—Paul decía que no sería así. Tras el colapso del Sistema Interior habría un nuevo comienzo para todo el mundo. Pero haría falta un grupo que estuviera preparado para hacerse cargo, con su propio líder fuerte. Me mostró una pieza secreta de material para reclutar. Decidí que todo el asunto era una locura, y que el líder, Ransome, era el más loco de todos. Pero al parecer es terriblemente convincente y carismático. Paul pensaba que Ransome era maravilloso. Decía que Black Ransome tenía un arma secreta, algo que le aseguraba la victoria a pesar de no tener muchos seguidores. Me di cuenta de que la gente seguía las ideas de Ransome, aunque fueran descabelladas.
Sylvia había apartado el plato, pero observaba con atención a Bey mientras éste comía. Él lo encontró desconcertante. Había extrañas corrientes subterráneas en aquella conversación, una sensación de estar ejecutando algún rito erótico extraño, repulsivo y perverso, cuando lo único que hacía era comer un trozo soso de proteínas sintéticas.
—Pero entonces Paul desapareció —añadió Sylvia por fin—. Y estoy segura de que ni murió ni fue capturado. Está en alguna parte del Halo. Probablemente en el Anillo de Núcleos… es especialista en energía. Creo que trabaja para Ransome. Pero nunca descubrí cuál podría ser el «arma secreta».
—¿Llegó a conocer a Ransome?
—No en persona. Pero vi su imagen en vídeo cuando llamó con un mensaje para Paul. Es su Bailarín. Estoy segura.
—Si es el Bailarín, nunca lo olvidaré. Están grabados a fuego en mi cerebro tanto su aspecto como su voz. ¿Conoce un medio de contactar con él?
—Directamente, no. Se oculta en el Halo, pero tiene cada vez más influencia por todo el Sistema Exterior. —Sylvia tomó otro sorbo de su envase. Miraba a Bey masticar, con los ojos grises relucientes.
Él dejó de comer.
—Creo lo que me ha dicho, Sylvia, pero eso no explica nada. Puedo imaginarme a Ransome como líder de un grupo terrorista organizado. Incluso puedo ver lo influyente que podría llegar a ser en la Nube. Pero no comprendo por qué iba a aparecer con un mensaje descabellado para mí.
—Tal vez espera reclutarle también.
—Eso es ridículo. Para empezar, no se recluta a alguien enviándole mensajes que lo vuelven loco y no puede comprender. Además, no tiene ni idea de quién soy.
—Cinnabar Baker me dijo que es usted muy famoso, el principal teórico de cambio de formas de ambos Sistemas.
—Eso no es suficiente para hacer a nadie famoso. Sylvia, en la Tierra hay montones de especialistas en cambio de formas. Yo sólo soy uno de ellos. Tiene que recordar que hay quinientas veces más gente en el Sistema Interior que aquí.
—Lo sé. Si por mí fuera, así seguiríamos. Paul y yo también discutimos sobre eso. Dijo que la Nube está despoblada. Yo pienso que está bien. No necesitamos más gente. Creo que no podría soportar vivir en el Sistema Interior.
—Probablemente Ransome piensa lo mismo. Aquí es el gran hombre del saco que intenta iniciar una guerra. Roba naves, tiene un arma secreta, mata a la gente.
—Pero para algunos, como Paul Chu, es un héroe. Paul dice que empezó siendo barrenero. Intentó llegar a acuerdos de desarrollo con los dos Sistemas, y sólo se convirtió en un renegado cuando fue traicionado por ambos.
—Tal vez sea bueno, y tal vez sea malo. Sin duda, aquí es famoso. Pero en la Tierra es sólo una historia que la gente cuenta a sus hijos cuando se van a la cama. Un proscrito solitario y misterioso, el capitán Black Ransome, que sobrevuela el Halo en una ajada nave, las velas solares rasgadas y andrajosas. Navega en silencio y sin energía cada vez que corre peligro de ser descubierto. Roba energía, suministros y volátiles siempre que puede. Es la versión espacial del Holandés Errante.
—¿Quién es ése?
—Una leyenda de la Tierra. Un hombre que surca los mares de la Tierra, buscando eternamente la redención. El profundo mar es su hogar. Nunca llega a puerto. No es real, pero resulta muy romántico. Así consideramos a Ransome: una mezcla de mito y forajido. Si le sugiriera a alguien de la Tierra que Ransome intenta reclutarme (a un abrázaseles, a un planetario que sólo es feliz bajo treinta kilómetros de atmósfera), ellos dirían, bueno, ya decían que están ustedes perdiendo la chaveta. Locos.
—Usted es de la Tierra. ¿Me está diciendo que estoy loca?
Bey suspiró.
—Loca no. Un poco rara e impredecible, tal vez. Vamos, Sylvia, pongámonos en marcha. Quiero ver los sistemas de cambio de formas de la Granja antes de que lleguen Aybee y Leo.
—Espero que encuentre algo. ¿Sabe? Aybee estudió los cambios de forma fallidos de las Cosechadoras. No consiguió nada, y es enormemente listo.
—Desde luego, lo es.
—Y verá esto como una especie de competición entre ustedes dos. ¿Cree que podrá manejarlo?
—Apuesto a que sí. —Bey había terminado de comer—. Hace mucho tiempo aprendí algo. Mi primer jefe no era un buen científico, y tenía luchas políticas a montones con jóvenes brillantes de la Oficina de los Coordinadores Generales. Casi siempre tenían razón, pero él ganaba invariablemente. Le pregunté cómo lo conseguía. Señaló el letrero que había en la pared de su despacho. —Bey permitió que Sylvia lo sacara de la sala—. «La vejez y la traición derrotarán a la juventud y la habilidad», me dijo. Es una de las grandes verdades de este mundo. Aybee está en el lado equivocado de la desigualdad.
11
Behrooz Wolf se hallaba a cuatro billones de kilómetros de casa, flotando incómodamente en caída libre en el territorio de una gente que le odiaba, rodeado por un silencio tan total que lastimaba sus oídos. En ese entorno, la tecnología familiar del cambio de formas era su salvavidas.
Sylvia le había conducido a una cámara que contenía cuatro tanques de cambio. Dos de ellos estaban vacíos. Los otros contenían los cuerpos de dos granjeros muertos. A petición de Wolf, sus compañeros no los habían tocado hasta su llegada a la Granja. Sylvia y Wolf se acercaron de inmediato a las portillas transparentes y se asomaron. Ella echó un vistazo y se dio la vuelta. Bey la oyó vomitar. La ignoró. Había visto demasiados experimentos de cambio de forma ilegales e infructuosos para permitir que afectaran su estómago. Tenía trabajo que hacer.
Hizo girar los dos cuerpos usando el equipo remoto y examinó sus anomalías con los sensores internos del tanque. Ambos eran en un principio varones y, según indicaba el tanque, los dos habían utilizado el mismo programa. La forma final pretendida tenía epidermis gruesa, ritmo metabólico más bajo y ojos protegidos por membranas nictitantes transparentes. Los Hombres se estaban preparando para una misión prolongada en el exterior, lejos de la burbuja principal de la Granja. Según Sylvia, esas misiones eran completamente rutinarias, y el programa de cambio de forma que las acompañaba había sido utilizado un millar de veces.
Bey no estaba dispuesto a dar nada por hecho. Pretendía revisar ese programa, orden por orden. Pero primero quería localizar el problema, y las únicas pruebas que tenía, para ello eran los productos finales que había en los tanques.