tropas que quedaban se rindieron o se autoemburbujaron. Los Pacistas que entonces vivían en la Costa Norte procedían de una fortaleza secreta de Asia, preparada para llevar la guerra al futuro, pero desgraciadamente para ellos, se fueron a un futuro demasiado lejano.

Lo que Della hizo requería un gran valor. Estaba rodeada por la gente que había traicionado; cuando reventara la burbuja sólo podía desear que su muerte fuese rápida.

Todo aquello había sucedido en 2048, dos años antes de que Wil naciera. Se acordaba que de pequeño leía las historias y deseaba que se encontrara la manera de poder salvar a la valiente Della Lu cuando por fin reventara la burbuja de Livermore. Brierson no vivía cuando se hizo aquel rescate. Fue secuestrado en el 2100, precisamente cuando Della salió de su estasis. Todo el tiempo que había vivido en la civilización había transcurrido en lo que para Della Lu no era tiempo.

Entonces podía ver el rescate de Lu, y seguirla por el siglo veintidós. Desde el principio, ella era una celebridad. Los biógrafos habían pagado a los paparazzi, y no quedó parte alguna de su vida sin ser examinada. Había cambiado mucho. Oh, la cara era la misma, y la Della Lu del siglo veintidós llevaba con frecuencia el cabello corto. Pero antes había en sus movimientos una fuerza y una precisión. A Wil le recordaba un guardia, o hasta un soldado. También había humor y felicidad en las grabaciones, cosas que al parecer la actual Lu estaba aprendiendo de nuevo. Se había casado con un Quincallero, Miguel Rosas, y en él Wil reconoció el modelo para el simulador de personalidad que había encontrado en la base de datos de Della. Durante los años 2150 habían vuelto a ser famosos, esta vez por explorar la parte exterior del Sistema Solar. Rosas murió durante su expedición al Compañero Negro. Della había abandonado la civilización en 2202 para marcharse a la Estrella de Gatewood.

Wil acabó de comer y dejó que por la pantalla pasaran los resúmenes biográficos que había recopilado hasta entonces. Había algo irónico, que era imposible antes de las burbujas: Della Lu era una figura histórica del pasado de Wil; por otra parte él lo era del pasado de Lu. Ella había reconocido que después de haber sido rescatada había leído sobre él, y le admiraba por ser «alguien que sin ayuda alguna había impedido la incursión de Nuevo Méjico». Brierson sonrió amargamente. No había hecho más que estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. Si él no hubiera estado allí, la invasión hubiera terminado un poco más tarde y con algo más de sangre vertida; era gente como Kiki van Steen y Armadillo Schwartz los que realmente detuvieron la invasión de Kansas. Durante todo el tiempo de su carrera policial, su compañía había ensalzado a Wil. Era conveniente para su negocio, y en general era malo para Wil. Los clientes, al parecer, esperaban milagros cuando se asignaba su caso a W. W. Brierson. Su reputación por poco le causó la muerte durante el asunto de Kansas. ¡Demonio! Cincuenta millones de años después aquella propaganda todavía me persigue. Si él hubiera sido cualquier otro policía. Yelén Korolev jamás habría pensado en darle aquel caso. Lo que ella necesitaba era un verdadero investigador, y no un tipo que hacía cumplir la ley y que había sido ascendido más allá de todos sus méritos.