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¿Qué podía importar que «conociera» a la gente? Poco podía servir en aquel caso. Tenía abundantes sospechosos, abundantes motivos, pero nada en concreto. Greenlnc era amplio y detallado; en este programa había centenares de posibilidades que podía tomar en consideración. ¿Pero acaso esto iba a acercarle más al asesino de Marta?

Wil apoyó la cabeza en las manos. Virginia siempre había dicho que era muy sano para una persona autocompadecerse de vez en cuando.

—Hay una llamada de Yelén Korolev.

—¡Ugh! —volvió a sentarse—. Está bien, casa, pásamela.

El holo de conferencias mostraba a Yelén sentada en su biblioteca. Se la veía cansada, pero en aquellos días siempre parecía cansada. Wil contuvo su impulso de componerse el pelo ya que no dudaba que él tenía el mismo aspecto agotado.

—Hola, Brierson. Acabo de hablar sobre Mónica Raines con Della. La has eliminado como sospechosa.

—Sí. Pero te habrá contado Della que la Raines pudiera ser…

—Ya. Lo de la guerra biológica. Esto es… pensar bien. Ya sabes que le dije a Raines que la mataría si intentaba irse de esta era en una burbuja. Pero puesto que ya no es sospechosa de asesinato y todavía representa una amenaza para la colonia, me pregunto si no sería conveniente «persuadirla» para que diera un salto que durase, por lo menos, un megaaño. ¿Qué opinas?

—Hmmm. Yo esperaría a haber estudiado su base de datos personales. Lu dice que puede protegernos de un ataque biológico. En cualquier caso, no creo que Raines pudiese intentar algo hasta que parezca que la humanidad va a tener otra ocasión de desarrollarse. Hasta es posible que ella represente un peligro mucho mayor para la humanidad que exista dentro de un millón de años.

—Ya. No puedo tener la absoluta seguridad de nuestra propia dispersión en el tiempo. Confío en que quedaremos bien arraigados aquí, pero… —asintió bruscamente—. De acuerdo, estos planes quedan en suspenso. ¿Cómo piensas seguir la investigación?

Brierson sugirió que Lu revisara los sistemas de armamentos de los viajeros avanzados, y después esbozó sus esfuerzos con Greenlnc. Korolev escuchaba en silencio. Había desaparecido la ira abrasadora de su anterior confrontación y había sido sustituida por una determinación obstinada.

Cuando hubo terminado, ella no parecía estar contenta, pero sus palabras fueron suaves:

—Has empleado mucho tiempo buscando pistas en las eras civilizadas. Está bien: después de todo, de allí procedemos. Pero has de considerar que los viajeros avanzados (excepto Jason Mudge) han vivido la mayor parte de sus vidas después de la Singularidad. En un tiempo u otro, había unos cincuenta de nosotros. Físicamente éramos independientes, vivíamos a nuestro propio aire. Pero había comunicaciones, había reuniones. Después que se hizo evidente que el resto de la humanidad había desaparecido, todos nosotros hicimos nuestros propios planes. Marta dijo que era una sociedad difusa, tal vez una sociedad de fantasmas. Y cada vez era más reducida. Los tecno-max que ves ahora, inspector, son los casos difíciles. Los criminales declarados, los ladrones de tumbas, fueron eliminados hace treinta millones de años. Los viajeros comodones, como Bill Sánchez, abandonaron muy pronto. La gente se detenía unos pocos centenares de años para intentar formar una familia o establecer una ciudad; sólo con detenerte, podías tener todo un mundo a tu disposición. A muchos de ellos no les hemos vuelto a ver, pero al correr del tiempo un grupo, o lo que queda de él, algunas veces puede aparecer al cabo de unos megaaños. Nuestras vidas están enhebradas muy débilmente con las de los demás. Deberías estudiar esto en mis bases de datos personales, Brierson.

