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Se levantó, regresó al vestíbulo y se acercó a las puertas de la oficina. Desechó valerse de engaños. Expondría la verdad a la secretaria de Stinhurst.

Apelar a la honestidad sería, en este caso, una sabia decisión.

– Es la silla, Havers -repitió Lynley por cuarta o quinta vez.

El frío de la tarde aumentaba a cada minuto. Un viento gélido soplaba desde las marismas y azotaba los Fens, carentes de bosques o colinas que mitigaran su violencia. Lynley tomó el camino de vuelta a Porthill Green justo cuando Barbara concluía su tercer examen de las fotos del suicidio y las guardaba en el expediente de la señora Darrow, que el jefe de policía Plater les había prestado.

Negó el hecho para sus adentros. En su opinión, el caso que Lynley estaba construyendo era algo más que tenue; prácticamente, no existía.

– No entiendo cómo puede extraer una conclusión mirando la fotografía de una silla -dijo.

– Pues mírela otra vez. Si ella se colgó, ¿cómo es posible que la silla esté caída de lado Es imposible. Pudo darle una patada en el respaldo, o incluso ponerla de costado e igualmente darle una patada en el respaldo; en ambos casos, la silla habría caído sobre el respaldo, no de lado. La silla sólo habría caído de esta manera si Hannah Darrow hubiera metido el pie en el hueco que hay entre el asiento y el respaldo, intentando tirarla.

– Pudo suceder. Perdió un zapato -recordó Barbara.

– Cierto, pero perdió el zapato derecho, Havers. Si mira otra vez, comprobará que la silla está caída a su izquierda.

Barbara comprendió que Lynley estaba decidido a imponerle su punto de vista. Parecía inútil protestar, pero se sintió impulsada a discutir.

– Por lo tanto, está diciendo que Joy Sinclair fue a dar con un crimen mientras intentaba escribir un libro sobre un suicidio. ¿Cómo? ¿Cómo es posible que, de entre todos los suicidios del país, fuera a tropezar con uno que era un asesinato? Santo Dios, ¿tiene idea de cuáles son las posibilidades de que esto ocurra?

– Antes que nada, Havers, considere por qué se sintió atraída por la historia de Hannah Darrow. Piense en los aspectos peculiares que la diferencian de otras similares. El lugar: los Fens. Un sistema de canales, inundaciones periódicas, tierras reclamadas por el mar. Todas las características naturales que han inspirado a mucha gente, desde Dickens a Dorothy Sayers. ¿Cómo lo describió Joy en la cinta? «El sonido de ranas y bombas de agua, la llanura interminable.» Después, el lugar del suicidio: un viejo molino abandonado. Su extraña indumentaria: dos abrigos de lana sobre dos jerséis de lana. Y, para concluir, la incongruencia que debió sorprender a Joy en cuanto vio las fotos de la policía: la posición de la silla.

– Si es una incongruencia, ¿cómo explica el hecho de que Plater la pasara por alto durante la investigación? No parece tan torpe como un Lestrade cualquiera.

– Cuando Plater llegó al lugar de los hechos, todos los hombres de la taberna que habían ido en busca de Hannah estaban convencidos de que se trataba de un suicidio. Y cuando la encontraron y llamaron a la policía, informaron de un suicidio. Plater iba predispuesto a creer en lo que vio cuando llegó al molino. Perdió la objetividad antes de ver el cadáver. Además, le proporcionaron la prueba palpable de que Hannah Darrow quería suicidarse cuando se marchó de su casa: la nota.

– Sin embargo, Plater dijo que era auténtica.

– Claro que es auténtica. Estoy seguro de que es su letra.

– Entonces, ¿cómo explica…?

– Por el amor de Dios, Havers, fíjese bien. ¿Hay una sola palabra mal escrita? ¿Falta algún signo de puntuación?

Barbara sacó la nota, echó un vistazo y se volvió hacia Lynley.

