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– Yo no quiero defraudarlos-se angustia el capitán Pantoja-. ¿Pero por dónde miéchica voy a empezar?

– Si no me cuentas, saldrás perdiendo-tiende camas, pone tapetes, barniza muebles, ordena vasos, platos y cubiertos en el aparador Pochita-. Nunca más pellizquitos donde te gusta, nunca más mordisquitos en la oreja. Como tú prefieras, hijito.

– Por el principio, mi capitán-lo anima con una sonrisa y un brindis el teniente Bacacorzo-. Si las visitadoras no vienen hacia el capitán Pantoja, el capitán Pantoja debe ir hacia las visitadoras. Es lo más sencillo, me parece.

– ¿De espía, Panta?-se frota las manos, contempla la habitación, murmura cuánto hemos mejorado esta pocilga ¿no, señora Leonor? Pochita-. ¿Como en las películas? Uy, amor, qué emocionante.

– Dése una vueltecita esta noche por los sitios putañeros de Iquitos-apunta direcciones en la servilleta el teniente Bacacorzo-. El "Mao Mao", el "007", "El gato tuerto", "El Sanjuancito". Para familiarizarse con el ambiente. Yo lo acompañaría encantado, pero, ya sabe, las instrucciones de Scavino son terminantes.

– ¿Adónde tan pije, hijito?-la señora Leonor dice sí, nadie la reconocería, Pochita, nos merecemos un premio-. Caramba, como te has puesto, hasta corbata. Te vas a asar de calor. ¿Una reunión de alto nivel? ¿De noche? Qué chistoso que estés de agente secreto, Panta.

Si, shhht, shht, me callo.

– Pregunte en cualquiera de esos sitios por el Chino Porfirio-dobla y le guarda la servilleta en el bolsillo el teniente Bacacorzo-. Es un tipo que lo puede ayudar. Consigue 'lavanderas' a domicilio. ¿Sabe lo que son, no?

– Por eso Él no murió ahogado, ni quemado, ni ahorcado, ni apedreado ni despellejado-gime y llora sobre el chisporroteo de antorchas y el rumor de rezos el Hermano Francisco-. Por eso fue clavado en un leño, por eso prefirió la cruz. Oiga quien quiera oír, entienda quien quiera entender. ¡Hermanas! ¡Hermanos! ¡Dense tres golpes en el pecho por mí!

– Buenas noches, ejem, hmm, achís-se suena, se sienta en la banqueta, se apoya en la barra Pantaleón Pantoja-. Sí, una cerveza, por favor. Acabo de llegar a Iquitos, me estoy poniendo al día con la ciudad. ¿"Mao Mao" se llama este local? Ah, por eso las flechitas, los totems, ya veo.

– Aquí la tiene, heladita-sirve, seca el vaso, señala el salón el mozo-. Sí, "Mao Mao". Casi no hay nadie porque es lunes.

– Me gustaría averiguar algo, ejem, hmm, hmm-se aclara la garganta Pantaleón Pantoja-, si fuera posible. Para información, simplemente.

– ¿Dónde se consiguen gilas? -forma una argolla con el pulgar y el índice el mozo-. Aquí mismo, pero hoy se fueron a ver al Hermano Francisco, el santo de la cruz. Se vino desde el Brasil a patita, dicen, y también que hace milagros. Pero mire quién entra. Oye, Porfirio, ven acá. Te presento al señor, está interesado en informaciones turísticas.

– ¿Bulines y polillas?-le guiña un ojo, le hace una reverencia, le da la mano el Chino Porfirio-. Pol supuesto, señol. Encantado lo pongo al tanto en dos minutos. Le va a costal una celveciola, ¿balato, veldá?

– Mucho gusto-le indica que se siente en la banqueta vecina Pantaleón Pantoja-. Sí, claro, una cerveza. No se vaya a confundir, no tengo un interés personal en esto, sino más bien técnico.

