Выбрать главу

Se terminó el vino.

Aquella noche, Capistrano se mostró como una maravillosa mezcla de trágico romanticismo desesperado y charlatanería que dramatizaba su vida. Naturalmente yo también estaba borracho y era muy joven. Pero le dije cuánto admiraba su busca de una identidad y deseé secretamente poder descubrir el truco que me haría parecer demolido y mantener una mirada suplicante, ser miserable de un modo tan turbador.

—Ven —me dijo cuando se hubo tragado la última gota de vino. Tenemos que librarnos de los cadáveres.

Arrojamos las jarras al Cuerno de Oro. Aparecían ya las primeras luces del alba. Mientras volvíamos lentamente al albergue, Capistrano dijo:

—Tengo un pequeño pasatiempo, ¿sabes?: busco a mis antepasados. Es mi pequeña investigación privada. Toma, mira estos nombres. —Me enseñó un bloc bastante grueso—. En cada época que visito, busco a mis antepasados y les apunto en esta lista. Ya conozco a varios centenares hasta el siglo XIV ¿Te das cuenta de la cantidad de ancestros que podemos tener? Tenemos dos padres y cada uno de ellos, otros dos padres, y éstos otros, dos cada uno… ¡te remontas cuatro generaciones y ya tienes treinta antepasados!

—Es un pasatiempo interesante —dije.

La mirada de Capistrano se apoderó de mí.

—¡Algo más que un pasatiempo! ¡Algo más que un pasatiempo! ¡Es una cuestión de vida o muerte! Mira, muchacho, cuando me haya cansado de la existencia más de lo normal, no tendré más que volver a buscar a una de esas personas, una sólo, ¡y matarla! Quitarle la vida cuando, por ejemplo, no sea más que un niño. Luego, volver a! tiempo actual. ¡Y, en el mismo instante, sin dolor, mi propia vida dejará de haber existido!

—Pero la Patrulla Temporal…

—Impotente —declaró Capistrano—. ¿Qué podría hacer la Patrulla Temporal? Si mi crimen es descubierto, seré apresado y eliminado de la historia por crimen temporal… ¿Por qué iban a hacerlo si yo ya me había eliminado a mí mismo? De todos modos, desaparecería. ¿No es un delicioso modo de suicidarse?

—Eliminando a tu antepasado —dije—, podrías cambiar el tiempo actual de algún modo notable. Eliminarías también a tus hermanos y hermanas, tus tíos, tus abuelos y a todos sus hermanos y hermanas… ¡eso con retirar sólo uno de los eslabones del pasado!

Asintió solemnemente.

—Soy consciente de eso. Y por eso estoy haciendo la lista, mira, para determinar el mejor modo de desaparecer. No soy Sansón; no quiero ver cómo el templo se derrumba encima de mí. Buscaré a la persona estratégicamente eliminable, alguien realmente pecador, pues no quiero hacer sufrir a un inocente; borraré a esa persona y a mí mismo, y quizá las alteraciones del tiempo actual no sean tan grandes. Si lo son, la Patrulla las descubrirá y las anulará. Con todo, lograré el fin que busco.

Me pregunté si estaba loco o sólo hastiado. Concluí en que un poco de las dos cosas.

Casi estuve tentado de decirle que si lo que quería era matarse, causaría menos problemas a todo el mundo si se limitaba a saltar al Bósforo.

Mi corazón se estremeció ante la idea de que todo el Servicio Temporal resultase contaminado por Capistrano, intentando todos ellos un medio para destruirse cambiando el pasado del modo más interesante posible.

En lo alto, la luz del amanecer despertó a ocho dormilones, acostados de dos en dos. Las parejas casadas dormían plácidamente; los dos chicos londinenses estaban sofocados, sudorosos, como si hubieran dormido mal; Clotilde dormía, sonriente, con la mano metida entre los blancos muslos de Lisa, y la mano de Lisa se apoyaba en uno de los firmes pero jóvenes senos de Clotilde. Solitario, me acosté y no tardé en dormirme. Capistrano me sacó del sueño al poco rato y despertamos a los demás. Me sentía como si tuviera diez mil años.