– ¿Está intentando decir que Hannah Darrow la copió de algo? ¿Por qué? ¿Estaba mejorando su letra, sólo para sacudirse el aburrimiento? Vivir en Porthill Green no parece muy estimulante, pero me cuesta imaginar a una chica de pueblo haciendo prácticas de escritura para pasar el rato. Y, aunque lo hiciera, ¿puede rebatir que Darrow encontró la nota en otro sitio y comprendió cómo podría utilizarla? ¿Que la puso sobre la mesa de la cocina y… mató a su esposa? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Cómo consiguió que se pusiera aquella ropa? Y si lo arregló todo sin levantar las sospechas de nadie, ¿cómo demonios está relacionado con Westerbrae y la muerte de Joy Sinclair?

– Por las llamadas telefónicas. Gales y Suffolk sin parar. Joy Sinclair le contó inocentemente a su primo Rhys Davies-Jones sus problemas con John Darrow, por no mencionar sus crecientes sospechas sobre la muerte de Hannah. Y Davies-Jones esperó su ocasión, le sugirió a Joy que procurase ocupar una habitación contigua a la de Helen y la liquidó en cuanto tuvo oportunidad.

Barbara le escuchaba, incrédula. Comprendió una vez más que estaba manipulando los hechos expertamente para poder detener a Davies-Jones.

– ¿Por qué? -preguntó exasperada.

– Porque existe una relación entre Darrow y Davies-Jones… Todavía no sé cuál es. Quizá una vieja amistad o una deuda pendiente. Quizá un conocido en común. Sea cual fuere, no tardaremos en descubrirla.

Capítulo 12

Faltaban pocos minutos para que Wine's the Plough cerrara, cuando Havers y Lynley entraron. John Darrow no ocultó el desagrado que le provocaba verles.

– Voy a cerrar -ladró.

Lynley hizo caso omiso de la negativa implícita del hombre a hablar con ellos. Se acercó a la barra, abrió el expediente y sacó la nota en que Hannah Darrow anunciaba su suicidio. Havers, a su lado, preparó el bloc. Darrow contempló los preparativos con semblante hostil.

– Hábleme de esto -pidió Lynley a Darrow, pasándole la nota.

El hombre le dedicó un momento de hosca y superficial atención, pero no dijo nada. En lugar de ello, empezó a recoger las jarras de cerveza alineadas sobre la barra, introduciéndolas con furia en una jofaina llena de agua turbia.

– ¿Qué estudios poseía su esposa, señor Darrow? ¿Terminó la escuela? ¿Fue a la universidad, o se auto educó? ¿Fue una gran lectora, tal vez?

El ceñudo rostro de Darrow reveló que intentaba descifrar alguna posible trampa en aquellas palabras de Lynley, pero no encontró ninguna.

– A Hannah no le gustaban los libros. Se cansó de la escuela a los quince años.

– Entiendo. Sin embargo, estaba interesada en los Fens, ¿verdad? La vida de la plantas y todo eso.

Los labios del hombre dibujaron una rápida mueca de desdén.

– ¿Qué quiere de mí, inglés? [13] Hable y lárguese.

– En la nota escribe sobre los árboles, sobre un árbol que murió pero el viento todavía mece. Poético, ¿no cree? Incluso para ser una nota de suicidio. ¿Qué significa esta nota en realidad, Darrow? ¿Cuándo la escribió su mujer? ¿Por qué? ¿Dónde la encontró usted? -No hubo respuesta. Darrow continuó lavando vasos sin decir palabra. Tintinearon y arañaron violentamente la jofaina de metal-. Usted se fue de la taberna la noche que murió. ¿Por qué?

– Fui a buscarla. Subí al piso y encontré eso en la cocina -Darrow indicó la nota con un brusco movimiento de cabeza-. Luego salí a buscarla.

– ¿Por dónde?

– Por el pueblo.

– ¿Llamando a las puertas, mirando en los cobertizos, registrando las casas?

– No. No se iba a matar en casa de alguien, ¿verdad?

– ¿Estaba seguro de que iba a matarse?

– ¡Ahí lo pone!

– Cierto. ¿Dónde la buscó?

– Por todas partes. No me acuerdo. Han pasado quince años. No me fijé en aquel momento. Y ahora el asunto está enterrado. ¿Se entera, tío? Enterrado.

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[13] Expresión despectiva que emplean los habitantes de ciertas comunidades de Gran Bretaña (Escocia, Gales) para designar a los naturales del resto del país. (N. del T.)