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Miró a la audiencia. Los tecno-min estaban pendientes de cada una de sus palabras. Era mucho más difícil saber cómo estaban los demás. Tammy ni miraba. Wil sólo podía imaginarse los análisis y las conversaciones que tenían lugar al mismo tiempo que pronunciaba sus palabras.

—Hemos de admitir que un experto, usando herramientas de experto, debía estar detrás de todo aquello. Pero los ficheros del Greenlnc de Yelén demuestran que ninguno de los tecno-max tenía estos antecedentes.

Tung le interrumpió:

—Pero esto sólo significa que el asesino escribió de nuevo la historia para ponerse a salvo.

—Exactamente. No hacía falta que fuera mucho, no más que un hecho aquí y otro allí. A lo largo de los años, el asesino pudo hacerlo. Las bases de datos de Della son las únicas que pueden contener la verdad. Trabajé durante mucho tiempo con ellas, después de ser rescatados. Desgraciadamente, sus bases de datos referentes a los últimos años del siglo veintidós estaban muy desordenadas, tanto que ni la misma Della Lu las utiliza. Pero después de la batalla, yo sabía qué debía buscar. Eventualmente hallé un resquicio: Jason Mudge no era más que el fanático religioso que todos hemos conocido, aunque hacia finales del siglo veintidós tenía algunos discípulos. Sólo uno de ellos tuvo la fe suficiente para seguirle en el estasis. Era Juan Chanson. Chanson era un hombre rico, probablemente el prosélito más rico que había hecho Mudge —Wil miró a Chanson—. Tuviste que abandonar muchas cosas para ir detrás de un sueño religioso, Juan. Las bases de datos de Della demuestran que eras la cabeza de Penetración y Perversión de USAF, Inc. —En los tiempos de Wil, USAF había sido el mayor fabricante de armamentos de Norte América; y luego había crecido mucho—. Es lógico pensar que cuando Juan se marchó, se llevó los últimos adelantos en software que había inventado su sección. Nos enfrentamos a un sabotaje de alcance industrial.

Juan temblaba. Miró a Yelén. Ella le devolvió la mirada y luego miró a Wil. No estaba convencida.

—Yelén —dijo Wil sin alzar la voz—. ¿Lo recuerdas? El día que Mudge fue asesinado, afirmó que Chanson se había dedicado a la religión.

Yelén meneó la cabeza. Aquel recuerdo hacía tres días que había desaparecido.

Al fin, Chanson habló en voz alta:

—¿No puedes ver cómo te has engañado a ti mismo, Wil? Tienes la evidencia de esto por todas partes. ¿Por qué crees que los ficheros de Lu referentes a la civilización, estaban prácticamente inservibles? ¡Porque ella jamás estuvo allí! En el mejor de los casos aquellos documentos son de segunda mano, a los que se han añadido pruebas contra mí o quien fuera que representara una amenaza para ella. Wil, por favor. Puedo estar equivocado en los detalles, pero sea lo que sea la criatura Lu, ha demostrado que es capaz de sacrificarnos a todos con tal de salirse con la suya. No importa lo que te haya hecho, debes ser capaz de ver esto.

La risa de Mónica fue casi un cacareo.

—¡En qué lío te has metido, Brierson! Los hechos explican perfectamente cualquiera de las dos teorías. Y Della Lu anda de cacería por el espacio interestelar.

Wil simuló que estaba tomando en consideración este comentario, porque necesitaba tiempo para pensar. Luego movió negativamente la cabeza y continuó con la misma calma de antes:

—Tal vez no lo creas, pero hay datos que Juan jamás pensó en alterar. El diario de Marta, por ejemplo… Ya lo sé, Yelén. Lo has estudiado durante centenares de años, y conocías a Marta mucho mejor que yo. Pero Marta sabía que no había sido abandonaba debido a un simple sabotaje. Sabía que el enemigo conocía lo que había dejado en los montones de piedras y podía destruir cuanto quisiera. Y hasta algo peor, si ella lograba esconder algún mensaje y hacértelo llegar, cuando lo hubieses comprendido, el simple hecho de entenderlo podía desencadenar un ataque.

»Pero yo soy un tecno-min, fuera de tanta automatización. Marta captó mi atención con el único incidente que sólo ella y yo podíamos conocer. Yelén, después de la fiesta de los Robinson… yo no… yo nunca traté de aprovecharme de Marta —miró a Yelén a la cara, deseando ver en ella que le creía.

Como no obtuvo respuesta, prosiguió:

—Durante los últimos años de su vida, Marta hizo un terrible doble juego. A nosotros nos contó la historia de su valerosa supervivencia y de su derrota, pero al mismo tiempo dejó pistas que confiaba que me señalarían a Juan.

Eran muy sutiles. Llamaba a sus amigos, los monos pescadores, dándoles nombres de la gente de nuestra colonia. Siempre había un Juan Chanson, una criatura solitaria que disfrutaba mirándola a ella. En el último día de su vida, mencionó que todavía estaba allí, vigilándola. Ella sabía que el verdadero Juan Chanson la acechaba.

Juan dio un golpe sobre el banco.

—¡Maldita sea! Se puede descubrir cualquier mensaje si la manera de codificarlo es lo bastante demencial.

—Por desgracia, tienes razón. Y si ella no hubiera podido hacer algo más esto quedaría en empate, Juan. Pero a pesar de todas sus desgracias, Marta tuvo buena suerte. Uno de sus monos pescadores era un mutante, mayor y más listo que cualquier pescador que hayamos podido encontrar. La seguía a todas partes y trató de imitar su manera de construir los montones de piedras. No era gran cosa, pero tenía un aliado en el tiempo real —sonrió tristemente—. Le llamaba W. W. Brierson. Adquirió mucha práctica construyendo montones de piedras, siempre en la misma posición relativa al Lago Pacista. Al final se lo llevó hacia el norte, y lo dejó en un bosque normal, lejos de la zona vitrificada. No sé si estabas vigilando desde muy cerca, Juan, pero no pudiste ver lo que el animal se llevó, ni supiste que había construido un montón de piedras, porque Marta jamás estuvo allí.

Los ojos de Juan atravesaron a Yelén y luego volvieron a fijarse en Wil, pero no dijo nada.

—Hace cuatro días que te enteraste de la existencia de este montón, desde que yo se lo conté a Yelén. Quisiste demostrar todo tu poder, y asesinar a la mitad de la raza humana para evitar que yo pudiera hacerme con él —salió de la plataforma y anduvo lentamente hacia el hombrecito—. Bueno, Juan. No tuviste éxito. Yo había visto lo que Marta quería decirme cuando no tenía que hablar con parábolas. Cualquiera puede verlo, también. Y a pesar de todas las conspiraciones que atribuyas a Della Lu, sospecho que la evidencia física convencerá a Yelén y a sus autones de laboratorio.

Yelén se había apartado de Chanson. Tung apretaba los labios, convirtiéndolos en una línea estrecha. Hasta en el caso de que no llegue a confesar, puedo ser capaz de vencer, pensó Wil.

Juan miró a su alrededor, y luego a Wil otra vez.

—Por favor. Todo lo estás interpretando mal. Yo no asesiné a Marta. Realmente quiero que la colonia sea un éxito. Y he sacrificado muchas más cosas que vosotros para poder salvarla; si no lo hubiera hecho así, ninguno de vosotros habría sobrevivido durante estos cincuenta megaaños. Pero ahora, esto mismo me hace parecer culpable. Tengo que convenceros… Mira, Wil. Tienes razón en lo que se refiere a Mudge y a mí; jamás debería haber intentado esconderlo. Me avergüenzo de haber creído alguna vez en todas aquellas tonterías de niños. Pero entonces era joven, y mis pesadillas me seguían hasta mi casa desde mi trabajo. Necesitaba creer en algo. Abandoné mi trabajo, lo abandoné todo, a cambio de sus promesas.

»Salimos del estasis en el 2295, un poco antes de cuando la numerología de Mudge anunciaba que Cristo iba a dar el Gran Espectáculo. Allí no había más que ruinas, una civilización destrozada y una especie exterminada. Mudge revisó sus camelos y llegó a la conclusión que nos habíamos pasado, que Cristo ya había llegado y se había vuelto a marchar. ¡Maldito chiflado! No podía aceptar nada de lo que veíamos. Algo había visitado el Sistema Solar a mediados del siglo veintitrés, pero no era nada sacro. La evidencia de una invasión alienígena estaba por todas partes. Mudge había llegado con poco más que una tela de arpillera y cenizas. Yo llevaba abundante equipo. Pude efectuar análisis que respaldaron mis afirmaciones. Yo tenía poder para salvar a los humanos que todavía estaban en estasis.