– ¿Técnico?-hace ascos el mozo-. Espero que no sea usted soplón, señor.

– Bulines, hay poquitos-muestra tres dedos el Chino Porfirio-. A su salud y buena vida. Dos decentes y uno bajetón, pa mendigos. Y hay también las polillas que van de casa en casa, pol su cuenta. Las lavandelas' ¿sabía?

– ¿Ah, sí? Qué interesante-lo estimula con sonrisas Pantaleón Pantoja-. Pura curiosidad, yo no frecuento esos sitios. ¿Usted tiene vinculaciones? Quiero decir ¿amistades, contactos en esos lugares?

– El Chino está en su querencia donde hay puterío-se ríe el mozo-. Lo llamaban el Fumanchú de Belén, ¿no, compadre? Belén, el barrio de las casas flotantes, la Venecia de la Amazonía, ¿ya se paseó por ahí?

– Yo he hecho de todo en la vida y no me pesa, señol-sopla la espuma y bebe un trago el Chino Porfirio-. No gané plata pelo sí expeliencia. Boletelo de cine, motolista de lancha, cazadol de sepientes pa la expoltación.

– Y de todos los empleos te botaron por putañero y pendejo, hermano-le enciende un cigarrillo el mozo-. Cantale al señor lo que te profetizo tu mamacita. Chino que nace pobletón Muele cafiche o ladlón-canta y se celebra con carcajadas el Chino Porfirio-. Ay, mi mamacita linda que está en el santo cielo. Como sólo se vive una vez, hay que vivila ¿no es así? ¿Nos aventamos la segunda heladita de la noche, señol?

– Está bien, pero, ejem, hmm-se ruboriza Pantaleón Pantoja-, se me ocurre algo mejor. ¿Por qué no cambiamos de decorado mi amigo?

– ¿El señor Pantoja?-transpira miel la señora Chuchupe-. Encantadísima y adelante, ésta es su casa. Aquí tratamos bien a todo el mundo, salvo a los conchudos de los milicos, que piden rebaja. Hola, Chinito bandido.

– El señol Pantoja viene de Lima y es un amigo-besa mejillas, pellizca traseros el Chino Porfirio-. Va a ponel un negocito aquí. Ya sabes, sevicio de lujo, Chuchupe. Este enano se llama Chupito y es la mascota del local, señol.

– Mas bien di capataz, barman y guardaespaldas, conchetumadre-alcanza botellas, recoge vasos, cobra cuentas, enciende el tocadiscos, arrea mujeres a la pista de baile Chupito-. ¿O sea que es la primera vez que viene a Casa Chuchupe? No será la última, ya verá. Hay pocas chicas porque se han ido a ver al Hermano Francisco, el que levantó esa gran cruz junto al lago Morona.

– Yo también estuve ahí, había muchísima gente y los catelistas debían hacel su agosto-distribuye adioses el Chino Porfirio-. Un discuseadol fantástico, el Hemano. Se le entendía poco, pelo emocionaba a la gente.

– Todo lo que clavas en el leño es ofrenda, todo lo que acaba en la madera sube y lo recibe EL QUE MURIÓ EN LA CRUZ -salmodia el Hermano Francisco-. La mariposa de colores que alegra la mañana, la rosa que perfuma el aire, el murciélago de ojitos que fosforecen en la noche y hasta el pique que se incrusta bajo las uñas. ¡Hermanas! ¡Hermanos! ¡Planten cruces por mí!

– Qué cara de hombre serio, aunque no lo será tanto si anda con este Chino-limpia una mesa con el brazo, ofrece sillas, se azucara Chuchupe-. A ver, Chupito, una cerveza y tres vasos. La primera rueda invita la casa.

– ¿Sabe qué es una chuchupe?-silba, enseña una puntita de lengua el Chino Porfirio-. La víbola mas venenosa de la Amazonía. Ya se imagina las cosas que dilá del génelo humano esta señola pa ganase semejante apodo.

