—El Hombre Ne-gen-tró-pi-co. —Aybee diseccionó la palabra, pronunciándola lenta y reflexivamente—. Y allá va.
Pulsó el botón.
Por enésima vez, la sonriente figura de rojo cruzó bailando la pantalla y saludó al decir adiós.
—¿Alguna idea? —Cuando no se trataba de teoría de cambio de formas, Bey estaba dispuesto a admitir que Aybee tenía más posibilidades de decidir qué sucedía. Sylvia podía regresar en cualquier momento, y Bey quería acabar con sus problemas antes de reunirse con los granjeros.
—Demasiadas. —Aybee le miró con el ceño fruncido—. No es un problema sencillo.
—¿No crees que hable en serio? ¿Que sea un hombre con entropía negativa?
—Estoy seguro de que no. Para empezar, la entropía negativa no tiene significado físico. —Aybee hizo un ruido grosero hacia la pantalla y la desconectó—. «Negentrópico» se aplica a algo que disminuye la entropía de un sistema. Así que un Hombre Negentrópico debería ser un hombre que reduce la entropía.
—¿Pero qué es exactamente la entropía? —Leo Manx había estado escuchando con atención, a pesar de que la conversación cada vez tenía menos sentido para él—. Recuerden: se supone que tengo que enviar un informe a Cinnabar Baker. No puedo enviarle sus galimatías sobre negentropía, se subiría por las paredes.
—Eh, ¿es culpa mía que seas lelo? —Aybee miró desdeñosamente a Leo—. Te daré un puñado de definiciones de entropía. Puedes escoger la que quieras. Y no me eches la culpa si te equivocas, porque desde luego no sé en qué sentido se emplea en este caso la palabra. Uso más antiguo: entropía en termodinámica. El cambio entrópico se definió como el cambio en el calor de un sistema dividido por su temperatura. ¿Puede un proceso que implica una transferencia de calor volver atrás? Si no puede, la entropía del sistema debe aumentar. Rudolph Clausius lo sabía, hace ya casi cuatrocientos años. Señaló que la entropía tiende a seguir aumentando en cualquier sistema cerrado. Si el universo es un sistema cerrado, su entropía debe aumentar. Así que el universo tiende a reducirse a un estado de organización mínima, y todos acabaremos en una sopa de temperatura uniforme.
—Pero estamos hablando de un hombre, no de un universo.
—Lo sé, Leo. Espera un momento, a eso voy. Recuerda que es un asunto complicado. No queremos hacerlo tan fácil que carezca de sentido. Einstein lo dijo bien: «Las cosas deberían ser tan simples como sea posible… pero no más.» Tal vez nuestro Hombre Negentrópico tenga algo que ver con la entropía termodinámica, tal vez no. Entropía número dos: Ludwig Boltzmann encontró una definición estadística de entropía, en términos del número de estados posibles de los átomos y moléculas de un sistema. Demostró que producía el mismo valor que la termodinámica, siempre que el sistema tenga un montón de estados posibles.
—¿Cómo decidimos qué definición nos hace falta?
—No podemos… todavía no. Sigamos adelante y luego escogeremos. Entropía número tres: en la teoría de la información. Cincuenta años después de Boltzmann, Claude Shannon quiso saber cuánta información podía transmitir un canal de mensajes. Descubrió que eso dependía de una expresión matemática concreta. La fórmula era la misma que la de la entropía de Boltzmann, a excepción de un cambio de signo, así que Shannon llamó entropía de la señal transmitida a lo que calculó. Eso confundió totalmente a la gente. La entropía en teoría de la información es un máximo cuando la información transmitida es tanta como la que puede obtenerse de un canal dado.
—Aybee, no me estás ayudando en nada. Tres definiciones de entropía… y ninguna de ellas inteligible. ¿Por qué no utiliza la gente términos claramente definidos?