—Hmm. Todas las primeras colonias fracasaron. ¿Hubo entonces evidencia de sabotaje? Si el asesinato de Marta era parte de un plan…

—Esto es lo que quiero que busques tú, inspector —aparecía de nuevo su antiguo desdén—. Hasta ahora no me había pasado por la cabeza. Desde el punto de vista de los que se quedaron, no todo fueron fracasos. Algunas parejas querían sencillamente vivir sus vidas, estableciéndose en una era. Los cuidados médicos de la salud pueden mantener el cuerpo vivo durante muchísimos años; pero descubrimos otros límites. El tiempo pasa, las personalidades cambian. Muy pocos de nosotros hemos vivido más de mil años. Ni nuestras mentes ni nuestras máquinas pueden durar siempre. Para volver a instaurar la civilización necesitamos las interacciones de mucha gente, hace falta tener un amplio fondo genético y estabilidad a lo largo de varias generaciones de crecimiento de la población. Esto es prácticamente imposible con grupos pequeños, especialmente cuando todos los individuos tienen burbujadores y cualquier disputa tiene el potencial para disgregar la colonia.

Yelén se echó hacia adelante, bruscamente.

—Brierson, aunque el asesinato de Marta no formase parte de una conspiración contra la colonia, aunque fuera así, yo… no estoy segura de poder mantenerla unida.

Había cambiado, ciertamente. Wil nunca había supuesto que un día Yelén lloraría sobre su hombro.

—¿Acaso los tecno-min no quieren quedarse en esta era?

Ella sacudió la cabeza.

—No pueden elegir. ¿Conoces bien el campo supresor de Wáchendon?

—Claro que sí. En un campo supresor no se pueden generar más burbujas.

El invento había costado tantas vidas como las que había salvado, ya que el campo hacía imposible escapar de las armas que quemaban y destrozaban.

Yelén asintió.

—Más o menos es esto. Tengo una gran parte de Australasia en un campo Wáchendon. Los Neo Mejicanos, los Pacistas y los tecno-min están clavados en esta era hasta que no descubran cómo contrarrestar este campo. Les va a llevar diez años como mínimo. Confiamos en que para entonces ya habrán arraigado aquí y querrán quedarse —miró hacia el mármol rojo de la mesa de su biblioteca—. Y el plan puede resultar bien, inspector —dijo suavemente, tomándose su ración de autocompasión—. El plan de Marta podría ser factible si no fuera por estos malditos bastardos estadistas.

—¿Steve Fraley?

—No se trata sólo de él. Los jefes Pacistas, Kim Tioulang y su pandilla, son igualmente malos. No quieren cooperar conmigo. Allí hay ciento un individuos de Nuevo Méjico y ciento quince Pacistas. Esto es más de los dos tercios de la colonia. Fraley y Tioulang están convencidos que son los dueños de sus grupos. ¡Y, maldita sea, lo peor del caso es que sus componentes parecen estar de acuerdo con esto! Es una locura del siglo veinte, pero les convierte en más poderosos de lo que sería razonable. Ambos quieren dirigir todo el tinglado. ¿Te has dado cuenta de sus banderines de enganche? Quieren que el resto de los tecno-min se conviertan en «ciudadanos» suyos. No van a parar hasta que uno de los dos sea el Jefe Supremo. Pueden volver a inventar la técnica elevada sólo para destrozar la colonia.

—¿Has tratado de esto con los otros tecno-max?

Ella frotó nerviosamente su mejilla. ¡Si Marta estuviera allí! No faltaba sino que las palabras se hubieran articulado ellas mismas.

—Un poco, pero la mayoría de ellos están más confusos que yo. Della resulta una buena ayuda; en realidad en otro tiempo fue una estadista. Pero resulta bastante difícil hablar con ella. ¿Te has dado cuenta? Cambia de personalidad como quien se cambia de traje, como si es— tuviese probándose algo para descubrir si se le adapta bien.