– Calla, zarrapastroso-le tapa la boca, sirve los vasos, sonríe Chuchupe-. A su salud, señor Pantoja, bienvenido a Iquitos.

– Una lengua vipelina-enseña los desnudos trenzados de las paredes, el espejo lesionado, las pantallas coloradas, los flecos danzantes del sillón multicolor el Chino Porfirio-. Sólo que es buena amiga y esta casa, aunque tiene sus añitos, es la mejol de Iquitos

– Échele una ojeada a lo que queda del material, si no-va señalando Chupito-: zambitas, blancas, japonesas, hasta una albina. Mucho ojo el de Chuchupe para escoger a su gente, señor.

– Qué buena música, a uno le pican los pies-se levanta, coge del brazo a una mujer, la arrastra a la pista, baila el Chino Porfirio-. Un pemisito, pa sacudil el esqueleto. Ven acá, potoncita.

– ¿Puedo invitarle a una cerveza, señora Chuchupe?-mima una incómoda sonrisa y susurra Pantaleón Pantoja-. Me gustaría pedirle algunos datos, si no es molestia.

– Qué sinvergüenza simpático este Chino, nunca tiene medio pero cómo alegra la noche-arruga un papel, lo lanza hacia la cabeza de Porfirio, da en el blanco Chuchupe-. No sé qué le ven, todas se mueren por él.

Mírelo como se disloca.

– Cosas relacionadas con su, ejem, hmm, negocio-insiste Pantaleón Pantoja.

– Sí, encantada-se pone sería, lo autopsia con la mirada Chuchupe-, pero yo no creía que había venido a hablar de negocios sino a otra cosa, señor Pantoja.

– Me duele horriblemente la cabeza-se acurruca, se cubre con las sábanas Pantita-. Tengo descomposición de cuerpo, escalofríos.

– Cómo no te va a doler, cómo no vas a tener, y además me alegro mucho-taconea Pochita-. Te acostaste cerca de las cuatro y llegaste cayéndote, idiota.

– Has vomitado tres veces-trajina entre ollas, lavadores y toallas la señora Leonor-, has dejado oliendo todo el cuarto, hijito.

– Tú me vas a explicar qué significa esto, Panta-se acerca a la cama, echa chispas por los ojos Pochita.

– Ya te lo he dicho, amor, es cosa del trabajo-se queja entre almohadas Pantita-. Sabes de sobra que no tomo, que no me gusta trasnochar. Hacer estas cosas es un suplicio para mí, chola.

– ¿Quiere decir que vas a seguir haciéndolas?-gesticula, hace pucheros Pochita-. ¿Acostarte al amanecer, emborracharte? Esto si que no, Panta, te juro que eso sí que no.

– Vamos, no se peleen-cuida el equilibrio del vaso, de la jarra, de la bandeja la señora Leonor-. Anda, hijito, ponte estos pañitos fríos y tómate este alka-seltzer. Rápido, con las burbujitas.

– Es mi trabajo, es la misión que me han dado-se desespera, se adelgaza, se pierde la voz de Pantita-. Si yo odio esto, tienes que creerme. No te puedo decir nada, no me hagas hablar, sería gravísimo para mi carrera. Ten confianza en mí, Pocha.

– Has estado con mujeres-estalla en sollozos Pochita-. Los hombres no se emborrachan hasta el amanecer sin mujeres. Estoy segura que estuviste, Panta.

– Pocha, Pochita, se me parte la cabeza, me duele la espalda-sujeta un paño sobre la frente, manotea bajo la cama, acerca una bacinica, escupe saliva y bilis Pantita-. No llores, me haces sentirme un criminal y no lo soy, te juro que no lo soy.

– Cierra los ojitos, abre la jetita-avanza una taza humeante, frunce la boca la señora Leonor-. Y ahora este cafecito calientito, hijito.

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