Brierson se puso en pie.
—Voy a buscar algo que comer. ¿Queréis algo más?
Dilip dejó de dialogar con Parker por un instante.
—Pues no. Todavía estamos bien provistos.
—Está bien. Regresaré dentro de un momento.
Wil discurrió por la pradera, andando con cuidado por entre las mantas y la gente. Siempre había el mismo deseo-razonador cuadro de respuestas: los Pacistas entusiasmados, los NM desconfiados pero reconociendo la «sabiduría básica» de la arenga de Tioulang, los «sin gobierno» con opiniones variadas.
Llegó hasta donde estaba la comida y empezó a llenar dos platos. Una de las ventajas de aquellos profundos debates filosóficos: no tuvo que guardar cola.
La voz que sonó detrás de él era de un bajo sardónico.
—Esté Tioulang es realmente un payaso, ¿no crees?
Wil se volvió. ¡Un aliado!
El que había hablado era un anglo de pelo oscuro, vestido con una túnica pesada y no demasiado limpia. A pesar de medir uno setenta, era todavía lo bastante bajo para que Wil pudiera ver que llevaba la coronilla afeitada. El individuo tenía una eterna sonrisa pintada en su cara.
—Hola, Jason.
Brierson trató de que su voz no dejara traslucir su irritación. ¡De toda la gente que había por allí, que el único que se hiciera eco de sus pensamientos fuera Jason Mudge, el embullador engañado y el chiflado profesional! Era demasiado. Wil siguió en la fila de la comida y continuó llenando sus platos hasta alturas precariamente elevadas. Jason iba tras él, pero no cogía nada para comer, sino que bombardeaba a Wil con el análisis Mudge de la chaladura de Tioulang: Tioulang había interpretado completamente mal la crisis del Hombre. Tioulang intentaba que la humanidad se apartase de la Fe. Los Pacistas, los NM y las Korolevs (de hecho, todo el mundo) habían cerrado los ojos a la posibilidad de redención y a los peligros de seguir en la Incredulidad.
Wil gruñía de vez en cuando mientras el otro hablaba, pero evitaba cualquier respuesta que pudiera tener sentido. Cuando llegó al final de la fila, cayó en la cuenta de que no podía trasladar tanta comida por la pradera sin que se le cayera. No tenía más remedio que «hacer disminuir la montaña» allí mismo. Dejó los platos en el suelo y se enfrentó a uno de los perritos calientes.
Mudge se acercó más, creyendo que Brierson se había detenido para escucharle. Una vez iniciado su discurso, siguió hablando sin parar. En aquel momento, su voz estaba a «potencia reducida», pero antes se había empinado en el terreno alto que había al norte de la pradera y había arengado a la gente durante un cuarto de hora. Su voz había retumbado por los terrenos del picnic, tan fuerte como la de Tioulang, a pesar de carecer de amplificadores. No obstante hablar con un volumen de voz tan alto, había articulado tan aprisa como lo estaba haciendo entonces, y emitía cada palabra como si estuviera en mayúscula. Su mensaje era muy sencillo, aunque lo iba repitiendo una y otra vez con diferentes palabras: Los actuales humanos eran prófugos de la Segunda Venida del Señor. (Esta Segunda Venida era presumiblemente la Extinción). Él, Jason Mudge, era el profeta de la Tercera y Final Venida. Todos debían arrepentirse, ponerse el hábito del Perdonado, y esperar la Salvación que iba a llegar muy pronto.
Al principio, la arenga era divertida. Alguien le gritó un comentario mortificante referente a que a la Tercera va la vencida. Pero estas y otras inconveniencias no habían hecho más que aumentar el ardor de Jason: seguiría hablando, hasta el día del Juicio Final si era necesario, mientras quedara alguien que no se hubiera arrepentido. Por fin, los hermanos Dasgupta se habían levantado del césped y habían tenido una breve charla con el profeta. Y aquél había sido el final de sus arengas. Después, Wil les había preguntado sobre aquello. Rohan se sonrió tímidamente y contestó:
—Le dijimos que le despeñaríamos por los acantilados si continuaba chillándonos.
Conociendo a Dilip y Rohan, aquella amenaza no podía tomarse en serio. No obstante funcionó muy bien con Mudge: él era un profeta indigno de llegar a ser un mártir.
Y era por esta razón que Jason iban dando vueltas por el campo de picnic, buscando rezagados, solitarios y otros objetivos ocasionales. Y W. W. Brierson era la víctima de turno. Wil se zampó un par de croquetas y miró al otro. Tal vez no fuera una total pérdida de tiempo. Della y Yelén habían perdido todo interés en Mudge, pero aquélla era la primera vez que Wil le podía ver de cerca.
Estrictamente hablando, Jason Mudge era un tecno-max. Había dejado la civilización en 2200. La base de datos Greenlnc lo presentaba como un (muy) oscuro loco religioso, que predicaba que la Segunda Venida de Cristo ocurriría al final del siglo siguiente. Aparentemente ridícula, ésta es una constante de la historia. Mudge no pudo resistir las presiones, y se emburbujó hasta 2299, pensando salir durante los estertores agónicos del mundo del pecado. Pero, 2299 llegó después de la Singularidad; Mudge se encontró en un planeta vacío. Como siempre estaba dispuesto a explicar, y con gran extensión, se había equivocado en sus cálculos bíblicos. De hecho, la Segunda Venida había tenido lugar en 2250. Y además, sus errores fueron un castigo por su arrogancia en tratar de «escabullirse hasta la parte buena». Pero el Señor, en Su infinita compasión, había dado a Jason otra oportunidad. Puesto que era el profeta al que se le había escapado la Segunda Venida, Jason Mudge era el pastor perfecto del rebaño perdido que habría de ser salvado en la Tercera.
Y ya está bien de religión. Greenlnc mostraba otra faceta del mismo hombre. Hasta 2197 había trabajado como programador de sistemas. Cuando Wil se enteró de esto, el nombre de Mudge ascendió varios lugares en la lista de sospechosos. Allí estaba un loco declarado y que además (cabía esperarlo lógicamente) quería ver fracasar los esfuerzos de Korolev. Y la especialidad técnica del loco requería la clase de habilidades que se necesitaban para sabotear las seguridades de las burbujas y dejar abandonada a Marta.
Yelén no sospechaba de él. Había dicho que, en las postrimerías del siglo veintidós, muchas ocupaciones implicaban sistemas. Y que con la longevidad, mucha gente tenía varias especialidades. El rastro de Mudge se había cruzado varias veces con el de las Korolevs. desde la Edad del Hombre. En todos los encuentros era siempre lo mismo: Mudge necesitaba ayuda. Entre todos los tecno-max que habían abandonado la civilización voluntariamente, él era el peor equipado: tenía un volador, pero no podía salir al espacio. No poseía autones. Sus bases de datos consistían en dos cartuchos de religión.
Pero seguía estando en la lista de Wil. Era muy poco verosímil que alguien llegara tan lejos en disfrazar sus propias habilidades, pero Mudge podía tener algo escondido, a pesar de todo. Había pedido a Yelén que lo mantuviera bajo vigilancia para saber si se comunicaba con autones ocultos.
Wil tenía una ocasión para utilizar el «legendario saber hacer de Brierson» de primera mano. Contemplaba a Mudge y comprendió que el hombrecito no necesitaba realimentación. Mientras Wil estuviera de pie delante suyo, la arenga proseguiría. Sin duda alguna, en muy pocas ocasiones había hablado con alguien que se enrollara más. ¿Estaría en condiciones de responder una vez había empezado? Vamos a verlo. Wil levantó una mano e intercaló un comentario al azar: