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—Sí, no me quedaba mucha capacidad para ir al espacio.

Wil notó que sus hombros se relajaban lentamente; una sensación de alivio empezaba a extenderse por todo su cuerpo.

—Sospeché de Genet casi desde el principio; él lo sabía y no le importaba. Pero durante vuestra guerra, todos los sistemas tecno-max fueron utilizados para combatir a Della. Juan, o cualquiera de los demás, puede contaros lo que era aquello. No estaban completamente desconectados de sus sistemas, sólo habían perdido el control de ellos. En todas las batallas, una gran cantidad de información fluye entre los puntos de enlace. En esta guerra, las cosas eran especialmente caóticas. En algunos puntos, fallaban los datos de seguridad y alguna información poco importante se escapaba de un enlace a otro. Parte de lo que pasó por el enlace de Juan fueron las localizaciones de los sistemas médicos de Gerrault. Juan se enteró de lo que tenía Gerrault, dónde lo tenía, y los datos exactos de localización y tiempos de las burbujas que protegían los cigotos y las defensas internas —hizo una pausa—. Lo de esta reunión fue una argucia. Siento haber tenido que manteneros a oscuras en este asunto. Había ciertos momentos determinados en los que un ataque podía tener éxito, y sólo en el supuesto de que Gerrault hubiera sacado sus defensas de la zona lejana de Lagrange.

—Sí —dijo Juan, cuya excitación se había reducido a magnitudes manejables—. Esta reunión era necesaria, pero era la parte más arriesgada de todo el asunto. Si mostrábamos nuestros triunfos mientras él estaba todavía aquí, Gerrault podía hacer algo loco, algo mortal. Tuvimos que buscar la manera de engañarle y que saliera corriendo sin que disparara antes contra nosotros. Por esto contó Wil la historia que habéis oído, para enfrentar a nuestros mayores enemigos uno contra otra. —Miró a Brierson—. Gracias por haber confiado en mí, muchacho. Nunca podremos saber cuáles eran exactamente las motivaciones de la criatura Lu. Tal vez era realmente humana, tal vez todos aquellos años que había estado sola habían convertido su mente en algo extraño. Pero yo sabía que no podría resistir si tú le contabas las mentiras adecuadas sobre el banco de cigotos, y que perseguiría a Gerrault hasta el fin del espacio-tiempo para destruirlos.

Entonces sí hubo verdaderos aplausos. Los de algunos tal vez eran algo desmayados: en los últimos minutos se había estado jugando con su futuro como si fuera una pelota de balonvolea. Pero ahora:

—¡Ahora podemos conseguirlo! —gritó Yelén.

Los «sin gobierno», los Pacistas, los del NM se abrazaban. Dilip y una muchedumbre de tecno-min se acercaron al podium para estrechar la mano de Wil. Incluso la reserva de los tecno-max se había roto. Juan y Tung estaban en el centro de la gente. Tammy y Yelén estaban a menos de un metro de distancia sonriéndose mutuamente. Sólo Mónica Raines no había abandonado su asiento; como de costumbre, su sonrisa se torcía hacía uno de los lados. Pero Wil pensó que no se debía al desencanto por la salvación de todos, sino a la envidia ante la felicidad de los demás.

Wil comprendió de pronto que podía dejarlo todo en aquel punto. Tal vez la colonia se había salvado. Era evidente que si seguían adelante con el resto del plan, el peligro podía ser mayor de lo que había sido hasta entonces. Se trataba de un pensamiento, pero no de una decisión consciente. Debía demasiado a algunas personas como para echarse atrás en aquel momento.

Wil se separó de la gente, regresó al podium y conectó los amplificadores.

—Yelén. Todos vosotros.

Las risas y los gritos se aplacaron. Gail Parker saltó sobre uno de los bancos y gritó:

—¡Viva Wil! ¡Que hable! ¡Que hable! ¡Wil, Presidente!

Esto provocó todavía más risas; Gail siempre tenía un agudo sentido de lo ridículo. Wil alzó sus manos y el bullicio volvió a calmarse.

—Quedan algunas cosas que debemos decidir.

Yelén le miró con su expresión relajada pero intrigada.

