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En algunos aspectos, el picnic de la Costa Norte le había engañado. Wil descubrió que, aunque muchos estaban de acuerdo con las quejas que Tioulanng formuló contra Korolev, muy pocos de los «sin gobierno» estaban dispuestos a conceder su soberanía a los de la Paz o a Nuevo Méjico. De hecho, ya habían dado algunas calladas deserciones en los campamentos estadistas.

La gente estaba tan ocupada como decía Rohan. Las jornadas de diez o doce horas eran la regla general. Y gran parte del tiempo restante se empleaba en discurrir formas de potenciar al máximo las ganancias a largo plazo. Muchos de los regalos de alta tecnología ya se habían cambalacheado varias veces. Cuando visitó la granja de los Dasguptas vio que también construían maquinaria agrícola. Les habló de la fábrica de NM. Rohan no hizo más que sonreír inocentemente. Dilip se apoyó en uno de los tractores que fabricaban allí y se cruzó de brazos.

—Sí, ya he hablado de esto con Gail. Fraley quiere comprar nuestro negocio. Si ofrece un buen precio, tal vez aceptemos. Ja, ja. Tanto los de NM como los Pacistas se dedican a la producción masiva de herramientas. Ya puedo imaginar lo que pasa por su débil seso. Suponen que al cabo de diez años habrá una confrontación entre los campesinos y los industriales, y que ellos van a ganar. Pobre Fraley, algunas veces me da pena. Aún en el supuesto de que los NM y los Pacistas se unieran, todavía no estarían en posesión de todas las fábricas ni mucho menos de la mitad de todas las minas. Yelén dice que sus bases de datos y su software de proyectos estarán disponibles durante siglos. Hay ciertos técnicos entre los «sin gobierno» que son mejores que cualquiera de los de Fraley. Rohan y yo conocemos el comercio de mercancías. ¡Diablo! Muchos de nosotros estamos especializados en esto, y también en la prospección de mercados —y sonrió feliz—. Al final, acabarán perdiendo la camisa.

Wil contestó a su sonrisa con otra. Dilip Dasgupta jamás había padecido por falta de confianza en sí mismo. En aquel caso podía ser que estuviera en lo cierto… siempre que los de NM y de la Paz no usaran su fuerza.

Las reuniones de despacho que todas las tardes tenía Wil con Yelén no eran tan amenas, aunque en ellas ambos congeniaban más que lo habían hecho en la reunión posterior al picnic de la Costa Norte. El autón de Yelén le seguía a todas partes, lo que generalmente permitía a ésta ver y oír todo lo que él hacía. Algunas veces parecía que ella quería repasar cada uno de los detalles; el encontrar al asesino de Marta era un objetivo que nunca se alejaba de su intención, y más cuando parecía formar parte de un plan general de sabotaje. Pero con igual frecuencia, quería que Wil le diera su opinión sobre las actitudes e intenciones de los tecno-min. Sus frecuentes conversaciones eran una mezcla fantástica de ciencias sociales, paranoia e investigación criminal.

Habían emburbujado a Tammy pocas horas después del picnic. Después de esto no hubo señales de interferencia de los tecno-max. O bien había sido ella la responsable de esa interferencia (y había actuado de forma terriblemente chapucera), o bien el balón luminoso y la pintada eran parte de algo que todavía era inescrutable.

Aparentemente, los tecno-min se habían percatado de esta segunda parte de la alternativa. Durante las últimas semanas habían visto y utilizado una enorme cantidad de maquinaria; muchos no tenían manera de saber el origen o el grado de «santidad» de lo que recibían. Y Yelén había borrado el graffiti de pintura punteada de la puerta de Wil. Por otra parte, era verdad que algunos de los de NM estaban enterados del contrabando, hasta el punto que los espías de Tioulang lo habían sabido. Conociendo la organización de NM, Wil no podía imaginar que hubiera una conspiración que fuera independiente de Fraley.

Yelén estaba indecisa sobre si debía coger a Fraley y a su equipo de mando para someterlos a interrogatorio, pero al final desistió de hacerlo. Habría el mismo problema si se apoderaba de Tioulang. Además, parecía que los planes de Marta funcionaban bien. Las primeras fases, es decir, las donaciones y el establecimiento de acuerdos entre los tecno-min, eran pasos muy delicados que dependían de la confianza y buena voluntad de cada uno de los implicados. Incluso en la mejor de las circunstancias (y los últimos días parecía que las cosas no podían ir mejor), los tecno-min tenían toda clase de razones para que no les gustara la reina de la montaña. Y en esto radicaba uno de los principales intereses de Korolev para sacar información de Brierson. Tomaba cada una de las quejas que figuraban en las grabaciones y pedía el análisis de Wil. Y más aún, quería enterarse de los problemas que Wil detectaba aunque no se hablara de ellos. Ésta era una de las cosas que más le gustaba a Wil de su nuevo trabajo, y era algo que sospechaba que muchos de los tecno-min también comprendían… De no ser así, ¿hubiese sido tan cordial la acogida en la fábrica de tractores de NM?

A Yelén le divertían mucho los tratos de Dilip Dasgupta con los de Nuevo Méjico:

—Estoy a su favor; nadie debería consentir que estos atávicos quieran darle lecciones. ¿Sabes lo que hicieron Tíoulang y Fraley cuando empecé el reparto de donativos previsto por Marta? —continuó Yelén—. Me dijeron que entre ellos había sus desacuerdos, pero que el futuro de la especie era de suprema importancia; sus expertos se habían reunido y habían acabado por redactar un «Plan de Unidad». En él se detallaba las metas de producción previstas y el reparto de las asignaciones, exactamente lo que cada maldita persona tenía que hacer en los próximos diez años. Esperaban de mí que haría tragar esta muestra de sabiduría a todo el mundo… Idiotas. Tengo software que lleva años machacando estos problemas y soy incapaz de planear con tanto detalle como pretenden estos cretinos. Creo que Marta habría estado orgullosa de mí, porque no me reí en voz alta. Me limité a sonreír dulcemente al decirles que cualquiera que quisiera seguir su plan, sería bien recibido; pero que yo, ni en sueños pensaba poder imponérselo a alguien. A pesar de esto se dieron por ofendidos. Supongo que fue porque creyeron que yo lo había dicho con sarcasmo. Fue después de esto que Tioulang empezó a hacer propaganda de la regla de la mayoría y de la unidad de todos frente a la reina de la montaña.

Otros asuntos que se trataron fueron mucho más importantes, pero a ella no le resultaron nada divertidos. Había 140 hembras tecno-min. Desde las fundación de la colonia, sus servicios médicos sólo habían registrado cuatro embarazos.

—¡Dos de las cuatro mujeres solicitaron el aborto! ¡Y no quiero que haya abortos, Brierson! Y quiero que todas las mujeres dejen de utilizar métodos de contracepción.

Ya habían hablado en otras ocasiones de este problema; Wil casi no sabía qué decir.

—Con esto no conseguirás más que hacer que caigan en brazos de los de NM o de los Pacistas.

Pero, puestos a pensar, se trataba de un tema sobre el que Korolev y los gobiernos, con toda probabilidad, tenían exactamente la misma opinión. Fraley y Tioulang podían hacer la comedia de apoyar la libertad de reproducción, pero no podía imaginarse que esto pudiera ser otra cosa que una estratagema sólo a muy corto plazo.

En la voz de Yelén ya no había cólera. Casi suplicaba:

—¿No lo ves, Wil? Ha habido colonias, antes. Muchas no consistían más que en una o dos familias, pero otras, como la de Sánchez, tenían casi la mitad del tamaño de la nuestra. Todas fracasaron. Creo que la nuestra será lo suficiente grande. Pero sólo por muy poco. Si las mujeres tienen, en promedio, diez niños cada una durante los próximos treinta años, y sus hijas tienen un comportamiento análogo, podremos tener la gente necesaria para tapar los agujeros que se produzcan cuando falle la automatización. Pero si no lo consiguen, entonces fallará la tecnología, y con toda seguridad perderemos población. Todos mis estudios demuestran que los supervivientes no podrían mantenerse. Al final, sólo quedarían unos pocos tecno-max que vivirían algunos siglos subjetivos más con lo que hubiera quedado de su equipo.