—Eh, yo los comprendo la mar de bien. Tenemos suerte de que sólo haya cuatro para elegir. ¿Tienes idea de cuántas cosas diferentes puede significar la palabra conjugar en matemáticas? Ahí va otra: los núcleos tienen entropía. Incluso un núcleo que no rota (un agujero negro de Schwarzschild) tiene una entropía. Hace doscientos cincuenta años, Jakob Bekenstein señaló que el área del horizonte de sucesos de un núcleo puede equipararse exactamente a la entropía del agujero negro.
—¡Pero tenemos que escoger una de tus cuatro definiciones! Aybee, ¿cómo vamos a hacerlo? Son totalmente diferentes.
—No. Lo parecen, pero todas encajan mediante la matemática adecuada, la llamada matemática de conjuntos. En cuanto a decidir cuál deberíamos plantearnos… no me lo preguntes. Tira una moneda al aire. Entropía termodinámica, entropía de mecánica estadística, entropía de teoría de la información, entropía del horizonte de sucesos de un núcleo… ¿de cuál habla el amiguito del Hombre Lobo? Antes de lanzar esa moneda, déjame contarte la otra parte. Verás, el universo obedece a los altos valores de la entropía termodinámica… léase Clausius y la Segunda Ley de la Termodinámica. Pero la vida, cualquier tipo de vida, desde nosotros hasta las bacterias y hasta las plantas unicelulares, es diferente.
Aybee se detuvo. Sylvia Fernald entró corriendo en la sala, lo cogió del brazo, y empezó a tirar de él hacia la puerta.
—Se reunirán con nosotros —dijo—. Pero tenemos que hacerlo ahora mismo, antes de que cambien de opinión. Vamos.
Guió a Aybee y a Leo, dejando muy atrás a Bey, esforzándose. Los otros eran expertos moviéndose a baja gravedad. El todavía rodaba, tropezaba y perdía los asideros. Llegó a la cámara medio minuto más tarde que los demás, y miró a su alrededor en busca de los pocos sociables granjeros.
La habitación estaba a oscuras, dividida en dos por una pared de vidrio negro. Cuando Bey dio un paso al frente, unas tenues luces se encendieron en el techo y el cristal se iluminó hasta volverse transparente. Al otro lado de la pared divisoria, se hicieron visibles dos figuras humanas envueltas en atuendos blancos que dejaban ver sólo oscuros pares de ojos.
—Cinco minutos —dijo una voz grave y susurrante. Las capuchas, al ser retiradas, revelaron cráneos pelados y nerviosos rostros esqueléticos—. Prometimos como máximo cinco minutos.
—¿Vieron a los suyos en el tanque de cambio de formas? —preguntó Bey de inmediato.
—Yo los vi —dijo la figura más alta. La profunda voz carecía de inflexiones—. Yo los encontré.
—¿Estaban vivos?
—Ya habían muerto. Según los monitores de temperatura, ya estaban fríos. Debían llevar muertos al menos un día.
—¿Y los tanques no emitieron ninguna señal de emergencia?
—Nada. Todos los indicadores mostraban normalidad.
—¿Ha pasado algo parecido antes? ¿Algo tal vez menos extremo?
Hubo una pausa, mientras los dos granjeros se volvían para mirarse mutuamente.
—Díselo —dijo la segunda figura. Era una mujer.
—Creo que deberíamos hacerlo. —El hombre se volvió hacia Bey—. Habíamos advertido ciertas peculiaridades. Nada serio, nada que no fuera corregido al segundo intento con el equipo de cambio de formas. Pensamos en llamar pidiendo ayuda, pero, tras una votación, nos decidimos en contra de la intromisión. Nuestros colegas muertos tomaron parte en la votación y aprobaron la decisión.
—Saben cuándo empezó el problema —dijo Bey rápidamente. Los dos granjeros empezaban a moverse, incómodos—. ¿Pueden relacionarlo con algo más que sucediera aquí, en la Granja? ¿Con algún visitante, algún cambio de procedimiento?
Hubo otra pausa… preciosos segundos de entrevista que se perdían.