—Claro que sí, Wil. Creo que podríamos tratar ahora de muchas cosas. Pero…

—No es esto lo que yo quería decir, Yelén. Todavía no he logrado cumplir aquello por lo cual me contrataste… Todavía no te he entregado al asesino de Marta.

Las conversaciones y las risas se apagaron de golpe. Los sonidos más fuertes eran los de los pájaros que iban a robar sus presas a las arañas que había detrás del anfiteatro. En las caras que no reflejaban una total sorpresa, Wil podía ver cómo volvía a aparecer el miedo.

—Pero Wil —dijo Juan por fin—. Hemos atrapado a Gerrault.

—Sí, le hemos desenmascarado. En esto no ha habido trampa, ni en el equipo que hemos rescatado. Pero Christian Gerrault no asesinó a Marta, ni capturó los sistemas de los tecno-max. ¿No os habéis dado cuenta de que en ningún momento ha admitido ninguna de estas dos cosas? Fue una víctima más de la captura, igual que los demás. El encontrar al saboteador de los sistemas era uno de los «cabos sueltos» que intentaba poner en claro.

Juan agitó sus manos y su dicción era más rápida que nunca.

—Esto son juegos de palabras. Semántica. Admitió, explícitamente lo admitió, que había capturado los sistemas militares de los tecno-min.

Wil negó con la cabeza.

—No, Juan. Sólo el de los Pacistas. Durante todo el tiempo hemos estado pensando que un tecno-max mantenía en agitación a ambos bandos, cuando en realidad Gerrault estaba detrás de los Pacistas y tú manipulabas los NM.

Las palabras se habían pronunciado, y Wil todavía vivía.

El hombrecito tragó saliva.

—Por favor, muchacho, después de todo lo que he hecho para ayudar, ¿cómo puedes decir esto…? ¡Ya lo sé! Crees que sólo un penetrador se sistemas podía conocer lo del equipo médico de Gerrault —miró, implorante, a Yelén y a Tammy—. Decídselo. Estas cosas ocurren durante una batalla, especialmente cuando la penetración…

—Es cierto —dijo Yelén—. A los de tu era les puede parecer una explicación muy rebuscada, Wil, pero las filtraciones pueden suceder realmente.— Tung y Tammy hacían signos afirmativos de que estaban de acuerdo.

—No importa —no se notaba la menor vacilación en la voz y en la cara de Wil—. Sabía que Juan fue el asesino de Marta, mucho antes de que viniera a contarme lo de Gerrault. ¿Pero lograré convenceros al resto de vosotros?

Chanson apretó los puños. Retrocedió hasta un banco y se sentó bruscamente.

—¿Debo aguantar todo esto? —chilló dirigiéndose a Yelén.

Korolev apoyó la mano en su hombro.

—Deja que el inspector diga lo que ha de decir.

Cuando miró hacia Wil, su cara tenía la extraña ambivalencia que él conocía tan bien. Ambos, Juan y Wil, acababan de salvar a la colonia. Pero ella había conocido a Chanson durante décadas de sus vidas; Wil era el tecno-min al que Marta tanto había maldecido y alabado. No sabía cuánto iba a aguantar su paciencia.

Brierson se paseaba alrededor del podium.

—Al principio, parecía que cualquier tecno-max podía haber abandonado a Marta: había fallos en el sistema de Korolev que hacían fácil sabotear una simple secuencia de burbujeo. Con estos fallos arreglados, Yelén y los demás creyeron que su sistema era seguro. Nuestra guerra demostró lo terriblemente equivocados que estaban. Durante doce horas, el enemigo tuvo un control completo de todos los sistemas, exceptuando el de Della…

Esto me indicó varias cosas. En mis tiempos, apoderarse de un sistema no era una cosa trivial. A menos que el sistema estuviera defectuoso ya desde su origen, hacía falta un esfuerzo experto y tedioso para insertar en él todos los chismes que después servirían para apoderarse de él. El que lo hizo, quienquiera que fuera, necesitó años de ser considerado como un visitante en los sistemas de los tecno-max. El enemigo jamás tuvo una oportunidad con el de Della; estaba fuera de Sistema Solar cuando tuvo lugar la Singularidad.