Desayunamos cordero frío y salimos para dar una vuelta rápida a la ciudad. La mayor parte de las cosas interesantes no habían sido construidas aún, o lo estaban en un estado primitivo; no nos quedamos mucho tiempo. A mediodía, nos dirigimos al Augusteum para saltar.

—Nuestra próxima parada —anunció Capistrano— será en el año 532; veremos la ciudad en época de Justiniano y podremos presenciar las revueltas que la destruyeron y que permitieron la construcción de la ciudad más hermosa y grande de cuantas hayan logrado la gloria eterna.

Volvimos a la sombra de las ruinas de la primera Santa Sofía para que ningún viandante ocasional se asustase al ver que diez personas desaparecían a ojos vista. Arreglé todos los cronos. Capistrano sacó el emisor y dio la señal.

Saltamos.

22

Dos semanas más tarde, habíamos redescendido por la línea hasta 2059. Me sentía agotado, intoxicado, con la mente llena de Bizancio.

Había contemplado las cúspides de un millar de años de esplendor. La ciudad de mis sueños habla recobrado la vida sólo para mí. La carne y el vino de Bizancio pasaron por mi vientre.

Desde el punto de vista profesional de un Guía, el viaje había sido bueno, es decir, sin problemas. Nuestros turistas no se metieron en líos; por lo que sabíamos, no se creó ninguna paradoja. Sólo hubo una pequeña fricción, una noche, cuando Capistrano, completamente hastiado, intentó seducir a Clotilde; no fue muy delicado y su seducción se transformó en violación cuando la chica se resistió, pero pude separarles antes de que la alemana le clavara las uñas en los ojos. Por la mañana, no quería creérselo.

—¿La alemana rubia? —preguntó.—¿Pude caer tan bajo? ¡Lo habrás soñado! —Luego insistió en retornar ocho horas por la línea para ver si realmente era como se lo contaba. Tuve la visión de un Capistrano excesivamente represivo de su comportamiento anterior en estado de ebriedad, y aquello me asustó. Debí hacerle abandonar aquella idea de un modo directo e intransigente, recordando la regla de la Patrulla Temporal que prohibía que nadie entrase en conversación con uno mismo en tiempos diferentes; le amenacé con denunciarle si lo intentaba. Capistrano pareció herido, pero abandonó el proyecto. Cuando volvimos a la parte baja de la línea temporal y llenó su informe personal, como le pidieron, acerca de mi comportamiento como Guía, me puso la nota más alta. Protopopolos me lo dijo más tarde.

—En tu próximo viaje —me explicó Protopopolos—, ayudarás a Metaxas en la gira de una semana.

—¿Cuándo salimos?

—Dentro de dos semanas —me dijo—. Primero, las vacaciones, ¿te acuerdas? Cuando vuelvas del viaje con Metaxas empezarás solo. ¿Dónde vas a pasar las vacaciones? —Creo que voy a bajar a Creta o a Minos —repliqué —para descansar un poco en la playa.

El Servicio Temporal no quiere agobiar a los Guías e insiste en que éstos se tomen dos semanas de vacaciones entre viaje y viaje. Durante las vacaciones, los Guías son completamente libres. Pueden pasar las vacaciones descansando en el tiempo actual, como yo mismo pensaba hacer, o pueden apuntarse en un viaje temporal, o simplemente saltar solos a la época que les interese.

No hay gasto alguno por utilizar el crono cuando un Guía remonta la línea durante las vacaciones. El Servicio Temporal quiere animar a sus empleados a que se sientan como en casa en todas las épocas del pasado, y, ¿no es acaso el mejor método de conseguirlo darles saltos gratuitos e ilimitados?

Protopopolos pareció un poco decepcionado cuando le dije que pasaría las vacaciones bronceándome en las islas.

—¿No quieres dar algunos saltos? —preguntó.

En aquel momento de mi carrera, la idea de dar saltos temporales me asustaba realmente. Pero no podía decírselo a Protopopolos. Yo, igualmente, consideraba que dentro de un mes tendría entre las manos las vidas de un grupo de turistas. Quizá aquella conversación era una de las pruebas que tenía que aprobar para ser cualificado. ¿Querían ver si tenía pelotas suficientes para saltar yo solo?